EL ESCRITOR COMO ÚLTIMO BASTIÓN



 

A mis 17 años me presentaba como escritor, los poetas treintones me miraban con asombro, parece que no me daba cuenta de lo que decía y, ellos, sabían bien eso.

Un poemario hecho de manera artesanal era mi carta de presentación, 25 años después mis amigos lo publicarían, si fue un éxito, si marcó a toda una generación, si al darme cuenta qué era ser Poeta, encontrado en plena y franca pelea, señalado por mi estampa y la impresionante parada que daba, lloraban las muchachas preguntándose, ¿por qué quiere ser Poeta, no puede ser una persona normal?, esto es Arequipa, lo harán mierda como lo hacen como todos los poetas de la ciudad.

Las musas se peleaban para darme ánimos en mi destino, no supe que con el pasar de las décadas, el sólo hablar era un presagio de muerte, nos habían silenciado a todos desde el poder mundial, nadie quería hacer literatura comprometida, no habían derechos humanos, menos libertad de expresión, hubo impunidad para matar si deba ser más claro, el Perú, decíamos desde las redes sociales: ¡no existe!

De esos tiempos cercanos al de ahora, hay nombres sagrados que no pueden ser mencionados, familias santas que no supieron qué hacer ante el terror y la falta de garantías, estábamos solos sin que nadie nos defendiera y, cuando escribo solos, me refiero a todos los ciudadanos del Perú.

Sólo en la calle donde vivo murieron 9 personas. Los gritos que nadie acudía, los lamentos, los llantos por las noches, los aullidos de los perros y luego, a medianoche, el silencio y un televisor apagado definitivamente.  Por supuesto que hubo gente que supo que esto no era cierto, eran los que compraban cientos de rollos de papel higiénico echando en cara a los demás en los supermercados: ¡me cago en tu muerte!

Las noticias filtradas que llegaban a Perú desde las redes sociales, lo que hizo España desde su canal de YouTube cuando un hombre aparecía para meter terror sin revelar la realidad de ese país: allí la gente hacía su vida normal: iban al trabajo, a la escuela, a los supermercados. Tuvieron que pasar 3 largos años para ver los videos de las ciudades más importantes d Europa como París, Madrid, New York, para percatarme que sólo pocas personas usaban barbijos, mientras que aquí en Perú, el que no usaba barbijo, era severamente multado. Esas imágenes de esas ciudades eran de las fechas de cuarentena y confinamiento en Perú. Los que sabían que el virus no existía, seguían trabajando, pero por orden del Estado, todo local comercial debía ser cerrado, nuestra economía se iba a la quiebra y, los periodistas revelaron de qué estaban hechos, sabemos que las putas se venden por unos cuantos billetes para hacer el amor sea con 20 o 100 hombres, los periodistas fueron peor que putas, fueron mercenarios al servicio de China y Xi Jinping.

Han pasado 5 años de ello y sé, todos los que llegan al poder en Perú se venden, a eso le llamamos democracia aquí.

Y quería ser escritor, presentándome con un poemario por donde iba, era 1989, no sabía que en el 2020 sería el poeta que sería silenciado, no por temer por mi persona, sino, por mis seres queridos. Nos fuimos al carajo en el 2021 y el resto, todos sabemos, es propio de una Historia del Perú donde nada sale bien.

Hasta antes del 2020 apenas tenía 8 libros publicados en formato físico que, mis amistades auspiciaban, de ahí en adelante, pasé de los 180 libros hasta ahora, había mucho qué escribir, como la memoria que no se corrompió, la que ahora nada quiere saber del discurso político, apenas recordarles estimados lectores que he perdido la cuenta sobre cuántos fines del mundo he vivido.

Y quería ser escritor y, el mundo me entregó todo lo que debía saber para escribir extensamente, sobre la experiencia humana, sobre lo que somos, sobre lo que hacen con nosotros, sobre lo que significa ser alguien que escribe sin pedirle autorización a nadie para hacer mi literatura, para escribir mis libros, si es que siempre afirme: “¡de la vejez no tengo ninguna duda, de la muerte más bien, tengo severas dudas y sospechas!”

Me queda ese recuerdo cuando con los vecinos de mi barrio, cantábamos a viva voz, el Himno Nacional del Perú, de Arequipa y de Mollendo, mientras en la puerta de mi apartamento, estaba pegada la bandera del Perú, porque estábamos haciendo resistencia contra China, contra Xi Jinping.

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