NO SERÁS IGUAL CUANDO RETORNE



 

Tú no puedes entender el bramido del mar por las noches, cuando uno estaba por conciliar el sueño y, el reventar de olas era tan claro como si fuera oído desde la orilla

Las muchachas exhibían cuerpos perfectos antes de zambullirse al mar y, eso, sólo lo conoce quien ha nacido en una ciudad donde el lugar ideal para crecer se parezca al Paraíso

Porque desde allí, se ve la Luna inmensa y roja por las noches o, todas las estrellas cuando hay apagón y domina lo oscuro

Es un lugar para entender los hechizos de la naturaleza, la historia milenaria de los hombres que cruzaron continentes para hacer negocios entre aduanas y comercio portuario, donde el Sol para esos primeros hombres lo representaba todo, cuando se hundía en el horizonte

Y entonces se podía tertuliar luego de acuerdos cerrados con los demás continentes sobre temas amenos dentro del Castillo Forga, construido sobre un peñón desde donde la nostalgia les evocó las tierras santas, los lugares de origen

Allí, en los primeros despertares, se hablaron más de 30 lenguas y, sin embargo, las gentes se entendían, podías afirmar con total seguridad que el mundo allí cabía

Porque cuando el verano y el otoño se iban, era muy común al mediodía elevar la mirada hacia el cielo y sentir que aún no despertaba el día o, que las nubes al nivel del piso provocaran ese olor a moho en las casas de madera de estilo victoriano, con gentes vestidas con trajes propios de la Bella Época y, no, no era Europa, era el Perú

Nací en un balneario donde los pobladores le hicieron llamar “Puerto Bravo” por razones históricas, la Guerra del Pacífico por parte de los chilenos, nos habían dejado esa estampa, con un blindado de guerra hundido y un ancla inmensa que permanece en la principal avenida

Era el lugar ideal para aprender a caminar y ensoñar al destino, para regresar bien tarde a casa sin sentir el miedo que se siente en las grandes urbes, un lugar donde al salir a caminar o hacer labores, te encontrabas con la misma persona 2 veces en el día y, el diálogo era necesario para convivir antes de agarrarse a golpes, lo cual, por cierto, hacía más grandes las amistades dentro de los códigos propios de Mollendo

Algunos eruditos dicen que muchas cosas ocurrieron después de la segunda guerra mundial, que cambiaron el nombre de El Puerto Bravo para que los judíos que emigraron de Alemania se sintieran más seguros, dejando de llamarse Möllendorf, para tener el nombre que ahora tiene, dicen los que ignoran, Mollendo proviene del árbol Molle o de una cultura precolombina de la región, aunque en realidad, con el pasar de los años y las generaciones, todo se pierde en el recuerdo y el vago aliento de lo consumado: sexo en la primera etapa de la vida hasta madurar y tener hijos, laborar y regresar al hogar donde se hablaba en voz alta y, los secretos no existían allí

Dicen los que comentan mi obra, sin duda no se equivocan, empecé a escribir en serio, frente al mar, una tarde de invierno, cuando mis preguntas eran tan incontestables como el mismo universo, retando al mar con mis escritos, si alguien conociera de su bravura, si alguien hubiera recorrido el Mediterráneo o El Caribe, las costas del Atlántico o los temibles oleajes en el Estrecho de Magallanes

Porque sin saberlo, cuando partimos hacia otras vidas, ciudades o destinos, ignoramos los que somos adolescentes según sea el caso, al retornar con el tiempo, lo recordado ya no existe, tal persona hace tiempo ya no está, esas casas ya no existen, ¿dónde están las gentes que conocí?

Muy cierto es que allí el silencio no existe y, no porque los vecinos estén en sus frenteras sea la estación que fuera, hasta medianoche, dialogando o jugando ludo, hay un canto susurrante que envalentona al corazón y fragua el temperamento que debe ser calmado por las aguas más heladas, es un estertor que se lo ha llevado todo para finalmente vencer a los “Cimachos”, a manera de canto de cuna para adentrarse en sus casas y caer rendidos sin que cesen las olas, ese concierto de la naturaleza que sólo es reconocible por quienes nacimos allí

Porque al cerrar los ojos, tememos que el mar se salga

Y brama, brama el mar

Y así dormimos todos, hasta el día siguiente, sabiendo que aún estamos vivos, que no hubo maremoto

 

 

 

 

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