ESCRIBIR HASTA CUANDO NO RIMEN LOS VERSOS
Naturalmente, como todos, pensé que nada podía detenerme
Y también me entregué de lleno, con excesiva fe
Y muchos creyeron en mí, al dar mis pasos repitiendo con entereza y
determinación: ¡Sí se puede, sí se puede!
Largas son las horas del recuerdo, memorias dulces donde supe de mis
limitaciones, del saber que por más que bregué uno con todas sus fuerzas, hay
fronteras que no se pueden cruzar.
Para unos y otros, los recuerdos son así, para los más afortunados, es
una dulce sonrisa en silencio, mientras se contempla al tiempo pasar.
Dentro de mis metas, lo que quise, lo logré sin corromperme o venderme,
así se hizo notoria mi fama de incorruptible, del que tiene convicciones más
fuertes que el sucio dinero.
Si no me casé, más razones me dan las mujeres para no hacerlo, lo cual
no quiera decir que haya renunciado a ellas, esas muchachas de la vida alegre,
cuyos nombres nunca conoceré, saben hacer bien su trabajo, al momento de jugar
al amor sin ningún miedo.
Cuando en una ocasión, contemplé la noche más oscura, no pensé que una
noche sería el más fuerte y, es por eso que respeto a la noche, territorio de
guerreros natos, donde se libran batallas en nombre de la memoria humana, de lo
que somos, de la esperanza.
Quizá quise demasiado o, quizá creí mucho en los libros que leí o, más
aún, en mis escritos, ¿no llega siempre la hora en que el escritor se ve
enfrentado contra sus escritos como afrenta o venganza del destino?
A mis 53 años sé que fue real y qué imposición. ¿Por qué debía cambiar
al mundo?, ¿no sabía que un solo hombre nunca podría contra miles de años de
civilización construida en base a saqueos, guerras y traiciones?
Sueño loco que la juventud cuando mis brazos creían poder ir más lejos
que el cielo al cual pretendía tocar, ¿lo intenté todo? En mi momento serio, es
grave y solemne mi afirmación, porque la respuesta es un contundente sí, en una
larga historia humana donde pocos pueden contestar con un sí.
Miro con calma a las nuevas generaciones, mientras contemplo mi pasado:
ellos no nacieron con el sino de demostrar lo insuperable, apenas destinos que
crecerán y llevarán una vida normal, sin muchos ideales, complicaciones o
anhelos que nada tienen que ver con las luchas donde uno cree aún en la
justicia.
Vi muchas veces los ojos más hermosos sin saber que era admirado, vi el
amor muchas veces en ellos y supe que fui bendecido contra todo pronóstico. Algún
enfermo señaló para mi destino ser el poeta que murió llorando porque ninguna
mujer le amó, porque las glorias personales hieren a los infelices, si he
tenido miles de veinteañeras a mi poder y puedo ir por más. ¿Crueldad o celos?,
¿envidia o mediocridad?
De facto hasta ante la muerte, escribo con la autoridad que otros no
tienen, ¿era poco querer proclamar la paz mundial o un Perú mejor?
Nada es suficiente para el poeta que entiende en la madurez qué es la
palabra, qué es ésta con los hombres, qué escribimos, cuál es nuestro verbo.
¿Soñaste con lo imposible alguna vez? Te diré que en el retorno de los
caminos imposibles, se escribe mejor. Y así escribo.
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