¿HALLASTE TU RESPUESTA A TU ESTAR AQUÍ?
No significan nada para mí los besos
Lo mío es penetrar vaginas de paredes estrechas
Vulnerar la inocencia de muchachas que empiezan a vivir
Citarme a ciegas sin saber con quién haré el amor
(Haber juntado dinero desde la quincena anterior aumenta mis expectativas)
Mejor dicho, no sólo entrar en ellas físicamente, también mentalmente
Aunque sólo sea un vago recuerdo
Un rostro borroso entre miles de rostros borrosos que la han de hacer
suya
-he visto muchachas muy bellas en cabarets, echadas sobre sofás de
terciopelo rojo, contemplando el vacío, con un aire de relajo y libertad, muy
lejanas de sus ciudades de origen, siempre dispuestas a viajar de ciudad en
ciudad, no las he visto arrepentidas, sin duda ese estilo de vida les agrada
sin ningún tipo de hipocresías –
Me parece extraño besar a una muchacha, me parece placentera la fricción
de mi penetración en quienes recién empiezan en la vida alegre. Sé que no las
volveré a ver. Sé que ninguna de las partes desea lo mismo. Soy un antojo,
ellas, una necesidad como cuerpo ardiente, con entrañas que botan fuego, con
bastante secreción vaginal, propio de las que se excitan de inmediato.
No soy de besos ni, tampoco el hacer el amor con muchachas de más de 22
años, de 18 en adelante sí, pero hasta los 22 años, a esa edad, las muchachas
de la vida alegre ya son unas gurús del sexo, lo cual no está mal, lo malo es
que sus excesos les han conllevado a tener paredes vaginales muy abiertas,
adaptables a algunas posturas donde sus piernas estén bien cerradas, sean boca
arriba u boca abajo, mientras entro y salgo de ellas, son inservibles para las
demás poses: es la fricción lo que excita la dominación, posesión, la calentura
de saber que se está con una muchacha que recién está nivelándose en la vida de
sus demás compañeras de trabajo.
-a mis 21 años, una mujer egresada de una universidad, con la misma edad
que yo, no hallaba trabajo, salíamos de una entrevista laboral y, sabíamos, era
otra estafa más, una pérdida de tiempo, entonces me dijo: “me volveré puta, no
veo otra manera de ganarme la vida” –
Hace unos años atrás, cuando otras mujeres leyeron mi novela Un hombre
soltero, cuyo tema es el sexo y la vida alegre, me confesaron que estaban
tentadas de meterse de putas también, para ser felices, a pesar de tener buenos
trabajos.
Abres la puerta de la habitación del hotel y la vez ahí en bragas,
acomodándose el cabello largo y castaño, observo su derrier y sus buenas
piernas, siento el olor de su sexo que aún no tiene dos décadas de vida: “sigue
mis indicaciones y nos entenderemos”, naturalmente sé que el tipo de clientes
que tienen no son muy agraciados, la muchacha me observa, sonríe y me dice: “nada
de besos ni sexo anal”, la miro y añado, “está demás decirlo, sé cómo es esto”
y, el resto es hacer el amor hasta perder la noción del tiempo, hasta no saber
cuánto tiempo hemos tenido sexo hard
core, sexo que les encanta a las que tienen 18 años, más aún si viene de un
hombre de 53 años que conserva su aire de bien parecido.
¿Y eso es todo?, ¿después del placer consumado, es todo?, ¿no hay más
nada qué pedirle a la vida?, porque la sensación de felicidad dura horas y uno
está tan lleno de eso que se lo quiere comentar a todo el mundo, esas ganas de
llamar a la muchacha para conversar sobre lo bien que la hemos pasado, pero ese
no ha sido el trato, es sólo sexo por dinero, no amistad ni diálogos íntimos,
diré que es la parte fría de estas experiencias mientras mis amistades me
preguntan: ¿tanto sexo con tantas mujeres, no te aburres?
Escuché esas expresiones en un bus de retorno a la ciudad donde radico,
el hombre que acompañaba al chofer decía con total confianza: “he tenido
demasiado sexo, ya no tengo más ganas, he disfrutado hasta decir basta”. Sé que,
en una relación de pareja, la atracción se acaba, que ambas partes terminan por
saciarse, mientras se miran con tristeza, evocando los tiempos que se pensó,
eran inacabables, cuando la pasión parecía serlo todo. Luego, la que fue la más
sexy, la más bella, la que uno embarazó, perdió su misterio, su encanto, la
fuerza irresistible de hacerle el amor todas las horas del día.
Entonces, si no es el orgasmo la respuesta, ante nuestro estar aquí,
¿cuál es la respuesta?
Huele a sexo en la ciudad por las noches cuando uno sale a caminar, unas
parejas recién empiezan, otras terminan, otras se son infieles y eso deja de
afectar, otras se separan definitivamente. Enciendo un cigarrillo mentolado,
paso por un casino que atiende las 24 horas del día, veo a una sesentona
jalando del tragamonedas como un acto mecánico, pareciendo no importarle ganar
o no ganar, sólo mete monedas tras monedas mientras bebe de su vaso con whisky
y fuma un cigarro. Me retiro, observo personas solitarias sin expresión en los
rostros, observo a las creaturas de la noche, las que son propias de la
endogamia: rostros y cuerpos deformes que sólo están a buen recaudo de noche,
donde nadie les puede observar con extrañeza y miedo. Veo mi celular, me entero
que hay guerra declarada en el medio oriente. Agradezco por contar con buena
salud, apresuro el paso sin saber a dónde estoy yendo, escucho desde interiores
risas de jóvenes que la pasan bien entre música y luces de colores. Hay bebedores
por todas partes a medida que ingreso a la zona más céntrica de la ciudad, doblo
hacia una calle que esté vacía: una turba de muchachos hinchas de un club de
fútbol causan destrozos por donde van mientras que un patrullero policial les
sigue. Llego hacia el puente que cruza la ciudad: una pareja de enamorados, de
lo más tranquilos avanzan sin prisa besándose con mucha ternura, pienso cuánto
durará ese idilio. Veo la hora en mi celular, me acerco al paradero, llamo un
taxi, retorno a casa. Tuve buen sexo y me sentí muy feliz, mas no hubo nadie
con quién compartir mi alegría, parece un vacío extraño, se supone que esto es
el amor o, el tenerlo todo sin tener que enamorar a una muchacha hasta
conseguir todos sus favores. Me he quedado con miles de palabras sin haberlas
expresado, ¿cuál es entonces la respuesta?
En mi caso: escribir. Por supuesto que, llegado el momento, todos hallan
su propia respuesta, sé que toma su tiempo, sé que es duro alcanzar esa
respuesta, mientras observo a la Luna en lo alto del cielo nocturno, no, volver
a convivir, no, no es una buena idea. Prefiero escribir hasta decir todo lo que
quise decir en un diálogo íntimo con quien hice el amor y de quien no sé nada. Pienso
en la guerra declarada en el medio oriente y me digo: ¿y todavía pides más,
señor escritor?
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