LA MUSA SIN NOMBRE






Y qué era lo que querías entonces de mí. La muchacha prendió un tabaco mientras se acomodaba contemplando el atardecer, parecía no importarle lo que le preguntaba, entonces me miró a los ojos y me dijo: mi tierno bebé y, de inmediato empezó a acariciar mi cabello mirándome como se mira con el amor. Deja de hacerlo, no me gusta que me toquen. Ella insistió y sentí de inmediato una erección. ¿Hay una fórmula para el amor?, Poeta, te has quedado callado, ¿o prefieres a esas muchachas que han leído muchos libros y repiten frases aprendidas para aparentar ser inteligentes, ¿no quieres hacer el amor otra vez?, mira que podríamos hacerlo en medio de la campiña, entre el olor a pasto húmedo y la neblina, tendrías una buena historia más qué contar. La botella de cerveza estaba sobre la mesa, ella la había ordenado, llenó uno de los vasos y con acento victorioso recalcó: ¿así que dentro de tus reglas está el no beber? Mordió sus labios mientras dejaba su escote un poco más descubierto, esos senos eran los más grandes que había conocido. ¿Te gusta de mí solo mis senos?, anda, vamos, sabes que no es lo único que tengo, ¿pensabas que podías pasar por todas las muchachas peligrosas sin que ninguna de nosotras te derrote? Voltee el rostro inútilmente, volvieron mis ojos sobre sus labios pequeños, mis manos parecían, querían irse sobre esos senos otra vez, ¿qué sucede?, pensaba, porque también tenía ganas de hacer el amor sobre el pasto húmedo. ¿Sabes lo que es una Musa, Poeta?, porque no he leído nada de lo que has escrito mientras batallabas con tu miembro viril erecto y mis horas de ausencia, sé que solo piensas en hacerme el amor sin parar, ¿no son los hombres creaturas fáciles de doblegar? Entonces se trató de ello, ¿una apuesta? Sus dedos jugaban con mi cabello y acariciaban mi rostro, sentí algo muy fuerte en mi corazón, como extrañarla cuando ya no estuviera, otras imágenes cruzaron por mi mente: hacer el amor sin detenerme hasta olvidarla. Pero igual, no podrás, Mauricio, mi sumisión es ideal, querrás hacer el amor con ellas como me lo haces a mí y no hallarás mi olor en ellas, ¿qué harás, escribir un libro páginas tras páginas todas las noches?, ¿qué ves en mis ojos Escritor?, ¿no era aquello de lo cual tanto te protegías?, no tienes por qué temer, sabes que después de mí vendrán más muchachas, ¿podrás pronunciar el nombre de ellas mientras pienses solo en mí? Prendí un tabaco y tuve ganas de tomarla del cabello con fuerza, era un impulso que ya no podía controlar. No, no me gusta que me tomen así, ¿acaso cuando hacemos el amor no lo has hecho muchas veces?, ¿y después qué?, ¿tener orgasmos?, ¿eso es el amor?, ¿el amor era para ti solo poseer unas tras de otras?, ¿no pensaste que el juego un día se acabaría? Mordía sus labios mientras con una mano debajo de la mesa tocaba mi miembro viril erecto. Dime qué sientes, ¿te agrada que haga esto, no?, puedo succionártela ahora delante de todos, ¿no sería ello para ti otra victoria?, claro, una historia más para ser plasmada en tus escritos de amante latino; y si te digo que ya no deseo hacer el amor contigo, que me cansé de ser solo tuya, ¿perderás la cabeza?, mira, puedo escoger el hombre que desee en este momento para hacer el amor en tu delante sobre el pasto húmedo entre la niebla, ¿aceptarás verme?, porque no te estoy pidiendo permiso para nada, soy dueña de mi cuerpo, ya no tienes dominio sobre él como sí yo lo tengo sobre el tuyo, ¿tenía que haber leído a Ulises solo para saber cómo ganar en estos territorios? Se levantó de la mesa sin decir más nada, pasó por la mesa de un par de muchachos que bebían y le dijo algo al oído de uno de ellos que empezó a reírse mientras me miraba. Ese trasero era realmente una delicia, cuántas veces había sido mía, pensé que era ella eso: piernas, trasero, senos, sexo, rostro, la juventud de una muchacha de 22 años que estaba perdiendo la noción de la realidad. Calé mi tabaco mientras el muchacho se levantaba y la tomaba de la cintura, la abrazaba en mi delante, empezaba a besarla y, ella se dejaba, la besaba en esos labios con los que ella me hacia el sexo oral a mí. De pronto ella le puso una mano en el pecho como diciéndole: detente un momento, ya regreso. ¿Te dejarás amar?, ¿dejarás que entre en tus sentimientos?, ese muchacho ha caído fácilmente ante mí, se ha rendido, pero descuida, él no me intriga tanto como tú, no atrae mi interés, es demasiado fácil, como lo son todos, ¿no? El muchacho se levantó de su mesa y se acercó a la nuestra y la sujetó de un brazo tratando de llevársela. Ella sacudió su brazo y le dijo: ya no quiero contigo. Se desconcertó y enfadado no supo cómo reaccionar para finalmente decirle: ¡eres una zorra! Sí y, eso te gusta de mí, ¿no?, porque si ahora decido irme contigo, sé que me aceptarás, ¿harás todo lo que te pida? El muchacho se quedó callado por un momento, se le notaba excitado y con deseos de hacerle el amor. Se quedó allí parado mientras decía: ¡de aquí no me muevo hasta que te vayas conmigo! Calé de mi tabaco mientras contemplaba la botella de cerveza, a un lado estaba mi agua de soda y mis deseos de mandarlo todo al carajo. Me levanté sin que me importe nada de lo que ocurría, me dirigía al baño pero sin decir nada. Ella se asustó y me sujetó de un brazo. Voltee a verla y le dije: lo tienes a él, quédate con él, mejor me marcho y no te tomes la molestia en llamarme, siento cierto placer cuando suena el celular y no lo contesto. ¿Ese hombre te está molestando? Dijo el muchacho. Ella empezó a llorar y a decir: me maltrata, me hace mucho daño, soy infeliz a su lado, ¿puedes sacarlo de mi vida por favor?, me siento muy mal. El tipo quiso darme entonces un golpe al cual esquivé mientras tenía dominado su brazo con mis manos. Es toda tuya, no me gusta la violencia, yo me marcho. Avancé unos cuantos pasos, ella dejó de llorar mientras que él no la dejaba de abrazar y tomar de su cuerpo. Ella lo abofeteó  mientras gritaba mi nombre y me pedía auxilio, ayuda, calé un poco más de mi tabaco, pensé que el amor no era una buena idea, tomé el camino por donde pasan los taxis, subí a uno, el celular no dejaba de sonar, pensé que estaba ella loca, porque lo estaba, ya que al voltear, ella estaba dentro de otro taxi siguiéndome. Pare le dije al taxista. Le pagué. Bajé y ella hizo lo mismo. Lloraba pero no le creía. Deja de hacer eso, que no me lo creo, ¿hay algo que pueda hacer realmente por ti?, qué es lo que quieres de mí. ¿Puedes sentir al menos un poquito de celos? No, no puedo, tampoco puedo amarte, es más, no quiero amarte. ¡Eres malo, muy malo!, me haces daño, ¿quieres destruirme, eso es lo que quieres? En realidad solo quiero estar en mi apartamento y descansar, descuida, haré como que nada ha ocurrido, puedes estar tranquila, no te buscaré. ¿Ves?, siempre me amenazas, tu manera de manipular y jugar con mis sentimientos me enloquece,  ¿no tienes un poco de amor para darme? De pronto se bajó el escote y me  mostró sus enormes y bellos senos, el olor de su sexo era intenso. ¿Hacemos el amor, amor?, te necesito, no me dejes así. Puedes hacer el amor con quienes desees, vuelve al restaurante, allí los muchachos querrán ser felices contigo y es muy seguro que se enamoren de ti. ¡Pero eso no es lo que quiero, te quiero solo a ti! Tomó mis manos y las puso sobre sus senos, estaban muy calientes, cedí, los apreté, tuve ganas de morderlos, besar esos pezones tan nacarados, estaba bien erecto. La tomé de la mano, paré otro taxi mientras le acomodaba el escote, le había ordenado que guardara silencio, empecé a dominarla otra vez, ¿harás todo lo que te ordene? Sí, me dijo ella con una voz muy sentida y femenina, ansiosa de placer, sexo.
Hicimos el amor sin detenernos hasta el anochecer. Hasta que le pregunté: ¿qué es lo que quieres de mí?, sabes que no me enamoro nunca. Ella prendió otro tabaco complacida por los momentos de placer que habíamos tenido, se levantó de la cama, se vistió y tiró su celular sobre la cama diciéndome: quédatelo, esto se acabó, ya tengo lo que quise. Y se marchó. Ella solo quería ser la Musa, de alguna manera me dio días intensos de vida para escribirlas, con la salvedad que no sé su nombre, ni tampoco deseo saberlo.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco



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