EL AMOR ES SÓLO PARA PRIVILEGIADOS


 


Entonces el Presidente de la Cámara de Comercio me dijo: “¿es triste, no? Le había dicho que estaba enamorado y era correspondido. No entendía por qué me dijo que el amor es triste.

Debo señalar que fui educado para ser escritor, no para hacer labores propias de los hombres que se juegan la vida en los trabajos. Él era amigo de mis padres, eran de la misma generación, sabía bien que estaba por experimentar el ritual más trascendente en la vida de todo hombre.

Los que han vivido mucho, sobre todo las mujeres, dicen que amé de verdad. Supe pues de la impotencia de ser sólo un buen amante, un buen conversador, alguien que se aferraba a los momentos dulces de la convivencia, un poeta que no se acostumbraría a apartarse de quien le mostraba la vida en su expresión más dura: tener que buscar trabajo y saber que éste era peleado por otros más que también estaban enamorados y, necesitaban el trabajo para mantener a su novia, esposa, hijos, lo que fuera. Era la competencia entre unos y otros para ganarse el derecho a ser feliz.

Acostumbrado a tener todos los gastos pagados, prefería el placer de hacer el amor 15 veces al día, a tener que rodearme de personas en ambientes laborales donde nadie se quería entre sí como compañeros de trabajo.

Normalmente después de tener hijos y saber de la demanda de gastos que ello implicaba, los varones emigraban hacia otras ciudades en busca de mejores trabajos para poder darles lo necesario a sus hijos y mujer. Parecía un acuerdo, un trato, amarse por unos meses, para después, irse de donde uno es, para buscarse el destino en tierras lejanas, sólo evocar los momentos bellos compartidos, ver el retrato de las fotos de los niños, de ella, saber que uno debía acatar todas las órdenes inaguantables por un jefe que no era feliz.

Así nadie puede amar, así no se puede amar.

Volver cada fin de mes si se puede, para ver el amor cómo se volvía con el tiempo extraño, ajeno, con niños que le decían a uno papá pero sin afecto, como un deber a cumplir, mientras se pensaba en los dobles o triples turnos de trabajo, sólo para tener dinero que sería usado en gastos familiares.

Es la historia de la humanidad en este lado del mundo, ser felices por poco tiempo, luego irse para meditar si eso es realmente la vida.

“He vivido poco y me he cansado mucho”, es la frase que más escuché en todos los trabajos que tuve y dejé, porque siempre tenía dónde retornar, si acaso mis padres me decían: Mauricio, tú eres escritor, no tienes por qué desperdiciar tu vida en trabajos donde todo lo que tenías que aprender para tus escritos, lo has aprendido en una semana, ¡para esto no te hemos dado vida y educado!

El Presidente de la Cámara de Comercio, padre de familia y con poder, afirmó algo más: “me pasó lo mismo a mí, a veces pienso que el verdadero amor es una maldición, porque ése es el que nunca hacemos realidad, pero bueno, qué más da”.

Llorar frente al mar y saber que se es feliz en una ciudad donde el paisaje es idílico, para saber de los fracasos de todos los que se amaron, los que pensaron que era todo un juego, hasta verse de pronto atrapados en un enmarañado de sentimientos donde la existencia enfrenta al ser humano ante lo imposible de la manera más cruel. ¿Debía testimoniar eso?

Muchos años después, la terapeuta que me trató un tiempo, al verme en el hospital, sacando cita para recibir mis calmantes, emocionada y asombrada me dijo, al verme libre y despreocupado: “¡Mauricio, no te casaste!”, “¿cómo sabe eso?”, le pregunté, ella de inmediato me expresó: Mauricio, es fácil reconocer a un hombre soltero y a un hombre casado, ¡has vencido lo más difícil de vencer!, supongo que ahora debes tener muchas mujeres, es la Ley de la vida, le respondí mientras nos despedíamos de ese breve encuentro.

Dejar ir al verdadero amor para estar con todas las muchachas veinteañeras que sólo piden placer sin complicaciones, sin necesitarte todos los días, sin reclamar exclusividad o que tengas que trabajar.

Alguna vez y fue hace mucho tiempo, conocí lo que todos conocen como un privilegio que nadie logra consumar, si existiera alguien que se quedara con su amor verdadero, dentro de todas mis interrogantes, me respondieran muchachas extranjeras que, ellas sí conocieron al amor de su vida pero, no fue suficiente, querían saber de otras relaciones, dentro de todos los arrepentimientos posibles, sólo por ser seres humanos que no valoramos lo que se nos da, para ser los veteranos del placer, los que rendimos culto a los goces de la carne, los que hacemos turismo sexual con cada nueva amante, esas solitarias personas que van caminando a paso lento por las calles de noche, buscando alguien para amar, para sentir placer, por haber descubierto que después del gran ritual, el amor duraba unas horas, lo que fuese la intimidad, lo que es propio de los adultos, los que sabemos, con cada una se vuelve amar, pero sin miedo, sin que sea mortal la experiencia, sin que doliera en el alma, como alguna vez nos pasó.

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