EL ESCRITOR QUE ESCRIBE SIN CENSURA

De Julio Mauricio Pacheco Polanco febrero 10, 2019 No había nada qué decidir, la tranquilidad de la noche me dejaba las cosas en claro, no quiero cambiar mi estilo de vida, no ha nacido la muchacha que me hiciera dudar. Probé un poco de mi taza con té inglés mientras calaba mi tabaco mentolado luego de haberme lavado los dientes con DENTO anti caries, cuido mucho mis dientes, no me imagino tener 95 años sin poder comer carnes que deba masticarlas bien para poder saborearlas, nunca las dentaduras postizas fueron garantía alguna ante los platos más deliciosos de la región. Había estado recostado en mi cama y el silencio agradable me dejaba laxo, con el deseo que esta soledad fuese siempre así, ¿se había endurecido mi corazón, o padezco de un desgaste en torno a las relaciones íntimas con las mujeres?, no lo sé, lo cierto es que mis apetitos carnales me conducen siempre hacía nuevas muchachas para ser feliz en los lechos donde hallo la sabiduría que se requiere para vivir sin tener compromiso alguno, sin querer renunciar a la vida que llevo. Al levantarme de mi cama y ver todo dispuesto en el orden que yo lo propongo, el aire con aroma a tabaco era agradable después de largos días de lluvia. ¿La vida?, si fue descubierta por las demás personas, puede que sí, puede que no, eso me hizo pensar en la vida de los escritores a los cuales nada emocionante les pasaba, si acaso el sexo lo es para mí, sobre todo cuando es practicado con muchachas veinteañeras que gustan de tipos maduros y grandes como yo. Suerte la mía de estar a 3 años de contar con 50 años y darme el lujo de saber de esas muchachas que tienen preferencia para con los hombres adultos, los que no quisimos tener hijos y tenemos costumbres de caballero sin el ánimo de perder la libertad ansiada por muchos varones que, cansados llegan a sus hogares y absortos en la rutina, le llaman pasión a cosas insignificantes que a mi entender son muy cursis y carentes de la violencia que se requiere para hacer sentir mujeres, a sus mujeres. ¿Puede el entusiasmo de un amor durar un día? La verdad que no es la primera vez que me pasa esto y en ello no guardo culpa alguna, soy así y, así se me conoce. No me complico la vida afanando a mujeres que no me pertenecen y no me complico tampoco la vida cuando se trata de elegir a la muchacha con quien quiera tener intimidad en el día que yo elija. Porque en el esperar que transcurra la noche, hallo placidez en estos momentos de ocio donde puedo dedicarme a realizar lo que es mi vocación de Escritor, porque si bien, otros varones de mi edad viajan y recorren el mundo, entiendo que sus vacaciones son cortas y estresantes, como si todo se resumiera a las apariencias e hipocresías desde las que esforzadamente tratan de hacer ver a los demás que son felices. Y no es que tenga fobia a tener niños, que cada quien tuvo sus razones para tenerlos, si fue en accidentes como se les llama o por pasión desmedida donde se creyó que el sexo era amor, porque regresar del trabajo para luego estar frente a una mujer que viene con el discurso de los niños, los gastos y las demás obligaciones donde se debe afrontar una vida donde se debe hacer más dinero porque éste ya no alcanza, me deja la sensación que el abatimiento y el cansancio puede más que el deseo de hacer el amor ante la imperiosa necesidad de solo querer dormir sin que la esposa ronque o tenga apetitos sexuales donde ya no hay atracción. No sé, me entiende lector si es que ésa es una de mis razones del porqué no repita de muchacha cuando tengo sexo, que igual da, ya que cada quien va en su propia realidad y cada casa es un mundo desde donde las cosas que suceden siempre serán un misterio sagrado que es celosamente cuidado para no dar pie a desdichas o carencias de pasiones u otros problemas. He pensado en una vejez amable para conmigo mismo, con el rostro más lleno de arrugas y mis escritos, en la potencia de mi vigor sexual sin desmayo hallado ya el secreto de la vida, el que solo pueden disfrutarlo los libres como yo y, no encuentro arrepentimiento alguno en mis decisiones. Por lo pronto, pruebo un poco más de mi taza con té mientras pienso en la muchacha con quien haré el amor el 14 de febrero, si es que tenga deseos de hacerlo o, para variar, el sexo sea un día después, para aprovecharme de las venganzas, de esos San Valentines donde hay más peleas sobre celos y discusiones que amor, si acaso las revanchas son platos que puedo servirme, porque detrás de cada mujer que traiciona, hay un deseo malsano de herir a quien no sé por qué razones no cumplió lo que se debió cumplir, si es que alguien sabe realmente qué es lo que pasa por la cabeza de las mujeres, cuando se trata de convivencias o relaciones de pareja, así sea desde hoteles donde buscarán consuelo, sin que naturalmente sepan mi nombre verdadero o, les deje bien claro que todo servicio debe ser pagado, que no acepto encuentros donde no haya tarifa que deba cancelarse, ya que no consiento otorgar el derecho de tener sexo, si es que éste me involucre en una relación, que sinceramente, no deseo tener, teniendo tantas muchacha para elegir, si es que ellas, nunca se acabarán. Julio Mauricio Pacheco Polanco Escritor Todos los Derechos Reservados para Julio Mauricio Pacheco Polanco

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