AUTISMO



¿Yo era autista? Mis habilidades creativas fueron reconocidas de inmediato por mis profesores, solo hallo esa explicación al porqué acabé mis estudios secundarios cuando solo me dedicaba a escribir en clases, componer canciones, o dibujar. Fuera del mal comportamiento que tenía, a mis 15 años, cuando los muchachos de mi generación debutaban sexualmente, sea en burdeles o con sus enamoradas, yo no tenía ánimos para salir de casa, más bien, hacía mis propias maquetas de estadios, donde con las chapas de las gaseosas a quienes les pintaba camisetas de clubes y les ponía el número de su camiseta, en esos días plácidos de verano, en el dormitorio que daba a la calle, narraba apoteósicos partidos de fútbol estando las ventanas abiertas de par en par, relatando memorables partidos que fluían de mi imaginación, ante la perplejidad de los muchachos más mayores que yo, quienes me veían con asombro, porque mi voz podía ser oída casi a media cuadra de distancia cuando gritaba goool, cuando con el pasar de los días, al pasar estos muchachos por mi casa, también gritaran goool mientras festejaban algo que creo, fue original.
Mi profesora de primaria siempre me sentaba en una carpeta muy cercana a su escritorio en el salón de clases, me alentaba a perder el temor al público haciéndome declamar poemas desde los 6 años por sugerencia de mi padre, ya a los 7 años hacía teatro. Sin embargo no tenía ese miedo escénico que ya en la universidad lo noté en alumnos brillantes que, temían hablar en público.
Era algo excepcional que con mis 16 años, tuviera un programa radial y me expresara con una voz clara, rápida y agradable para los radioyentes, cuando compartí mis gustos musicales en ese verano cuando las radios estuvieron de moda en El Puerto Bravo de Mollendo y, era inconcebible el hecho que las muchachas fueran a buscarme a la radio y, yo empezara a temblar, hasta  esconderme en la cabina de radio, a negarme salir a recibirlas. Tuvo una muchacha de belleza extraordinaria tocar la puerta de mi casa para pedirme que fuera su enamorado una noche inesperada cuando fueron así mis primeros besos.
En la Facultad de Arquitectura, causé alboroto por mi peculiar forma de ser, no solo había leído demasiado, sino que creía que lo podía todo y, sin saberlo, vivía mi propio mundo, una realidad propia, no solo al momento de enamorar a las muchachas en presencia de los comentarios escandalizados de los muchachos presentes o la atención de las muchachas que secretamente celebraban mi libertad. Por eso, cuando conseguí el apoyo de 8 Decanatos, para publicar una revista multidisciplinaria en la que era seguido por los representes de los Centro de Estudiantes de las Escuelas más importantes de la universidad, considerando que ésta tenía en esos entonces algo de 30,000 estudiantes, mis entrevistas con los Decanos dejaron solo una certeza: la determinación, porque notaba que los Delegados de cada Centro de Estudiantes, no hablaban nada en dichas entrevistas, tartamudeaban y, yo no entendía por qué. A mis 25 años era alguien en quien las demás personas creían, alguien que decía, ¡lo vamos a hacer!, y los pasos siguientes eran ir tras el propósito, en compañía de quienes creían en mí. Todo despertar puede ser brutal, sobre todo cuando lo haces en medio de 30,000 personas ante las que te has hecho conocido, como me lo dijera el profesor de Teatro de la universidad, quien me advirtió ante mi ignorancia que, me iba a ser conocido con el proyecto de la revista en menos de dos días por toda la universidad.
Mi refugio en los libros, mis escritos de los noventas, ese millar de páginas llenas de incoherencias donde valoro el estado puro de alguien que solo tenía un amigo y enamoraba a las muchachas desde las Bibliotecas o las plazas, me señalaron como alguien diferente. Mi mundo propio quizás era un misterio hasta la noche en que el destino me llamara y se supiera qué había dentro de mi corazón en medio de una ciudad que tenía en ese entonces, un millón de habitantes, cuando no venció el silencio. Quizá por eso, las personas que entraron en mi vida, se comportaron como fieles amigos, cuidadosos en el trato, inspirados en quien les recordaba su niñez o el amigo que siempre buscaron cuando se sintieron solos. Porque si bien el trato con la gente que conocí no era constante, porque aprendí a vivir en soledad, siempre aparecían mis amigos cuando estaban en la experiencia límite, a pesar de no tener las respuestas que ellos a sabiendas buscaban, quizá solo querían tenerme presente, en el momento extremo, cuando ya no se puede más y se tiene esa certeza, que se tiene alguien con quien contar.
Sí, fue horrible la soledad y, fue magnífico mi esplendor y, es más plácido el poder dedicarme a lo que de pronto, entiendo de manera consciente, pueda serle útil a las personas que me lean, porque eso me pasó a mí, cuando estuve solo en el mundo, y al leer a los autores de la Literatura Universal, me di cuenta que lo mismo les pasaba a ellos, que tenía muchas razones para seguir leyendo todos los días y ser amigo de luchadores sociales, poetas y filósofos que dentro del mundo, visionaron el mundo que yo quería vivir.
Es extraño, solo salgo de casa para hacer el amor o para reunirme con amigos que a tiempo supe cuidar, ser medido en mi conocimiento y, alentarlos en sus metas, porque aprendí algo con el tiempo desde mi propio mundo: condicionar en las demás personas sus virtudes, porque eso mismo hicieron conmigo los libros, la gente que me apreció y aprecia, cuando se dieron cuenta que no era egoísta, era alguien, o soy alguien, que vive su propio mundo y, es feliz.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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