Julio Mauricio Pacheco Polanco (EL VARÓN QUE RECUPERÓ SU FELICIDAD)

Para no solicitar amor Asegúrate de tener 3 amantes fijas que ansiosas esperen tu llamada, Para evitar estar marcando vanamente un número de celular Asegúrate de tener siempre lista a una de tus amantes para salir del apuro. Ni más de 3 llamadas si es que ella se hace la desentendida Ni tampoco promesas de amor donde se estipule una relación Es tan fácil borrar de la agenda del celular a una muchacha que se haga la desentendida. Dirás que no es fácil, que 3 es mucho Pero es mejor tener 3 amantes a llamar a cada momento a una que no quiere ¿Celos?, si ya sabes todo sobre el sexo, entonces no tienes nada sobre qué preocuparte La vida puede caber en una habitación si la intimidad es buena Que unas aparecen para luego irse Pero siempre habrá 3 amantes dispuestas a saber de uno Ellas no se quejarán del humor a tabaco mentolado Y sabrán hacer el amor como una enamorada A sabiendas que solo soy yo el que puede llamarlas. Cosa de ser compartido y

Algunas personas leen porque no tienen nada qué hacer Así, un domingo sin novedades es repasar la biblioteca y ver qué bueno hay en el elegido Porque si son 800 páginas, el autor debe prometer una buena lectura. Siempre dejé y no me arrepiento esos libros de centenas de páginas Algo les faltaba, en ese entonces no lo sabía bien Una prosa pesada que traía la fama de lectura obligada O el morbo propio de autores misántropos que odiaban al mundo y sobre ello escribían. Entiendo bien que a los 20 años la vida no es fácil para todos Que se buscan excusas para decirnos unos a otros: todo está mal, Los autores lo repetían constantemente detrás de sus historias aburridas Y así, un domingo aburrido era un domingo sin   muchachas Un domingo para leer y tener tema de conversación así sea en borracheras. La mayoría de escritores que he conocido han hecho eso Leer para luego embriagarse y jugar a ser los sabios. La palabra aún no dicha no necesita horas de

En realidad no le di el alcance preciso cuando el catedrático, dentro del auditorio, en el primer día de clases dijera: “tienen plena libertad para todo”. En ese momento, me senté a mis anchas sobre el asiento, acomodándome como si estuviera en mi casa, prendí un tabaco, abrí la chata de whisky de la cual di un sorbo en su presencia y hablé: “entonces tengo plena libertad para fumar mis tabacos”. Me dijo que sí. Le di otro sorbo a la chata de whisky y dejé que prosiguiera el catedrático en su discurso. En ese mismo año, muchas parejas de enamorados terminaron haciendo el amor en los altos de la Facultad sin ningún tipo de recato o cuidado. Vaya usted a saber si sabía n  cómo prevenir los embarazos no deseados. Creo que más bien andaba yo más imbuido en mis lecturas, mis tabacos, esos escritos que recurrían a mí cuando me sentía solo y el libro que tenía en mano no era bueno, haciendo diseños en mi tablero hasta el amanecer, acompañándome con tazas con café o mi chata de w