PRESERVATIVOS, SEXO Y FILOSOFÍA
De esos días debo recordar los meses en abstinencia, de encierro en un apartamento donde no hubo mujeres, solo una lucha constante contra la muerte, para ser preciso, contra la mente de uno; días en los que estaba a punto de reventar en gritos, de querer desafiarlo todo y a la vez controlarme, llegando al temple de los que saben: o son ellas, o soy yo. En el trayecto contemplé una ciudad que pareció nunca detenerse, muy diferentes en su estar en la ciudad, al campo de concentración al cual me vi sometido. Yo no pedí amor, solo pedí sexo, por entender que ello sería mi única salvación, entre decisiones superiores al suicidio, a las pastillas que tuve que tomar para no perder del todo la razón, (vaya manera de vulnerar la consciencia de uno), para no seguir ahondando en la sabiduría de los judíos: la experiencia del Yo, lugar común de sacerdotes e intelectuales que buscan la verdad. Debí suponer que era de vida o muerte, tantos meses sin placer me instaron a desafiarlo todo...