DE LAS IMPRECACIONES DEL DESTINO
Dijo el buen hombre a Nuestro Señor:
De esta estancia que pareció larga
¿Por qué propusiste un mundo desigual
Del cual no queremos partir?
Hay vino y mujeres en mi casa
Tanto placer para olvidar los años miserables,
Mas de todo esto,
¿Era necesario ser desdichado para reconocer lo feliz?
Me has otorgado discernimiento
Y libre albedrío,
Mas noto que ya culpa no tengo
Por saberme cada día más humano
Y por tanto, solidario ante mi causa,
¿Podré así entrar al reino donde todo es delicias
Cuando podrido de espíritu por el mundo
No logre desentenderme de estas costumbres que no condeno?
Dijo el buen hombre a Nuestro Señor:
Me has dado vida y vida es lo que me quitarás
En mi pecho aún quedan exclamaciones que no has oído
Y si he de ser más preciso,
Noches enteras donde pensé estar maldecido,
De la persecución injusta que nos fue común a todos
Y el crimen que pagamos sin culpa alguna
Cuando nos perdimos en el mundo por inocentes
Dime mi Señor, ¿qué pasión fue mayor, sino la tuya o la
nuestra?
¡Ah, has olvidado al misántropo y sus razones
Y has hecho hábil al vil con todas las razones!
Y así, de tanto transcurrir, aprendimos a amar la estancia
Donde apenas caminamos y temblando
Nos negamos a partir.
¿Es así tu gloria mi Señor?
Porque volveremos a la pregunta incesante
Cuando de la fe se trate
Cuando entenderte sea necesario,
Cuando nada sabemos
Y sin embargo, aquí estamos.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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