EL ÚLTIMO REINO
Los judeocristianos defendieron
siempre el Libre Albedrío, o liberum
arbitrium, en relación a la mente humana y sus deseos, determinaciones,
inclinaciones o voliciones, si acaso a esto podemos llamarle, la facultad que
tiene la persona para gobernar sus pensamientos, no pasó de ser más que un
simple argumento ante los mantras de los Vedas, el Salat de los musulmanes
practicado 5 veces diarias, o el Nirvana que enseñó Buda como estado de cese de
la actividad mental para alcanzar la paz y la quietud.
Entre los mencionados, todos se
preocupan por la mente, en relación a los pensamientos, a lo que pensamos, al
silencio de la consciencia, en términos más simples. Y así, inicio este relato,
que para muchos podría ser demasiada información, y para otros, la razón por la
cual no hablan, parecieran estar en estado inanimado, muy relacionado con la
senilidad y la demencia, con los misterios de la esquizofrenia, o con el
mutismo a voluntad, donde no se piensa nada, donde la mente ha logrado por fin dejada
de ser verbo, donde solo hay paz y quietud, el dominio anhelado toda una vida,
de los pensamientos.
Porque aquella mañana, al llegar
al centro mismo de la ciudad, y estar rodeado de muchas personas en una
esquina, mientras esperaba a una muchacha, entre personas que transitaban las
calles, en medio del barullo de aquel boulevard, barullo de pasos, de oficinas,
de tiendas comerciales, me detuve en una esquina, cercana a un banco, de donde
entraban y salían personas, y en mi apuro, no dejaba de ver la hora en mi
celular, si acaso había llegado minutos antes, o estaba a tiempo. No sé en qué
momento recordé mi pubertad, cuando en El Puerto Bravo de Mollendo, al ir al colegio,
me dirigía siempre a paso rápido, bajando por la avenida principal, sin dejar
de componer canciones, cuya letra improvisaba en plena marcha, siempre con la
boca cerrada, con el rostro impasible, en silencio. Ese recuerdo me asaltó en
ese momento en pleno boulevard, habían pasado muchas décadas desde entonces,
habían pasado muchos años desde que dejé de atraer la mirada extrañada de las
personas que parecían no salir de su asombro, por presentir yo que lo que
cantaba para mis adentros, mientras me dirigía al colegio, jamás podría ser
oído por ninguna otra persona, cosa que no parecía ser así, a lo cual, a mis 14
años, no le prestaba importancia, no, me decía, nadie puede escuchar mis
pensamientos, eso es imposible. Y así, seguía componiendo mis canciones, ante
la mirada extrañada de personas a las cuales tampoco hacía caso. Digo, que no
sé por qué recordé justo esas mañanas de mi terruño, hacía mucho tiempo atrás,
porque al estar en el área peatonal, parado en una esquina llena de personas
que curiosamente no hablaban como si ello fuera siempre así, algo increíble
aconteció, cuando de pronto empecé a escuchar mis pensamientos, en medio de
todas las personas, como si los estuviera vocalizando, como si los estuviera
pronunciando. Sentí miedo, pánico, invadido en lo más recóndito de mi mente.
Podía oír mis pensamientos en pleno boulevard así como escuchaba los demás
sonidos, pasos, otras palabras, ruidos y reitero, el barullo de un medio día en
medio de una de las calles más concurridas de la ciudad, desde la esquina donde
estaba parado, y no sabía qué hacer.
Los Vedas a manera de protección
de la mente, repiten 108 mantras en periodos de tiempo donde el espíritu
alcanza la paz, si es que hay otra forma de definir la mente o la consciencia
al momento de no querer pensar de manera perjudicial, de querer contrarrestar
pensamientos perturbadores que deben ser anulados con dichos mantras. En el
caso de las 5 Salat de los musulmanes, que deben ser dichos en el idioma árabe,
sin ningún error fonético, y si lo hubiera, debiera ser repetido todo el Salat,
sin importar que en este acto de adoración a Alláh se tome todo el día y noche,
encierran estas adoraciones de sumisión practicadas a partir de los 13 años que
es cuando el ser adquiere el juicio o la razón, o toma consciencia de la
realidad, cuya relación es estrecha con el despertar sexual y el desarrollo de
la consciencia, orientada hacia fines reproductivos, con estas abluciones
logran ser controlados los deseos, los pensamientos otra vez perturbadores, o
como enseñara Buda, se anhelase el Nirvana, la paz, la quietud, la libertad
dentro de la mente, ese silencio, donde por fin hay felicidad. De las
voliciones y el Libre Albedrío, o la facultad para poder dominar nuestros
pensamientos, según los judeocristianos, quedan los rosarios, El Padre Nuestro
y las Ave Marías, oraciones repetitivas hechas con el fin de pedir a Dios, o la
Virgen María, llegue el sosiego al atribulado, al tentado por el maligno y por
esos deseos impuros que son también verbo, palabras que hacen vulnerables a las
personas.
Alguna vez leí asombrado en uno
de los test´s de psicología, esos que tienen cerca de 500 preguntas donde
asombrado, mi conocimiento de la condición humana fue más claro, que en una de
sus preguntas, la víctima debía responder si escuchaba sus pensamientos en voz
alta. Los alcances de la ciencia y la medicina sobre la esquizofrenia aún son
muy pobres. La misma psicología como la psiquiatría, en sus avances, solo han
logrado dar drogas para calmar esas angustias que como están descritas en este
relato, son contrarrestadas de diferentes formas por otros credos, más allá de
las terapias y tratamientos dados, poco se ha revelado de la esquizofrenia u otras demencias, si acaso
esto es tabú en casi todas las culturas, quizá porque raye con temores
atávicos, ancestrales, que se remontan hacia los orígenes del hombre, donde es
la fe la respuesta ante el querer saber, quiénes somos.
Porque al percatarme que mis
pensamientos podían ser oídos por las demás personas, por sentir a mis orejas
como pequeños parlantes por donde salían vocalizadas las palabras que pensaba,
en medio de ese mar de gente, a medio día, mis percepciones de la realidad
cambiaron totalmente, si acaso me pregunté si recién me había dado cuenta de
ello, que siempre fue así, que eso nos pasaba a todos, que el mutismo o
demencia de las personas mayores correspondía a una anulación de la mente, de
las palabras, del verbo, me revelaron lo que testimonio y recuerdo, duró cerca
de 15 interminables minutos, donde nada en mí fue misterio para nadie, y donde
recién empecé a entender el culto al silencio, los mantras, el Salat, la
búsqueda del Nirvana, las oraciones de los judeocristianos, y todo cuanta
relación tuviese con la voluntad sobre nuestros pensamientos, ese Libre
Albedrío con el cual se dice, nacimos, y en 15 minutos interminables y
necesarios, todo tuvo sentido, desde la locura hasta los misterios de los
cultos, lo sagrado que es el silencio, y la necesidad de la paz y quietud en la
mente, sea dicho con precisión: donde no haya más verbo que perturbe, sino el
último reino, donde la mente es callada, silente, y solo somos espectadores y
felices, de una vida de la cual poco sabemos.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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