ENAJENACIÓN
No paraba de decir groserías unas
tras de otras. Cuando terminó de hablar, después de sucesos inexplicables, por
fin alguien se atrevió a preguntarle por qué había hecho eso. La respuesta fue
tan impensada como esa verborrea donde como Escritor, en medio de un auditorio
repleto de seguidores, totalmente alarmados por lo ocurrido y sin poder salir
de su desconcierto, los enfrentó ante uno de sus miedos más profundos.
A las cinco de la madrugada solía
calar sus tabacos, para darse un descanso, desde su balcón, apreciando el
espléndido cielo de Arequipa, lleno de estrellas, acompañado de un silencio que
acogía a las familias de la zona residencial donde vivía. Eso, el silencio, el
silencio y sus pensamientos, la fuerza de éstos, la vibración que acompañaba
esa soledad que debía ser ideal, si acaso se necesite de espacios silentes para
poder concentrarse y así escribir a placer y anchas, pero no, su mente se
llenaba de pensamientos que no quería pensar, pensamientos incongruentes que no
eran compartidos por él en lo más mínimo, si llamamos compartir como un estar
de acuerdo con lo pensado. Su mente era una voz fuerte y constante donde lo que
él escuchaba podía sentir a viva voz desde su balcón en medio del silencio.
¿Esto le pasa a los demás?, se preguntó mientras recordaba testimonios
similares de otras personas que en confidencia, dijeran que lo que más horror
les causaba de la soledad, era que ésta se llenaba de una voz interna donde
todo era incongruente entre ese pensar
que escapa a la voluntad o a los sinceros pensamientos. ¿Qué es entonces el
Libre Albedrío?, qué será el anhelo de tener la mente en blanco y no pensar
estos pensamientos con los que no estoy de acuerdo. Calaba su tabaco mientras
parecía sentir vergüenza por lo que en su mente pasaba, porque si debo ser más
puntual, esa voz interior era una voz morbosa, casi demoniaca, mejor dicho: una
posesión de la cual él solo podía ser testigo, quizás ante un fenómeno
paranormal inexplicable. Y así eran las noches mientras él escribía, las noches
donde obligadamente lo hacía escuchando con sus audífonos canciones cantadas en
otras lenguas o melodías que no dijesen nada y
correspondiesen a lo que quería escribir. ¿Quizá deba escribir sobre
estos pensamientos que me asaltan y me atormentan? ¿Esto mismo que ahora
escribo, este orden de oraciones y palabras, ideas donde expreso a través del
lenguaje algo, es mío?, es decir, ¿viene de mí este verbo, o alguien de manera
siniestra me dicta cada línea y se expresa a través de mí? ¿Es así la Musa?,
¿dónde entonces la intencionalidad al momento de crear?, ¿solo es un dejar
fluir las palabras que se apoderan de mis dedos hasta ser tecleadas para luego
convertirse en un relato, por ejemplo? ¿Soy yo el que escribe? Revisó la
lucidez de sus escritos, la coherencia entre cada uno de ellos, la linealidad
en el discurso, la asombrosa claridad con la que los redactaba, ¿debo pensar
que a través de mí algún ente se manifiesta? ¿Es la literatura un ejercicio
propio de Medium’s que a manera de interlocutores, escribimos un saber
necesario que proviene de desconocidos lugares a los cuales se les puede llamar
bien numen o explicación de la poesía?
Paró de hablar para estremecimiento
del auditorio. Todos estaban callados sin saber qué actitud asumir. Alguien río
pensando que era parte del show. Otro tosió nerviosamente mientras se acomodaba
su abrigo en su asiento. Un hombre se paró en medio de todos para decir que
había descubierto el origen del ser humano al interpretar el código genético de
una medusa. El escritor seguía guardando
silencio sin saber qué reacción tener. Decidió en un esfuerzo de dominio
personal callar. Recordó en eso momento todos sus actos fallidos, es decir, todo
lo descabellado que hizo en su vida y que le entregó experiencia y criterio.
Una mujer empezó a reír sin parar mientras balbuceada frases como: “…se supone
que conozco mi periodo, ¿no es deber de toda mujer conocer su cuerpo?, ya sé
que pude evitar el embarazo, mi madre nunca me habló de la regla…”. Los
presentes empezaron a sentir un pánico nunca antes conocido. Se supone que la
razón rige este mundo postmoderno donde la tecnología nos repite constantemente
que poseemos una inteligencia brillante e inacabable. De pronto los presentes
empezaron a observarse unos a otros. Los balbuceos se hicieron constantes. Era
una dislalia colectiva donde frases por demás incoherentes llenaron de voces un
auditorio donde las mujeres reían y lloraban, los hombres se paraban y volvían
a sentar, algunos empezaron a darse de a golpes solo por sentir miradas muy
intimidantes e invasoras.
El escritor dijo de pronto:
¡basta!, como si fuese la palabra mágica esperada para poner orden a un
desorden inaudito, inverosímil, lleno de locura original y espantosa. Los
presentes respiraron calmadamente por fin, el alma pareció volverles al cuerpo,
tomaron asiento y clavaron sus ojos en el Escritor. El silencio volvió a reinar
en el auditorio. Todos esperaban una explicación y, ésta debía venir por parte
del autor presente, todos querían saber qué había pasado. Por fin habló el
escritor devolviendo la intensidad de las miradas dirigidas hacia él: “por esta
razón escribo, creo que cada uno de nosotros merece una explicación ante todo
lo que nos ocurre, sea de manera voluntaria o involuntaria”. Pidió disculpas a
sus lectores, se levantó despidiéndose de los presentes que ya impávidos,
habían recuperado el control sobre sí mismos.
Está demás decir que su libro fue
un éxito en ventas y que nunca más el Escritor volvió a mencionar ese suceso
lleno de escatológicas palabras. Nadie volvió a hablar sobre el tema, pero
desde entonces, cada vez que abren sus libros y leen su obra, sienten
claramente la voz del autor en sus pensamientos retumbar y, suelen perder la
cordura por unos largos minutos. Los críticos literarios consideran esto como
un fenómeno, cosa que no comparten ni los psiquiatras y sacerdotes al momento
de tratar de entender qué sucede con los escritos de este autor.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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