FELONÍAS COTIDIANAS



¡Lee mi mente!, esa mujer me está desquiciando. Lo recordé de aquella tarde cuando me confesara que había vivido poco y se había cansado mucho. Pensé en su falta de mundo, su poca experiencia con las mujeres. Tranquilo, pasa que ella te conoce muy bien, es que me extraña que a tus 25 años aún no entiendas que una mujer antes de estar con un hombre ya averiguó absolutamente todo sobre él. Sabe cómo son tus silencios, cuando te pones absorto, juega a la mentalista. Nadie lee la mente de nadie mi estimado, solo suelta frases cuando te abstraes delante de ella, deberías practicarlo, es un juego entretenido, se le practica con las personas de quienes sabemos todos sus secretos.
Estaba nervios sin embargo, lo notaba confundido y cansado. Llevaba una camisa bien planchada, limpia al que igual que su pantalón sus zapatos bien lustrados como calcetines de hombre de casa. ¿Ella sabe que estás conversando conmigo? Bah, es inútil, en este momento alguien debe haberle hablado desde el celular, espera, este juego es entretenido, más de lo que piensas, contemos hasta 20, Qué, de qué hablas, solo contemos hasta 20 y verás qué pasará. A los 10 segundos su celular sonó, era su mujer. Le di la mano mientras me retiré del café. Él solo escuchaba y escuchaba lo que su esposa le gritaba desde el otro lado del celular. Lo compadecí. En realidad sabía todo esto porque su esposa fue mi novia hacía mucho tiempo atrás. Él era uno de mis mejores amigos desde hacía un tiempo, pero no sabía que me tiraba a quien es su esposa cuando yo era un adolescente y ella aprendía a hacer el amor conmigo. Pero de dónde los escogen o encuentran me decía, siempre tienen las mismas características los casados como él, buen trabajo, obedientes ante los pedidos de sus esposas, e incapaces de ser infieles. Bueno fuera que pudiera dejarla, ya le hizo dos hijos, unos niños hermosos que solos saben pedir y pedir. Esos gastos a asumir, esa intimidad decadente entre ambos, ese sentirse abrumado ante ella, ante una mujer que de pronto le halló gusto a tenerlo como a un ratón en sus manos, es decir, en su poder.
Pero claro, cómo no lo iba a llamar si me conoce bien, sabe que siempre ando metiendo ideas insoportables a los que como él, perdieron la identidad y dejaron de pensar por sí mismos, para ser la consciencia de sus mujeres. Mejor dicho, le había comido el coco. Pero igual, era un tipo decente, un buena gente a quien tuve la oportunidad de conocer en una de mis presentaciones cuando se me acercó para preguntarme qué debía hacer. El tipo estaba hecho una bomba de tiempo. Yo presentaba un libro de relatos titulado, Historias de amor y sexo, y al finalizar la presentación, se me acercó y con sus preguntas, sin darse cuenta, me estaba pidiendo órdenes, es decir, quería que le resolviera la vida. Me hablaba de unos celos terribles que padecía. Solo por curiosidad le pregunté quién era, y entonces até cabos, recordé su nombre, se había casado con una de las mujeres más incontrolables que yo había tenido. No, lo siento, no soy quien deba decirte qué debes hacer, no soy un terapeuta para parejas, solo soy un Escritor. Pero usted ha escrito un libro sobre las relaciones de pareja, usted tiene respuestas. Son mis respuestas, estimado. Lo compadecí mientras recordaba aquellos años cuando padecía de celos, tal cual como él los padecía ahora. Hay tías que no cambian nunca, me dije mentalmente. Te puedo ofrecer mi amistad y oírte si gustas, pero no puedo decirte qué debes o no hacer, en las relaciones de pareja nadie debe meterse. Una palabra mal dicha podía ocasionar la tercera guerra mundial. ¿En qué momento dejan que este tipo de novatos se casen con mujeres ya vividas?, pensé aquella vez. Desde entonces suele llamarme para relatarme sus infortunios con su esposa.
Ya, sé que suena sórdido, que eso de estar escuchándole sus desazones matrimoniales es bien morboso, pero bueno, dicen que donde hubo fuego, cenizas quedan. Sé que seré juzgado por quienes no estén de acuerdo y les doy la razón, pero es que este tipo es bien tonto.
Salí del café, el celular sonó, era un mensaje de texto. Mejor dicho, era ella, me citaba para encontrarnos donde siempre. Le había armado un escándalo acusándole como siempre de estar con alguna fulana robamaridos. Le ordenó que se quedara con los niños, que ya no lo aguantaba más, que estaba volviéndose loca, que se iba de compras para relajarse.
Nada, esa estrategia de la victimización resultaba, el tipo se quedó más culpable aún, sin saber qué había hecho ahora mal, los niños le alegraron la tarde, total, la tarjeta de crédito siempre funcionaba en estos casos, mientras yo me encontraba con su esposa en el hotel discreto de siempre, y hacíamos el amor como en los viejos tiempos, pero con más maña.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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