HISTORIAS DE HOMBRES
Luego de terminar de hacer el
amor, sonó el celular. Su timbre era una melodía que de inmediato recordé, fue
de hace años, ¿cuándo?, creo que el 2009, cuando era vocalista en algunos temas
que sobre la marcha, se componía en la sala de ensayos de la banda que integré.
Esa letra, parte de esa letra tuvo mi aporte. Sonreí sin decir nada. En ese
momento pensé, bueno, una vez más seguimos siendo hermanos de leche, porque
supe en ese momento que él se la había bajado desde su computadora al celular
de ella. Sinceramente no me importó, no dije nada, me presté a vestirme sin
antes, estando ella aún desnuda, la levantara en peso, siempre con el miembro
erecto, luego de una hora de sexo, con ganas de seguir follando. No voy a abrir
las piernas, fue lo que me dijo, ya nos hemos pasado de la hora.
Me confesó entre otras cosas
mientras hicimos el amor, que es bipolar, que fue internada en el psiquiátrico
un par de veces por reacciones muy violentas. Que su ex pareja y ella habían
acabado hacía un mes luego de muchos años de relación. Espera, le dije, ¿muchos
años de relación?, un mes es muy poco tiempo para decir que ustedes ya no
tienen nada. No dijo nada, se cayó. Así que eres medicada también. Sí, me
respondió.
Las personas bipolares por lo normal
son autistas, maniáticas y, suelen pasar meses enteros en una intensa
depresión. Ella no tenía ninguno de esos síntomas. Las manías por ejemplo
pueden ser actos recurrentes hasta la exageración, donde la persona no se da
cuenta lo que está haciendo, por ejemplo, verificar si se ha cerrado bien una
puerta una y otra vez, hasta llegar al delirio. Lo de la depresión, pues es
algo que he visto en muchas personas, es un deseo de no querer vivir, intentos
de suicidios constantes, negatividad
ante la vida, descuido en el aspecto personal, el deseo de pasar todo el día en
la cama con mucha apatía, abulia, desgano ante todo, mejor dicho, haber
aceptado que se perdió en la vida y que ya no hay una razón para luchar por
ésta.
Me mostró entonces el nombre que
llevaba tatuado en el brazo izquierdo, era el nombre de su hijo, un niño de 9
años de un hombre que alguna vez formó parte de su vida y que ahora trabajaba y
le pasaba su pensión de alimentos. Así que perseguiste a tu padre con un
cuchillo, sí, esa fue la razón de mi internamiento. Vaya, pensé, se
descontrola. Debe haber crecido en un medio muy hostil donde la violencia la
asimiló como algo normal. Mi madre no sabe que me dedico a esto, fue lo que me
dijo, pero igual, lo haces porque te gusta el sexo, sí, me gusta mucho el sexo,
como a todos, le dije.
En realidad se nos había pasado
la hora, por ello nos tocaban la puerta. Era la muchacha de dos celulares, con
muchos nombres. Me recordó a una mujer muy bella a quien no pude resistirme el
deseo de conocerla. Vivía por mi barrio, era alta, pelirroja, de buenos muslos
y derrier, y minutos después, supe, de carácter amable. Fue la primera mujer
que me dijera: “entonces ya conquistaste tu libertad”, el alcance de sus
palabras me gustó hasta que de pronto empezaron a sonar los celulares. Esa muchacha
que había estudiado la secundaria en 15 colegios por haber sido expulsada de
todos constantemente, si acaso una de las razones fuera que el día de la
comunión en un colegio católico donde estuvo, se presentó en tanga en plena
iglesia, ante los preinfartos de las señoras moralistas y el desconcierto de un
sacerdote como el temblor en las piernas de las monjas que inmediatamente
decidieron expulsarla de ese colegio. Era muy bella, por tanto, tenía 3
parejas, como 3 celulares a los cuales se ingeniaba usarlos seguramente con el
consentimiento de sus parejas. El sexo es así, lo compensa todo, o bueno, casi
todo. A mí me encanta el sexo, pero éste no me retiene más de un par de meses
con cualquier muchacha. Siempre sé que hay otras. Conozco el camino.
La muchacha de los muchos nombres
y de dos celulares contestó de inmediato al timbre de llamada. Era el 2009
cuando en la sala de ensayos quien fuera en ese entonces, mi mejor amigo, a mi
voz, pusiera la guitarra mientras le indicaba con la mano qué ritmo seguir, con
el acompañamiento del bajo y la batería. Estaba inspirado, la letra fluía,
hacíamos pausas, se cambiaban algunas palabras, algunos coros se corregían, 10
minutos y ya, la canción estaba terminada.
¿Le digo o no le digo?, no, es
perder el tiempo, en ese momento estaba pensando en la muchacha que encontré al
entrar al hotel cuando pedí permiso para miccionar, era una muchacha muy joven,
de unos 20 años. Marcó con su mirada el territorio, es decir, logró que pensara
un momento en ella, el estar tentado a hacerle el amor. Al despedirme, alborozado
por el buen sexo que tuve, decidí ir a un café que sabía, a esa hora de la
tarde, estaba sin mucha gente y que tiene una buena vista de la ciudad desde la
plaza. Ordené una cola negra, prendí un tabaco y, me sonreí ante algo que no
debía extrañarme, si acaso fuimos hermanos de leche, desde que nos conocimos. Brindé
por ello con mi gaseosa.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Comentarios