LA MUCHACHA QUE DECIDIÓ IR TRAS EL CAMINO DESCONOCIDO



Todos queremos saber hacia dónde debemos ir. Ella había perdido el miedo, un escrito mío le despertó el deseo de volver a pintar, leer y escribir. Cuando le pregunté si ya sabía cuál era su camino, me respondió, no lo sé, estoy canalizando, pero me siento bien, optimista, ¿sabes que lo que has escrito sobre mí me hizo derramar una lágrima?, sentí unos deseos enormes de abrazarte, ¿por qué?, le pregunté, porque me sentí entendida, comprendida. Entonces ya sabes hacia dónde debes ir, te has aferrado a la vida. ¡Sí!, me he aferrado más a la vida, el saber  a dónde ir creo que nadie lo tiene claro en la vida, pero como te dije, estoy canalizando, me estoy dejando fluir. ¡Tú entiendes mis más profundos sentimientos señor Escritor!, bah, no es para tanto, solo soy alguien que hace literatura de rescate.
Dije que todos queremos saber hacia dónde debemos ir, en la vida, como si esta constante se mantuviera a lo largo de nuestra existencia, para saber qué propósito tiene nuestras existencias, si acaso no somos personas absurdas caminando, estando dentro del sistema.
El problema es que el ser humano se siente absurdo dentro del mundo. Ya no es que el hombre vea al mundo como un absurdo, era el tenerlo todo ahora, y a pesar de ello, sentirse uno mismo absurdo, es decir, sin una explicación mayor por sobre todos los privilegios desde donde la razón repite que uno debe ser feliz.
A veces solo hace falta que alguien nos interprete, nos lea, y a partir de esa lectura, sentir que no estamos solos desde nuestro lado más íntimo, que hay alguien que nos ha entendido y a quien no debemos dar muchas explicaciones.
Lo de aferrarse a la vida era algo que fui desarrollando desde mi temprana juventud, unos lo hacen con el trabajo constante desde donde laboran, nosotros los artistas, ¡benditos sean los artistas dirán muchos!, lo hacemos desde nuestro trabajo intelectual. La razón de ser es saber qué nos gusta hacer, qué apasiona nuestra vida. Hallado esto, lo que resta es vivir, vivir intensamente, saberse ya no un absurdo sino alguien que se desarrolla.
¡Escribir!, te comenté señor Escritor que mi anhelo es escribir una novela romántica. ¡Pero rayos!, me haces leer, me despiertas el gusto por la lectura, tengo unas ganas de encerrarme en casa y echarme sobre mi hamaca para leer y leer. Estoy viendo con otros ojos mi vida, creo que se llama inspiración, ¿no? Entonces has reaccionado. Sí, ¿y sabes qué Escritor?, ya no siento ese miedo, puedo pararme en medio de todo y contemplar el horizonte con ganas, sin deseos de no perderme nada, ¡ganas de vivir!, ¿no es eso lo óptimo como tú lo dices en tus escritos? Pues sí, siempre he dicho que si desde mis escritos, logro a alguien hacerle entender que sus respuestas son personales ante la vida, que uno mismo debe ir tras su destino y encontrarse, por el legítimo derecho de querer existir, pues he logrado mi propósito como Escritor.
La lectura, la pintura, la escritura, mis labores como asistenta de arquitectura, todo lo observo con otros ojos. ¿Eso logra la literatura?, me preguntó. La Literatura estimada logra humanizarnos, hacernos entender que nuestros miedos son comunes, que nos pasa a todos casi lo mismo, incluso más allá de si somos varones o mujeres. Entonces, ¿escribirás la novela romántica?
Ella sorbió la limonada helada. Era fresca la mañana. El mar era hermoso, las muchachas que veía pasar igual lo eran. Yo conversaba con ella a la par que escribía esto, era algo a lo cual me había acostumbrado: a escribir y conversar a la vez.
Así que te has resuelto, es decir, ya no pesa sobre ti el sentirse sin sentido, el sentirse absurda teniendo muchas razones para ser feliz. ¡Buen punto de partida!, escribiré sobre ello señor Escritor. ¿Ah? Sí, creo tener ya el argumento para mi novela romántica. Ok, pero antes, espera, a pesar de todo, no sabemos cómo es el camino, éste siempre es desconocido, es lo que yo le llamo: la incertidumbre. Aprendí algo de ti señor Escritor, me asombraste desde que nos conocimos por tu facilidad de escribir, por hacer de todo Literatura, no te veo vacilante, no te veo preocupado por cómo sea el camino, te veo solo sentado escribiendo y escribiendo, entonces me decía: el camino no debe ser difícil, al menos para el Escritor, ¡me faltaba esa certeza en mi vida!, no señor Escritor, quiero ese camino, porque ahora sé que es mío, y ya no le temo si es que es desconocido, si tenga que caerme o levantarme una y otra vez.
A eso le llamé hace años entregar certezas. La mañana era calurosa. La dejé haciendo unos óleos,  el cielo estaba despejado, alguien más le había hallado sentido en lo que quería hacer con su vida. Yo seguía siendo dueño de mi destino, a pesar de no saber cómo es ese camino desconocido que ya no provocaba vértigo, lo que llamamos comúnmente: miedo.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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