LA MÚSICA Y EL ACTO DE LA VOLUNTAD
Desde mi adolescencia percaté que
la memoria podía retener melodías, canciones, mejor dicho, lo último que se
escuchara, pudiendo ser esto algo parecido a una tortura, si acaso la canción
que se repitiera constantemente, no fuera del agrado de uno. Por eso, al
levantarme, para sintonizar bien el día, mi costumbre fue la de escuchar los
temas que más me agradaran, en otra lengua o idioma, para así sentirme bien,
augusto desde mi marcha hasta el colegio. Años después empecé a hacer terapia
con las bandas de heavy metal de mi preferencia.
En esos años, cuando mis amigas
del Puerto Bravo me preguntaban, qué tipo de música me gustaba escuchar, les
respondía siempre que el rock fuerte era de mis preferencias a pesar de no
saber inglés, que quizás esa era una de las razones por las cuales me gustaba
más ese tipo de género, entre la guitarra, la batería, los teclados, el bajo, y
las diferentes tonalidades de voces, desde las graves hasta las más agudas.
Pero si no sabes qué dice en las letras, por qué te gustan, me comentaban, ¡por
ello mismo me gustan!, respondía jovialmente, las canciones en castellano son palabras que no deben repetirse en mi
consciencia que quizá no comparta plenamente por más bella que sea la melodía,
sin embargo otra cosa me sucede con el heavy metal en inglés: puedo pensar la
letra a mi manera, porque no sé ese idioma, y además, me permite visualizar lo
que desee, adueñándome de la melodía y voz.
Aún en esos entonces no sabía que
la música, como terapia, podía ser muy eficaz. Actualmente me ayuda mucho para
escribir. Sus melodías me inspiran, relajan y otorgan lo que requiero para
desde la frecuencia que yo elijo, escribir lo que en serenidad necesito
escribir, es decir, lo que me guste.
Alguna vez una muchacha al entrar
a mi habitación, en los tiempos de la universidad, cuando vivía solo, se quedó
impresionada de ver tantos cassette que estaban conformados por bandas de los
setentas, ochentas y noventas. ¡Tu colección es de ganadores!, ¿por qué?, le
pregunté. Ella me miró a los ojos mientras hacia un recorrido entre cassette y
cassette para decirme: es secuencial el gusto tuyo, ¿eh?, no te has salteado
ningún hit de moda, entonces dijo algo que nunca olvidaría: a todos nos
derrotaron con una canción, que hay canciones que son nuestra peor pesadilla o
que nos remontan a experiencias donde supimos de derrotas que nos marcaron para
siempre. Pero tú sigues y sigues coleccionando música. ¡No conoces la derrota
hasta ahora! En ese momento mi capacidad de entendimiento solo estaba orientada
hacia su cuerpo, quería hacerle el amor. No, no lo haremos, pero seamos amigos,
eres muy interesante. Eso siempre solían decirme todas las muchachas que
conocía en esos tiempos. Que eres un huevón, eso significa que les gustabas y
querían saber más de ti, quizás enamorarse, me comentó alguna vez un amigo
cuando le hablase de mi fracaso por esos años con las muchachas.
La terapia de la música es algo
que hasta ahora practico. No puedo escribir sin dejar de escuchar un mismo tema
una y otra vez. Lo normal es que el tema me sirva para escribir unos 20 o 30
relatos, hasta que descubra otro tema más sensible, más estremecedor. Es
curioso, cuando veo los subtítulos, corroboro que mi instinto pareciera
deleitarse con canciones donde la letra va acorde con mi sentir, a pesar de no
saber qué dicen en su lengua nativa, cosa que corroboro al ver las traducciones
y felicitarme por mi perspicacia y gustos.
Quizá la mayoría de personas
practiquen esta terapia, porque por donde voy, encuentro muchachos y muchachas
con sus audífonos desde su celular, escuchando temas que solo ellos conocen, y
les relajan o son de su agrado.
De esa manera empecé a dominar mi
libre albedrío. La música logra transportarme hacia dominios donde mi
imaginación se enriquece y hace que fluyan de mí las historias que reflexiono
desde mi soledad, y a eso es lo que le llamo dentro de mi literatura: “la
Volición”, o lo que otros entienden como voluntad, determinación, todos los
actos que me elevan en medio de un mundo donde pocas personas se dedican a
hacer lo que realmente es de su vocación, si acaso para la mayoría eso es
madurar: asumir responsabilidades por ser adultos.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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