LA TORRE DE LAS PENITENCIAS
He de hablar ahora del destino y
cómo el tiempo es cómplice para aquellos que desconocen de la paz y no saben
qué es lo que buscan en medio de todo, si acaso en esa larga búsqueda aún no se
han entendido, si largo sea el suplicio de quienes se sienten atrapados y se
han quedado sin explicaciones para sí mismos y no saben cuál es su razón de
ser. Sin que intente dejar un mensaje o moraleja que lejos estoy de tal
investidura, he hallado en ciertos libros que por discreción y cautela no deben
ser dados a conocer a todas las personas, testimonios de esta tragedia que bien
es humana y se reitera a lo largo de los siglos, sea desde el silencio impuesto
por las creencias populares o las dictadas por algún orden establecido que
lejano esté de nuevas verdades o interpretaciones necesarias, para saber
quiénes somos y cuáles son nuestros orígenes. Pues sin ser más extenso, y sin
pretender ser hermético o esotérico, que en estos escritos acaso se me confunda
como perturbador de los ánimos y así de esta manera, las contradicciones
olvidadas para poder vivir sin cuestionamientos y transcurrir muy apartados de
lo que alguna vez fue motivo de filosofía cuando el universo se nos descubrió y
no supimos cómo reaccionar, sé, por los textos hallados y que fueron protegidos
por ciertas sacerdotisas que cumplían labores hasta ahora ocultadas por la
historia, siendo éstas sacrílegas y a la vez, poderosas guardianas de todo
conocimiento que tenga relación con el destino del hombre común, cuyo saber
solo podía estar al alcance de los que siendo profetas de nosotros,
clarividentes en las interpretaciones de los astros y las demás ciencias
guiadas por las aplicaciones dadas a la agricultura y otros oficios vinculados
con las celebraciones y cultos, rituales donde las adoraciones eran algo impuesto
a los que sin ser libres, se conformaban con tener el vientre lleno y claro
está, con las esposas necesarias según la función que cumplieran en esos
tiempos donde el oscurantismo predominó y veo, sin que necesariamente lo que he
de revelar, se sujete a una sola etapa dentro de la historia del hombre, si
acaso hemos evolucionado e involucionado muchas veces en nuestro estar en el
mundo, si acaso he hallado la razón del porqué ciertas civilizaciones
desaparecieron enteramente, perdiéndose todo vestigio de éstas, desde
manuscritos y dioses, hasta idiomas donde vivencias probablemente extrañas a
nuestro entendimiento que representasen el carácter y profundidad del
pensamientos de éstas, esté perdido ahora para el hombre de estos tiempos. Por
eso, mi estimado lector, al momento de leer el siguiente adelanto, el prejuicio
de ser considerado este escrito como metafísica deberá ser desechado. Solo me
remito a lo que he leído en estos libros que están prohibidos y no deben caer
en manos profanas que bien podrían sembrar el caos o la proliferación de
teorías más extrañas que lo que a continuación revelaré.
El tiempo siempre ha sido uno de
los fenómenos que ha inquietado a grandes pensadores a lo largo de todo nuestro
estar sin que la precisión de las ciencias haya dado una respuesta convincente
o entendible sin que sea necesario ser un erudito en las matemáticas o el
aporte de otras ciencias que hablan de las leyes que rigen al universo. Dicho
así, aterrado de mi hallazgo, evito hacer una comparación con la tragedia
humana lo escrito y, es mi esperanza, se trate solo el escrito la consecuencia
de algún genio obsesionado con el tema en cuestión, ya que habla de una torre
donde hay solo escalinatas que ascienden y descienden en forma de espirales y,
según lo que está escrito, no tienen origen ni fin, y según algunos videntes,
cada hombre al momento de nacer, nace para vivir por siempre en cada una de
estas torres ubicadas en ciertas latitudes que las cartografías severamente no
han dado conocer y, los que dirigen al mundo, prohíben su divulgación por
razones extrañas, ya que algunos exploradores anteriores a Erick El Rojo
inclusive, o a Cristobal Colon, antes de ser condenados a muerte para evitar la
divulgación de sus descubrimientos, llegaron a decir que allí, en ese lugar, el
tiempo no existe y, hay una raza de hombres que vive en constante esclavitud,
cuya característica es la desesperación y, creen, ése vendría a ser el
purgatorio del cual se habló en el Concilio de Florencia, cuando los
sacerdotes se pusieron de acuerdo al momento de develar misterios que no es
labor mía ahondar en este testimonio. Por qué sé que en cada torre, el
penitente, para alcanzar la gracia y el perdón, debe hacer un recorrido por la eternidad, cuya rareza aquí
explicaré como, una ausencia del tiempo, desde donde la persona sube las gradas
tratando de saber hacia dónde éstas le conduzcan y, vencidos por el peso de lo
que es inconmensurable, desistan en su intento de llegar a un final, si acaso
este sea el Cielo y, empiecen a bajarlas para de igual forma tratar de
encontrar una salida a tal suplicio donde vence, reitero, la desesperación y la
carencia de paz. En unos párrafos bastante espantosos, se llega a leer que en
este subir y bajar en lo que bien podría ser una torre infinita, que ni tiene
origen ni fin, el penitente se encuentra consigo mismo varias veces, sea o bien
subiendo o bajando, por estas escalinatas, mientras desde los muros de vidrio
observa el transcurrir de la historia del hombre, según el orden de los años
que transcurran si ascienden y, en orden inverso, si descienden, viendo la
alteración hecha por el hombre en la historia sin que en ellos nada cambie,
salvo una sabiduría enferma que profundice la mencionada desesperación, por
estar atrapados y no poder detenerse para en estado contemplativo, ver los
sucesos del hombre. He entendido esta causa de no poder detenerse por la misma
desesperación que padecen, si es que entendemos a ésta como el hecho de caminar
sin sosiego, sin cansarse nunca y lo que es más extraño aún, sin envejecer.
Allí todo está esclarecido y
allí, donde están estas torres de la penitencia, a la cual los católicos
atribuyen sea el purgatorio, según el manuscrito, el miedo de los sabios ante
el futuro y el pasado resuelto en un lugar sin tiempo donde solo existe el
presente para uno, más no para su observación, se manifiesta en que el origen
esconde otras verdades que son sabidas por los hombres de las torres sin que
acaso les importe, o en todo caso, al haber llegado a la conclusión que el
infinito no tiene límite y la torre nunca se acabe, el estar atrapados sea
quizá la alegoría y tragedia que pueda comparar con nuestro estar aquí, porque
somos lo suficientemente lúcidos como para tener consciencia de lo inexplicable
y por ello, renunciar a alcanzar respuesta alguna, o bien, los tocados por
Nuestro Señor, al momento de ser elegidos para fe de su existencia, otros
horrores hallan encontrado, donde muchos Paraísos correspondan a muchos
infiernos y así, a muchos dioses desde donde apenas el ser humano es nada, solo
un alma sin voluntad ante el destino y, lo más escalofriante, con la misma
desesperación de los que claman por sus desgracias y tragedias, pidiendo paz
para curar esa desesperación, en lo que bien viene a ser llamado un suplicio
que debe ser explicado, como es con la vida y la muerte, el más allá y otras
cosas que ignora el hombre común y que no se me permite revelar, más sí dar fe
que la existencia de lo escrito es verás y por tanto, todo conocimiento
obtenido hasta ahora, es engañoso e incongruente con lo que ignoramos de
nosotros mismos y nuestro estar, en el universo.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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