LAS MUJERES LIBRES Y EL ESCRITOR



Entiendo ahora a mis padres  cuando se opusieron a que me case. No es que ellos no crean en el amor, ya se acercan al medio siglo de estar unidos, pero me quisieron libre, para vivir la vida de los que superaron las experiencias que para muchos fue el final de su camino. Ahora sé qué es disfrutar de una muchacha y sé, que siempre vendrá otra para enseñarme a amar de la manera en qué se amar, sin aferrarme a nadie, sin esperar lo propio de las que hago mías. Mi mundo desde entonces creció luego de pruebas difíciles donde me negué a evadir el duelo con drogas y alcohol,  refugiándome en los libros, en amigos espontáneos con quienes compartí mi aprendizaje moral, si acaso desde entonces, muchas veces quisieron atraparme para terminar en los brazos de una sola mujer, cosa ante lo cual peleé para no ser desdichado, qué hombre que se sabe capaz de hacer el amor a todas las muchachas que solo quieren placer, se uniría a una sola, renunciado a todas aquellas que al igual que yo, comprendemos el amor de otra manera, sin necesidad de llamarnos cada 30 minutos, para conversar sin parar por horas de horas, donde entiendo, la experiencia sería diferente, si acaso vencí el patrón errado del amor, desde donde los celos y las discusiones no eran la vida.
Si uno ya sabe que en mi camino, ellas nunca dejarán de llegar, siempre una reemplazando a otra, sin pensar en el olvido, solo compartiendo lechos donde cada encuentro es un crecimiento personal para mí, la Literatura desde donde escribo con placidez y solo necesito escribir, leer y, salir de casa para hacer el amor, muy lejano de los encadenamientos donde solo hay discusiones y ahora que me sé, sería infiel a las dos semanas siguientes.
No solo escarmenté ante los embarazos no deseados, también aprendí a valorar mi libertad y nunca más hacer promesas a sabiendas que éstas ni yo las espero, ni ellas tampoco. Una tarde de libertad es sentarme en un café sin ser molestado, usando el celular solo para llamar a esas muchachas que están en mi estadio de vida. ¿Debo cargar con alguna culpa o arrepentimiento?, si no recuerdo ya nada de esos días. Mi paz fue saber que alguien más señaló el camino del amor para ser feliz en ese momento y liberarme del estigma o maldición de aquellas tardes cuando a gritos en plenas calles, pedía sexo, totalmente enfurecido, sin importarme lo que la gente dijera, atrapado en los excesos de una testosterona que creo, confundí con amor.
¿Por qué habría entonces de detenerme si soy el que elige tras mis privilegios de hombre de mundo? No, no es sexismo, es el normal proceso donde la evolución me dice que la dicha está en cada muchacha nueva que es mía. ¿Qué eso pocas personas lo pueden entender? A mis 45 años me basta con escribir, aprovechar el poco tiempo que me queda para leer y, dedicarme a recorrer hoteles donde cada habitación es un territorio donde celebro el no haberme casado ni estar atado a una sola mujer, como ellas de igual manera lo entienden, cuando aprendieron a olvidar esas experiencias que les desengañaron de lo que es creído erradamente como eterno. Si debo ser redundante, estoy enamorado de este estilo de vida y, sé que no tendré final, que seguiré así sin detenerme, sin ánimos de dejar hijos, salvo aquellos que como éste, sean el conocimiento que comparta para aquellos y aquellas que se aferran al pasado, porque no se necesita decir adiós ni esperanzarse en un reencuentro. Puedo con todas y sé que ésa es mi forma asertiva de estar dentro del mundo. Porque no me desentiendo de mis luchas por un mundo mejor, cuando desde mis escritos hablo sobre lo que necesita el ser humano, si acaso ahora esté con las muchachas que no pierden la fe cuando hacen el amor conmigo, sino, por el contrario, entienden esta forma de ser felices, responsables de nuestras entregas, sin ánimos de retenerme, atesorándome como el amante que alguna vez escribió sobre cada una de ellas y se rio de lo que otros autores dijeron, cuando hablaron de lo absurdo.
Quizá la libertad sea eso, quizá mi madurez me haga entender que mi estadio evolutivo es diferente para muchas personas, que las muchachas que para muchos pueden ser muy bellas, para mí son experiencias que paso de largo, por conocer a las ganadoras, las que están frente a frente a la soledad y, son dueñas de su sexualidad, con capacidad de decisión sobre su cuerpo, en medio de todas esas fantasías precisas para el goce, esas muchachas que sobrevivieron a todo y no requieren de psiquiatras, las que no pueden ser dañadas y que sin embargo, sin jugar a las valientes, no le temen a los suicidios del pasado, cuando todo se resumía en un hombre, como si nosotros los hombres fuésemos la razón de ser, para sentirse completas y dependientes, mujeres completas que solo son mujeres si tienen a su lado a un hombre.
Mi mundo es éste, un mundo donde nadie depende de nadie y, donde en el lecho, los amantes hemos descubierto otra manera de concebir a la vida, como bien puedo llamarle: la filosofía de las mujeres superiores, las que evolucionaron y, no lloran, cuando uno se marcha, sino que contentas, saben que el amor está a la mano, un amor diferente que solo mi estimado lector y lectora lo entenderá, cuando haya superado todas las caídas inevitables, hasta convertirse en los y las invencibles del amor, en esta brevedad que no merece una casa, para dos personas que forzarán estar unidas, así se odien a muerte  y no se puedan ni ver, si acaso esa vida no quisieron mis padres para mí, cuando se opusieron a que me casara, para que disfrute de todas esas muchachas que han ido más lejos que todas y, marcan la pauta de la independencia, las propias decisiones, los consentimientos y acuerdos, cuando soy con ellas, la aventura que fue prohibida, cuando anhelaron ser libres, como fue en mi caso y, así ahora recién lo entiendo.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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