LOS OJOS DE LA RENACIDA



Un beso no se pide, se dá.
La muchacha holandesa sabía muy bien la gramática española,
En ese momento pensé cuánto me habría costado decirlo en otro idioma
Como cuando  llevaba una rosa para mi madre en plena calle
Y una pelirroja escocesa  muy atractiva se paró en mi delante
Con un cigarro que pausadamente sacó de su cajetilla que llevaba en el jean
Y sonriente me dijo a los ojos:
¿Tienes fuego para mí?
Porque la muchacha oriental no sabía nada de español
Ni yo nada de chino o inglés
Pero al besarla minutos después
El rostro del amor se quedó para siempre en mi memoria.
Hay un rostro en la mujer que pocas personas llegan a conocer
Es un rostro que solo se manifiesta en el amor
Cuando ellas se enamoran
Cuando sienten a uno y eso no solo les alborota las hormonas
Sino que les llena todo lo que esperaron desde sueños en tardes insufribles
Hasta el orgasmo donde se rindieron y temieron el peor de los desquicios.
Porque cuando los ojos se detienen frente a frente
Algo se queda para siempre en el universo
Como una fotografía que el tiempo no puede vencer
La fría piel que luego se calienta para luego enfriarse para luego volver a calentarse
Las revoluciones donde todo explota por dentro
Hasta que la muchacha no aguanta el magnetismo en sus piernas
Y en plena plaza salta de felicidad, sonríe y a viva voz dice I love you
Y te abraza, te besa,
Y entonces es imposible no poder evitar tener la certeza que el amor existe
Y que la vida de alguien está en peligro
Cuando sabemos de las caídas atroces
Antes de saber que todo está acabando,
Esas experiencias de las muchachas que fueron valientes
Y sabían que podrían terminar en un psiquiátrico
O en los bares donde no se para de beber nunca.
He pensado en esas miradas, las que van más allá de la misma fotografía.
Por ello, para no olvidar, he vuelto a escribir
Para cuando sea un viejo sabio
Y comente alguna vez, a la muchacha que me recuerde
A quien me recordó a alguien
Que en sus ojos recuerdo
El poder de una mirada que cautiva
Cuando fuimos amigos alguna vez
Mientras que en la ciudad hay fuegos artificiales
Y la gente bebe, sin que entienda, por qué escribo tanto.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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