BAJO LA PROTECCIÓN DE LAS VALQUIRIAS



Te diré muchacho lector, por qué no me quité la vida,
La derrota duele, duele cuando te han arrebatado por lo que tanto has luchado
Que en el segundo definitivo
Cuando solo era cuestión de jalar del gatillo
Cuando apenas a los 17 años, ya no habían más caminos para recorrer
Cuando los electrochoques me postraron meses en la cama
Pensando en todos los sueños que se desvanecían
Como cuando al cerrar la puerta del salón en la universidad
Y al voltear el rostro, mirase el rostro de cada uno de los universitarios
Preguntándome, qué más queda ahora, si yo no quiero renunciar.
Te diré muchacho lector, que no fue una sola vez
Fueron muchos días de muchos años cuando estuve contra todos
Cuando los felones conspiraron y quisieron desmentir lo vital
Cuando ningún taxi me quiso recoger en la noche de la ciudad
Y tuve miedo, miedo del día siguiente, del minuto donde todo parecía morir.
Te diré muchacho lector, había buscado tanto en los libros
Autor tras autor, buscaba la frase que me dijera:
¡No te rindas, aún te espera lo mejor de la vida!
Y sin embargo, libro tras libro, la frase no era hallada
En las tardes de desesperación, cuando no podía hablar
Por las fuertes drogas que me inyectaban los psiquiatras
Cuando tuve todas las razones para ser vil
Un asesino en serie,
Te diré muchacho lector, por qué no me quité la vida,
¿Sabes?, hay algo que debes entender
Yo quise ser feliz y, tras cada intento, la soledad se hacía más intensa
Mientras veía a los de mi generación sonreír y triunfar
Y solo tenía para mí las gradas de la Catedral
Y todas las horas inacabables sin tener con quién decirme: ¡no puedo más!
Porque además se me condicionó a negarme ese derecho
A nunca decirle a mis psicólogos que no estaba loco
Que me dolía la vida, que dentro de mí la voz crecía
Y que quería explotar sin que acaso temiera ser internado otra vez
Por no ser normal, por no ser entendido en mi lucha descomunal
Si acaso por ello me tomé una foto desnudo en plena Plaza de Armas de la ciudad
A vista de todo el mundo, a mediodía,
Para decirle a todo el mundo que mi única arma era yo
Y que para derrotarme, tendrían que derrotar todo lo que hice y haría
Solo para reclamar con intensidad, mi derecho a vivir, a ser feliz.
¿El Bien?, sí, el Bien fue y es mi Ley,
¡Fortuna para los valerosos que no saben de los más fuertes!,
Los que desde lejos admiran el coraje de los más solitarios
De los que inspiran a mover al mundo.
¡Ah, muchacho lector!, aquí estoy, cercano a mis 46 años
Cantando mi canto más victorioso de este momento,
Porque encontré el camino y, todo fluye sin esfuerzo alguno
Porque lo que en su momento fue arrebatado
Ahora me vanagloria en medio de los amigos que gané,
Esas huestes de iguales donde el segundo crucial
No fue vencido por el gatillo apretado,
Todos los amores perdidos, todas las preguntas gritadas a la ciudad que nadie
Pudo contestar, esta vida perdonada, a fuerza de imponerme
Cuando contra todo pronóstico, escribo ahora lo que lees mi amigo
Para la gloria de los que a la muerte vencimos
Y en vida, nos sabemos ya en la inmortalidad.
¿Entonces, te rendirás muchacho lector?
Porque yo tengo esa frase que no hallé en todos los cientos de libros que leí
Y que seguramente la has buscado tanto mientras te encierras en tu habitación
O las infinitas Bibliotecas, esos refugios donde buscábamos todos la vida,
Los que pulso a pulso entendimos, no había otro camino
Si el camino elegido nadie antes lo recorrió,
Si yo soy mi propio camino,
¡Si así debe ser contigo, muchacho lector!

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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