EL ARJÉ MÁS RECIENTE
En otros tiempos, no escribo
sobre los primeros tiempos, cuando la Luna aún no existía, antes de los grandes
cataclismos, propios de una tecnología superior a la que contamos, existió una
civilización que floreció en el África, a lo largo de este continente y, que
dominó el mundo. Grandes cubiertas de arena donde ahora no hay agua, considerados
como los desiertos, ocultan hasta ahora, ciudades de ciencia avanzada desde
donde el hombre ya exploraba el espacio, ese espacio que la NASA quiere
conquistar y, de cuyo conocimiento, no ha revelado nada.
El clima no siempre fue el que
tenemos y, el ideal se halló en ese continente, donde florecían culturas de
hombres de piel nacarada, sucos y de ojos claros, esos primeros hombres que, al
llegar a Europa, descartaron toda posibilidad de vivir en ésta, por poseer un
clima inhóspito para el ser humano; se asentaron en el continente africano,
donde era agradable la vida y, luego de haber recorrido todo el mundo,
desarrollando sus conocimientos en la medicina, la astronomía, las matemáticas,
las ingenierías y cuanto saber superior inclusive al nuestro, les permitió
contar con una civilización superior a la actual, hasta el día en que llegaron
al espacio, esto, cuando aún la Luna no existía, antes del cataclismo que hizo
a los bárbaros emigrar al norte de la India, por no ser aceptados dadas sus creencias y costumbres, en el continente africano.
Europa era un continente de clima
árido, de sol intenso y escasa agua, imposible para el desarrollo de una
civilización. Los hombres trataron de dominar el agreste suelo, con pocos ríos
y, montañas muy rocosas, de las cuales ningún fruto se podía cosechar.
Porque en otros tiempos, como
ahora, como lo es siempre, hubieron civilizaciones más desarrolladas y, otras
en vías de desarrollo.
Paralelamente, una cultura
anterior a la Sumeria, llevó al medio oriente, los conocimientos aprendidos
para entender los astros, para tener su propia agricultura y, los remedios
necesarios para la medicina. Ya por esos entonces, Egipto empezaba a dar a
conocer parte de esos conocimientos, contando como esclavos a los hebreos, para
las diferentes labores necesarias dentro de su imperio. Pero nada de lo que
aportó hasta ahora la cultura egipcia, fue superior a la desarrollada en las
zonas más espléndidas de ese continente.
Los hebreos libres, empezaron a
recorrer los diferentes lugares poblados del mundo, con el fin de asimilar la
mayor cantidad de conocimientos, para sí, cuando conquistasen su libertad,
pudiesen tener una civilización propia. En contraposición siglos después, a lo
propuesto por los sacerdotes expertos en matemáticas del medio oriente y, lo
estudiado por los presocráticos, cuando explicaron que la Tierra era esférica,
estos, los primeros Patriarcas Bíblicos, dieron otra interpretación al mundo,
diciendo que su Dios la hizo plana y redonda. No era un debate de saberes, era
un principio dogmático para establecer su propia interpretación del planeta y
el universo. Supieron por tanto del gran significado de las fechas en relación
a los astros y los augurios para con los Profetas y, consignaron bajo un entendimiento
agudo de la concepción, entre cálculos
de partos, para que su Salvador naciera la misma fecha y hora en que nacieron
otros dioses que pertenecieron a otras civilizaciones, con el fin
de apoderarse del conocimiento de esas culturas, que de no haber sido
conquistadas, hasta ahora seguirían adorando a los dioses que les dieron vida.
Poco sabemos de cómo fueron esos
tiempos, si acaso, después de cada guerra, era necesario destruir todo alcance
de las ciencias y tecnologías propias de cada civilización, por temor a que
cayeran en manos de sacerdotes que pudieran usar en contra del conquistador,
esos conocimientos. Y así, mientras las civilizaciones del África, se
desarrollaban en modelos de convivencia óptimos, las hordas de bárbaros, para
poder sobrevivir, conspiraron por la lucha del territorio fértil y los elevados
conocimientos alcanzados por esas civilizaciones que, optaron por entrar a
estas potencias desarrolladas, como esclavos, para así, aprender de sus
ciencias, hasta el día en que vieran oportuno rebelarse y dominar el mundo.
Pero esto ocurrió en los tiempos
antes que existiera la Luna, escribí, con propiedad, cuando aún los egipcios no
tenían bien definidas sus deidades, cuando la astronomía era leída por los
sacerdotes de otra forma y, estos hombres del África, al verse imposibilitados
de convivir con los bárbaros, por poseer éstos vilezas como: la codicia, ansias
de poder y, creer en el derecho de conquista, cuyo pensamiento era considerado
como una expresión violenta contraria a sus principios, permitieron que todos
los pueblos del mundo entraran en sus dominios, fracasando en el intento de
enseñarles las virtudes necesarias para la buena convivencia social,
abandonaron este mundo en lo que bien vendríamos a llamar: su máxima expresión
científica y tecnológica, luego de haber estado muchos siglos en el espacio,
fuera de la Tierra, hasta haber terminado de construir su propio planeta, un
satélite artificial que al girar en el espacio, ocasionó los cataclismos
propios en la Europa de los bárbaros, influyendo no solo en las creencias de
los egipcios a quienes protegieron por un tiempo y, quedando como deidad hasta
ahora de los árabes que tienen como símbolo sagrado a la Luna.
Y el clima en el mundo cambió
tanto que el Sol incidió con una fuerza imposible de ser soportada por los
hombres que habitaron en el África, quemando su piel, si es que nos remitimos a
que los primeros primates fueron hallados en ese continente y, estos hombres de
inteligencia superior a la que contamos actualmente, se encargaron de borrar
todo vestigio de su desarrollo, para dar cabida al florecimiento de otras
culturas que tuvieron que empezar todo de nuevo, desde las explicaciones de sus
deidades y, ese nuevo firmamento, donde la Luna recién apareció en éste y, otras fueran las explicaciones del mundo.
Esto fue en otros tiempos, cuando
el saber humano era superior al que actualmente contamos, cuando aún la Luna no
existía, la razón por la cual la NASA no revela todo lo que sabe, en medio de
nuestra total ignorancia, en estos inicios del siglo XXI.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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