LA CIUDAD DONDE NACEN LAS ESTRELLAS



Para esperar el amanecer tranquilo
Hay que tener la memoria sin deudas con nadie,
Saberse agradecido con lo escrito,
No haber dejado hijos que lloren el nombre de uno,
Ni mucho menos haber roto el corazón de quien no lo mereció.
Para esperar el amanecer de los justos
Hay que estar saldado con la sociedad
Y saberse un guerrero de los momentos precisos.
¿Ves la estrella donde todo parece terminar?
Ella me alcanzó la noche en que todo fue claro
Como lo es el destino cuando las cosas se hacen bien,
Que las palabras van y vienen
Pero las razones son más fuertes cuando las construyen los sentimientos,
Y eso solo te lo da la vida,
Y pocos viven,
La mayoría están muertos,
Atrapados en sus obediencias dentro de falsedades
Donde la ironía sabe a amargura y derrotas imperdonables.
Otra es la larga avenida para los laureados,
Los que nunca cambiaron,
Los que como yo, ahora escribimos tranquilos,
Llenos de proverbios que crecieron ante el fracaso de los hijos de nadie.
Para esperar el amanecer tranquilo
Solo basta un tabaco y un vaso de cola negra,
Recuerdos donde la gloria siempre es intensa,
Paredes donde no hay ningún nombre escrito,
Una agenda de números de celulares que no molestan a las 12 de la noche,
Ningún banco estorbando con estados de cuenta
Ni notificaciones de fiscales que te sobreganen en sobresaltos.
Para esperar el amanecer tranquilo,
Las calles que te rodean deben saberte
Y si acaso alguien intentase aparecer para perturbar,
Nunca dudar en mover el dedo para limpiar el polvo que deje
Antes de hacerle entender que los límites existen.
Bastante han hecho los demás para arruinar sus vidas,
Bastante poblado el mundo está de los que nunca vieron el amanecer
Como lo hago ahora,
Sin temores, en serenidad, en templanza y sosiego,
La ruta de los más fuertes es algo que solo se entiende
Cuando has retornado de las sendas donde son contados los ganadores.
El éxito no siempre es una fortuna oculta en un paraíso fiscal
Ni mucho menos una distinción comprada al alcalde
Para los honores de los que solo tienen dinero y nada más.
Este orden está lleno de hombres con dinero,
Nada más, y eso es demasiado pobre para quien no persigue ello.
Tú que pierdes el sueño y te atormentas con lo que ha de venir
Tú cuyo deber te hace prisionero de una vida no deseada
Tú que no sabes dónde quedó la última bandera
Tú que no sabes cuánto cuesta una moneda
Y crees que los débiles deben ser siempre maltratados,
Tú que crees estar a buen recaudo
Eres solo el reflejo de pesadillas andantes que antes ya he visto.
Porque para esperar el amanecer como lo hago ahora yo
No solo debes estar libre de tratos con mafias y vicios
A quienes agachas la cabeza y entregas todo
Por la desesperación de tus flaquezas
Por la falsedad de lo que representas,
Algo tan común y rechazado en un mundo donde los esforzados
Te han de apartar y encerrarte en el espacio de los despreciados
Donde el veneno de sus verbos uno a uno los irá enfrentando,
Hasta saberse en la soledad total, donde la amargura es inmortal,
Y las noches tan distintas a las mías
Testimonio con firmeza con la balanza entre mis manos
Que nadie se va sin escarmentar de aquí,
Unos aprenden más temprano que tarde
Y otros en el aislamiento de la vejez.
¡Ay!, si acaso lloras entre risa y burla
Esa es la más espantosa de las soledades,
Porque yo espero los amaneceres de otra forma,
Seguramente por ser celoso guardián del Bien,
A donde fui llamado,
Desde donde estoy
Y donde debo estar y estaré por siempre,
Para amanecer como ahora, fiel a mí mismo.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta

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