LOS DUEÑOS DEL SABER DE LA COSMOLOGÍA



Sin embargo, hubo una civilización que sí evolucionó en la práctica de la virtud. Desde la época de los babilónicos hasta la quema de libros en la Biblioteca de Alejandría, los escribas se tomaron la molestia de copiar manuscrito tras manuscrito, si acaso eran algo de 900,000, porque cautelosos y conocedores del ser humano, preservaron el conocimiento del medio oriente, de los griegos y egipcios, ante la posibilidad de una terrible guerra y quema de libros.
El medioevo a entender de muchos sabios, fue una época de estancamiento para nosotros, los simples hombres, quienes no pudimos aportar los conocimientos de la medicina que daba alcances asombrosos, de la astronomía que daba hallazgos impresionantes para esos entonces, y si acaso, la esfericidad de la tierra conocida en los albores de algunas culturas y, que fueran estudiadas por los presocráticos, si es que acaso los egipcios ya conocían el número Pi y, la ingeniería no solo era asombrosa, sino capaz de realizar construcciones que hasta ahora son enigmas dentro de nuestra historia.
Porque después de Noe, en ese diluvio universal, cuando Dios enfurecido con su creación, buscó al último hombre justo tras su ira y en arrepentimiento del ser humano al cual dio vida, si tomáramos como una alegoría de esos instintos primarios donde, la sabiduría no era común a todos y, la inteligencia, fuera un don raro que, acompañado de la templanza y la virtud, en esos entonces estaba representado en lo corrupto de lo más abyecto, otros hombres, abocados como auténticos filósofos, amantes del saber, discretos ante La Ley y los vicios, respetuosos del orden propuesto por los Patriarcas en bien de órdenes establecidos para la sana convivencia en sociedad, entendieron que el ser humano llevaría esa constante a lo largo de la historia que le deparase. Que era necesario apartarse de quienes prefirieron lo disoluto, el dinero fácil y, el rechazo a cualquier propuesta ética en bien del desarrollo humano.
Esos hombres que salvaron los conocimientos perdidos, quizá cruzaron el Atlántico y, poblaron islas como esas Américas, para volver a empezar la historia que el hombre había destruido por sus afanes de poder y riqueza, entre ladrones, guerras y reyes de poca inteligencia, incapaces de gobernar las tierras conquistadas, si es que dejaron en el mar que cruza los océanos, a guardianes celosos que impidieron el paso desde El Pacífico, hasta el Atlántico, a quienes se atrevieran a profanar con sus mezquindades, el paraíso que compartieron por unos cuantos siglos, hasta desistir del todo, cuando sus conocimientos científicos ya desarrollados, propios de una tecnología que recién la conocemos en el 2017 y, que para fines de año, desde este mes de junio, será más  impresionante de lo que hasta ahora sabemos, fue, que estos hombres, mientras el mundo era sometido por el oscurantismo de los que ejercieron el poder en occidente, entre disputas y traiciones, como diferentes interpretaciones del hombre más puro que tuvo el mundo, Jesús, usadas para sus propios fines, en vez de perder el tiempo entre humanos que involucionaban por acuerdos relacionados con el pan, la vivienda y, esa obediencia donde pensar diferente era motivo de hogueras y torturas, ya conocieron los aportes del número Gamma que tiene algo de 300 años de antigüedad hasta el presente y, acaso, lo usaron para todos los alcances que ahora cuenta el hombre postmoderno.
Y es cierto, se apartaron y se dedicaron al correcto uso del sexo y la sabiduría, entregando sus enseñanzas a quienes encontraron en esas tierras que Cristóbal Colon hallaría muchos siglos después. Hasta que se marcharon, hasta que decidieron dejarnos para siempre y estar atentos, vigilantes, ante el transcurrir de la humanidad, por poseer un estadio de vida más elevado, donde la violencia era rechazada, donde la paz y la convivencia social se basó en respetos propios de inteligencias desarrolladas por querer saber qué era la vida, dónde está Dios, bajo preceptos justos y probos, siempre atentos, ante el desconocimiento del hombre común y corrupto, el que rechaza a los libros y descree de las virtudes, impidiendo sea apretado el botón, ese botón que haga desaparecer el planeta y que es controlado por los hombres más fuertes de este mundo, quienes en un silencio obligado, se abstienen de la destrucción final, porque alguna vez el hombre fue bueno, alguna vez, un grupo de hombres justos decidieron apartarse de todos los demás y, desde las estrellas nos acompañan, hasta que sea el momento en decirle a toda la humanidad: ¡basta!, el mundo puede ser de otra manera. Que de esto puedo testimoniar, cuando me pregunten por la capacidad de la inteligencia humana, cuando es orientada hacia el Bien, cuando el hombre no se explica qué son esos objetos voladores no identificados, si acaso somos nosotros, pero con miles de años de diferencia en evolución, conviviendo en paz, por voluntad.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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