SMOOTH OPERATOR
¿Por qué tendría que haberla
respetado?, ella quería ser amada, quería sentirse mujer. La desnudé con
ansias, como si fuera un ritual. Su derrier era perfecto, más perfecto aún
cuando le ordené que se inclinara en un ángulo de noventa grados apoyándose sobre
la cama para entrar en ella. Su largo cabello negro estaba aún sujetado, me
pidió entonces qué tipo de música quería escuchar mientras hacíamos el amor. Le
contesté que pusiera los temas que a ella más le agradaban. Ella puso los temas
con los cuales hace sus shows para los magnates. Está demás decir que era una
mujer que bien podría trabajar para el cine de adultos, tal cual como ella me
lo pidió cuando le dije que tengo amigas europeas que trabajan así. Luego de
media hora de sexo en diferentes poses, me pidió entonces que yo eligiera una
canción. Le dije que pusiera el tema de José José: Voy a llenarte toda. Ella estaba
sobre mí. Entonces desaté su larga cabellera negra y con mis vigorosos brazos
la alcé en peso a pesar de ser casi de mi talla si es que debo recordarle a mi
amigo lector que mido un metro ochenta. Entonces acaricié con dulzura su larga
cabellera hasta sujetarla con fuerza, hasta tenerla entre mi mano y sentir que
estaba dominando a una yegua de verdad mientras ella complacida se sentía
feliz. Palmazos fuertes sobre un derrier extremadamente blanco que culminaban
en una cintura propia de modelos o aspirantes a cetros de reinas de belleza,
surqué mis uñas sobre su espalda hasta dejarle las marcas rocas sobre una piel
que estaba fría pese a estar muy excitada, a tener su sexo muy húmedo y
caliente. Debes comprar xilocaina, me dijo, a las mujeres se nos irrita la
vagina de tanto sexo, y tú, nunca paras de follar, y no es que no nos agrade
hacer el amor sin parar, nos gustan los hombres insaciables como tú, pero se
nos irrita la vagina cuando tenemos más de una hora de sexo continuo.
Hacía algunas pausas para saber
de su cuerpo con mis ojos. La muchacha tenía algo de 20 años y una gracia
propia de las diosas, si acaso eso fue lo que me atrajo de ella. Entonces me
dijo que querían hace tiempo hacer un trío con otra de mis mujeres. Me habló de
ella. Me dijo que querían ambas hacer el amor conmigo. La muchacha de quien me
habló me brindó muy buen sexo varias veces hasta que de pronto desapareció,
cosa que lo tomé con naturalidad porque sabía que no sería la única mujer
dispuesta a amarme. Ella es ninfómana, le dije, disfruta mucho del placer, por
eso nadie la comprende, no solamente sabe hacer bien el amor, simplemente un
solo hombre no le basta. Como yo, me dijo la muchacha a quien embestía con
furia cada vez que entraba en ella. Sí, como tú, las mujeres muy bellas tienen
ese destino, poder elegir la cantidad de hombres que deseen. Como tú, me dijo,
cómo yo qué, que los hombres como tú, los insaciables, los afortunados, los manguera, los que
nunca embarazaron a una mujer ni quieren
hacerlo, esos destinados a morir invictos, es decir, sin dejar hijos, los
elegidos para hacer el amor con todas las mujeres que quieren conocerte por la
fama que te has hecho. ¿Sabes que eres nuestro favorito? Tu fama ha cruzado las
ciudades en este país y, todas queremos conocerte apenas llegamos a esta
ciudad. Nunca te enamoras pero dices cada cosa al momento de tener sexo con
nosotras, que hace que olvidemos lo mierda que es la vida.
Está bien, quiero ver tu rostro y
tus ojos mientras me haces el sexo oral.
Le pedí ello solo para contemplar
lo superlativo de su belleza. Ella me complació y al mirarme vi los ojos de una
mujer que disfrutaba del sexo, una mujer superior, alguien que llegado el
momento perdió el control y se atrevió a decir que nunca se había enamorado,
que quería saber qué era el amor. En ese momento aceptó ser mi mujer cuando le
pedí que me entregara su alma, que repitiera una y otra vez que era solo mía y
que querría serlo hasta el final de sus días, ante lo cual accedió mientras la
tenía boca abajo y piel a piel, la penetraba mientras le sujetaba con fuerza de
su larga cabellera y con mis 100 kilos de peso le decía: tú si eres de mi tipo:
alta, cuerpo descomunal y perfecta.
Te llamaremos, fue lo que me dijo
al momento de despedirme. Queremos follarte las dos, porque no nos respetas y
no solo duras horas de horas en la cama, sino que haces el amor a las muchachas
de aquí una tras de otra sin quedar satisfecho, siempre quieres más. ¿Sabes que
los hombres tiemblan ante nuestra sola presencia? La cargué en peso, le abrí
las piernas y entré en ella. Sonreía de felicidad, sus ojos no eran los ojos
del amor, sus ojos eran los ojos del placer, de una felicidad que pocas
personas han conocido o entienden.
Ok, estaré al tanto de la llamada
de ambas, pero avísenme con anticipación, porque será una maratón de sexo. Apoyada
con sus brazos en mis hombros apenas pudo decir sí mientras la arrimaba contra
la pared y el celular no dejaba de tocar las melodías con las cuales ella hace
sus shows para los magnates de la ciudad.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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