DIÁLOGO DE DOS VETERANOS SOBRE MUJERES
Decir te amo antes de partir es
otra forma de permanecer en la mente de las que supieron que conmigo pudieron ir más allá que el sumo placer, es marcar mi territorio dejando la posibilidad de tal vez volver a hacer el amor con ellas otra vez, de dejarlas con el recuerdo que hay alguien que piensa en ellas, porque decir te amo es bello cuando
las muchachas han sido complacidas, cuando me han encontrado y quieren que
retorne, a pesar de saber respetar el código de no llamar a mi número por más
que se mueran de ganas. Porque soy la paz que se ha perdido en un contexto
donde no se permite amar, sin importarme trasgredir ese principio para salvarse
de las horas del suicidio, de los días donde el descreimiento obliga a las
pastillas que evaden lo que es mortal, lo que solo se permite compartir
mientras dure el sexo, entre soledades donde se sabe, en nadie se puede confiar y, recuerdan ese te amo tantas veces como cuando es necesario recordar
esa imagen mía, confiable, de buena gente, el que es capaz de entenderlas, el
que les arranca a esas veinteañeras las frases que solo se dicen cuando se ha
cedido totalmente: "no, aún no he conocido el amor". Pero qué es el amor sino los
días donde no se repite muchacha y se quiere saber de todas, del no querer
estar con una sola, de hacer de psicoterapeuta sexual, donde ellas recuperan su
autoestima a base de placer y diálogos propios de un Escritor que se ha leído
toda una Biblioteca y sabe de las mafias que hay en el poder, del cómo hacer
dinero fácil sin querer hacerlo, pese a ser plenamente consciente que necesite
de cada una de ellas para ser feliz por lo menos con tres de ellas, turno a
turno, en esas horas donde me pregunto, ¡vaya para contradicción que debo ser,
me niego a romper mi ética y negociar con este sistema, a pesar de que lo único
que quiero es hacer el amor con ellas y sé, que el dinero que necesite, la
mafia me lo podría dar, pero no, mis escritos están por sobre todo, soy
demasiado ambicioso como para corromperme!
Mi amigo veterano me hablaba de
una de sus mujeres, del cómo ella había logrado conocerlo totalmente. Era tarde
para él, ya eran semanas de diálogos constantes donde buscaba una razón para
querer hallar un explicación, algún argumento que le convenza que no debía
dejarla. Pero mi estimado, a nuestra edad no repetimos muchachas, pude decirle,
pero era inútil. Ella había logrado conocerlo en su totalidad, en resumen, el
afecto de las muchachas que yo no busco, ella se lo había brindado. Pensaba que
a su edad y, con todo el dinero que tiene, podía muy bien tener tres muchachas
de veinte años para el día, pero no, al parecer, su fijación por las relaciones
estables, a pesar de ser un hombre de mundo, enamorado del poder que ejercía en
sus negocios y, la bondad ante las mujeres que sabían llegar a su corazón, le
impedían decirle adiós a quien de pronto ganó todos los territorios donde me di
cuenta, él ya dependía de ella.
Sin embargo él tenía un record
interesante, más de 300 mujeres para sus 55 años, suma nada despreciable
considerando que conozco hombres que se casaron con el primer amor de su vida. Yo
apenas llegaba a 100 muchachas cuyos nombres he olvidado y cuya cantidad no
pararía hasta cansarme del sexo, si acaso tenemos como referente a Anthony
Quinn, octagenario que seguía teniendo sexo con muchachas de treinta años que
le daban hijos muy suyos. Él es el alfa, nos repetíamos una y otra vez. Debo ser
puntual, sin bien, yo no repito muchacha cada semana, él tenía su propio harem
de 5 mujeres a las cuales solo les pedía lealtad, cosa rara en ciertas mujeres.
Es el afecto Mauricio, esa mujer
se dio cuenta de los detalles que mis demás mujeres no percataron. Hablamos inmediatamente
de los corazones buenos mientras contemplaba el Principito tallado en su
estudio, esa estatua de madera me hizo pensar en los tallados de la masonería,
era un tallado en madera que tenía un espacio vacío para el corazón, un corazón
que permanecía ya varios años sin ser ocupado por algo real, alguien en quien
creer, algo que aniquilase de una vez y por todas a la soledad, quizás ella era
esa soledad donde desde lo incierto hacía darle sentido a algo que valiera la
pena.
¿O era la nostalgia por algo que
fue bello? Quizá no lo entienda, quizás el amor para mí sea borrar memoria con
cada muchacha si es que debo puntualizar que me enamoro cada media hora y,
después de esa cada media hora, el amor vuelva triunfante a mí, sin ningún tipo
de miedo a la soledad, a las canas que hay en mi cabello y las arrugas de mi
rostro que en nada disminuyen mi autoestima sino, más bien, me dan seguridad y
elegancia, ese aplomo de saberme imponente ante esas veinteañeras que me ven
como alguien cuyo misterio debe ser descifrado inmediatamente luego de
desnudarme y contemplar mi miembro viril erecto, ansioso como mis ojos felices,
de solo saber que otra muchacha nueva me ha esperado para ser mía.
Reitero estimado, a nuestra edad
no repetimos mujeres, y sin son muchachas que tienen fortaleza y no se
enamoran, mucho mejor, ambos sabemos que las inocentes no están dentro de
nuestros planes, yo no quiero estar con una muchacha que me ame y se corte
luego las venas, soy incapaz de serle fiel hasta a una princesa nórdica y, eso
lo saben todas las mujeres que me conocen.
¿Entonces qué hago con ella?, me
preguntó el veterano que tiene su harem de 5 mujeres. Pues nada, dejar que
pasen los días, conociéndote, con un fin de semana donde ella te recuerde por
qué fue tu favorita, todo volverá a ser como fue. Eres incapaz de decirle no a
las mujeres por las cuales has dejado crecer un cariño que en tu forma de ser,
siempre fue de la mano con las relaciones estables. ¿Y es en serio eso de que
no te enamoras?, creo que he caído en el lugar común del amar al amor, siendo
cada muchacha nueva el amor. Pero eso no quiere decir que debas hacer lo mismo
que yo, cada quien tiene su propia forma de amar. ¿Entonces nunca tendrás pareja estable? Mira, te
responderé como respondí a un vecino mío cuando me dijo de esquina a esquina
que me envidiaba mucho por no estar casado: “no me caso porque quiero disfrutar
de todas”, a lo que al momento me dijo, “¿y no piensas tener hijos?”. Y qué le
contestaste, ah, que mi potencia sexual me permite disfrutar con preservativo
tan intensamente como si no lo tuviera, que sigo invicto, es decir, sin hijos
y, que no los tendré nunca. ¿Y por qué no quieres tener hijos, Mauricio, si
eres un privilegiado, nadie tiene tanta suerte como tú?, ¡eres feliz! La razón
debe ser esa: soy feliz, la respuesta es: quiero seguir siéndolo.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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