EL SANTUARIO Y EL HOMBRE





Preguntó el hombre al buen peregrino
Por qué había renunciado al mundo
Si supo de las mejores ciudades
Y las mujeres más bellas,
A lo que contestó:
“Encontré a un igual como es mi espíritu,
Yo solía amar los cielos desde cualquier lugar del mundo,
Y pensé que eso seguramente habría de ser la felicidad,
Y también tuve las mujeres más deseadas
Y pensé que seguramente eso habría de ser la felicidad,
Pero ahora en mi quietud y mi silencio
Después de haberse roto todos los encantamientos
Cuando lo alto de las montañas solo fueron sabiduría
Para el rigor de los señalados a vencer,
Aquí he de quedarme
Y aquí he de esperar tras mi nostalgia
Por haber hallado consuelo y reconciliación
Ante algo igual a la bravura de mi corazón.
No me creas un errante que se llenó de aventuras
Porque en mis confesiones
Mis hazañas han hallado por fin paz
Sin tener que seguir siendo perseguido por mis interrogantes.
Mis ojos maravillados me dicen que aquí pertenezco
Y me dicen que mis fuerzas pueden descansar
Después de tanto desengaño”.
El hombre que calaba su tabaco pensó entonces
Que alguien que buscó siempre
El mayor de los tesoros ahora poseía entre sus manos.
¿Y te quedarás aquí para siempre?
Donde esté, respondió el buscador,
Donde esté, sé que existe un lugar parecido al paraíso
Donde deba retornar cuando mi camino haya acabado
Sea aquí, ante este océano inmenso
Porque así como revientan sus olas
Así late mi pecho que aún es joven,
Porque entre todos los misterios que el hombre nunca podrá resolver
Entre todas las mujeres que buscaron al hombre con dinero
Y entre aquellas que solo se amaron así mismas
Y nunca supieron qué era el amor,
Algo superior he hallado para seguir viviendo.
Y fue que contemplaron al mar,
Y fue que el mar venció una vez más por sobre todo
Cuando en la hora de los horizontes
Nada más bello existió.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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