LA LITERATURA Y EL SEXO, DIÁLOGO




¿Y entonces me alcanzarás tus libros uno de estos días? Desnudos sobre la cama, ella sabía que había escrito sobre nuestros encuentros, lo que no sabía era que la Literatura era una causa perdida por la mayoría de autores que escribieron lo que no debieron escribir. ¿Y por qué a tus 45 años no eres un Escritor exitoso? El sexo había sido bueno, relajante, medicina precisa para olvidarse de todo lo que perturba el ánimo, pensé que no todos gozaban de mis privilegios, que el trabajo agota a las personas, que los que estudian temen enamorarse porque vieron en las demás parejas eso que se llama celos, las infidelidades, la pérdida de concentración para poder estudiar, entre botellas de alcohol, las malas amistades y eso, justamente eso, esos libros que enloquecían a los jóvenes lectores que los leían como la crítica los había considerado: de culto. ¿En serio quieres leer?, ¡claro!, no creas que me pasaré toda mi vida ejerciendo este oficio, la juventud en nosotras las mujeres es algo que se va rápido, cuando pase de los 30 años, seré vista por ustedes los hombres como una  mujer no elegible en medio de centenas de muchachas veinteañeras que me sacarán del camino, ¿sabes?, tal vez estudiando una carrera técnica pueda progresar en la vida. Ella se había escapado de su casa a los 13 años. Desde los mensajes del whatsapp corroboré que no era educada por su pésima redacción, que sus conocimientos se remitían al arte de amar, no, ella no necesitaba leer a Ovidio ni al Decamerón, menos a Sade o las tragedias griegas; las conversaciones que sostenía con sus compañeras de trabajo superaban la ficción, se aburriría en las primeras páginas, esos textos no tenían nada qué enseñarle, a lo mucho Los Miserables la harían llorar, Julio Verne ante sus delicadas manos no sería leído por ella en más de dos páginas, demasiada información de  finales del siglo XIX que ahora era inútil, como lo sería Melville o Knut Hamsun, estaba demás recomendarle que no leyera a Bukowski ni a los poetas simbolistas, que los Filósofos son muy densos y escriben lo mejor de su pensamiento en griego o latín, para concluir en que no tenían respuestas, solo interrogantes que jamás serían resueltas. Si tal vez le hablase de las teorías de la física o le hiciese entender la importancia de las matemáticas. No, eso también era vano, la realidad es otra, la juventud un sueño que se vive en ignorancia, la memoria, algo que se va llenando de recuerdos hasta que de pronto ya no se puede asimilar más conocimientos porque lo que se estudia termina siendo asociado con vivencias que nada tienen que ver con las cátedras, como si intuyendo se aprendiera lo que disertan los catedráticos. Debía decirle que los exámenes en las universidades se venden, que todo es política, que los favores sexuales abren muchas puertas, que aquí en la ciudad siempre hay alguien que conoce a alguien y todos terminan pasándose la voz que hay una meretriz en la escuela donde se estudia y, lo peor de todo, que no tiene a nadie para que defienda sus derechos. Porque el conocimiento es milenario y, al estudiar alguna carrera, siempre uno termina remontándose al pasado, a la historia y, allí todo empieza a complicarse porque aparecen los términos técnicos donde se confunde la arquitectura, la economía, la biología, entre discursos revolucionarios que tarde o temprano terminan en lo de siempre: la corrupción ante un mundo defraudado que se quiso cambiar. Todos se venden.
Porque no he tranzado con la corrupción, por eso no soy un Escritor exitoso. Porque me niego a escribir sobre las miserias del ser humano. No creo que un muchacho o una muchacha lectora, quiera llenar su consciencia con experiencias negativas. ¿Sabes?, aprendí algo valioso de los cientos de libros que leí por obligación: a cuidar mis pensamientos, a dominar mi mente y enfocarme en aquello que me hiciera feliz, así fuera desde la fantasía. Quizás eso contribuyó a que me salvara entre otras cosas, más allá de lo que vi, de las traiciones donde supe quiénes eran mis amigos de verdad, de mi búsqueda del amor y mi desengaño sobre éste. El cómo vi a los más talentosos perderse en medio de las drogas y otros vicios, la soledad de los fuertes que aprendieron a honrar su palabra, las experiencias en los psiquiátricos por querer mejorar este mundo, donde me hice humano, sin que necesariamente aún tuviera criterio de consciencia o, la voluntad para decir no a todo aquello que en su momento me hizo daño, como el saber valorar la inteligencia para discernir entre lo que es bueno o malo. ¿Sabes?, al final nos vamos quedando solos, creo que debemos prepararnos para ello, sea con hijos o sin hijos. Nuestro destino va acompañado siempre de la soledad. Debemos estar siempre preparados para ello, porque te podría decir que estudies sobre tus derechos, pero no sé si me harás caso; tristemente aprendemos de nuestros errores, nuestros errores nos hacen entender qué es la Ley, por qué no debemos violarla, cuál es el precio de los que acaban en la cárcel o muertos en un tiroteo, si es que no terminan violados dentro de prisión por  más bravo y temerario que haya sido el que desafió al orden establecido irresponsablemente, por querer llevar una  vida fácil. Mucho bla bla blá, Poeta, no me dices a qué autores debo leer, al menos me recomendarás uno peruano. Pero la Literatura peruana es muy realista, es decir, lo deja a uno pesimista y, al fin y al cabo, a quién le importa cómo es la burguesía limeña o esa clase media que nuestros narradores describieron con patetismo. No, los poetas que conocí, lentamente vieron morir sus sueños, entre sus mejores años, en medio de borracheras y muchachas que abortaban abusivamente, fumando marihuana y gritando revolución en plenas calles. Otros se fueron al extranjero, pero parece que nada aprendieron, porque en París el mundo es más grande que esa ciudad, donde hay intelectuales políglotas que se han recorrido todo el mundo y, sus lecturas empezaron desde la infancia con autores que no llegaron nunca a nosotros, como los mismos judíos ortodoxos que no permiten que sus hijos lean lo que nosotros leemos, ni vean el cine o la televisión que consumimos. Ni mucho menos estudien lo que nosotros estudiamos en las universidades de este lado del mundo. Los intelectuales de la clase alta del mundo aprendieron a balbucear en varios idiomas a la vez, entre comentarios de política, desde las mejores playas del mundo, rodeados de cónsules, enterados de cómo es el sistema, con modales muy finos, con un criterio que vino desde la cuna entre los mejores maestros de artes marciales, subiendo nevados, cruzando las selvas o manejando lujosos autos en las ciudades donde entraron respetados por sus apellidos, por la fortuna de sus antepasados, nunca pensando en vivir de la Literatura, viéndola a ésta apenas como una distracción, entre reconocimientos donde tenía que vencer el conocimiento y la sabiduría que otros llaman talento, esa prosapia donde las puertas del mundo estuvieron siempre para ellos abiertas para escribir historias que valen la pena ser leídas.
¿Entonces no me vas a decir qué libro debo leer?
Contemplé el hermoso cuerpo de la muchacha de un par de décadas de abriles, desnuda, con los senos aún duros, su vientre virgen, con su piel aún libre de tatuajes, sin rastros de estar medicada por algún psiquiatra. Era sana y salvaje. Mejor dicho, sus ojos estaban llenos de ciudades que recorrió desde los 13 años, cuando no aguantó a su padre ni a su madre y quiso más que huir, ser feliz, sola en el mundo, sin que nadie la controlase ni le dijese qué debía hacer con su vida. Primero debes saber qué te gusta de la vida, ¿qué te gusta de la vida?, claro, además de hacer el amor.
No lo sé, me contestó.
En realidad nadie sabe qué quiere de la vida y, nadie debe decirle a otra persona qué debe hacer con su vida, no por arrogarse autoridades morales, sino porque es uno mismo el que persigue sus propios sueños, contra todo.
Cuando sepas qué quieres de la vida, buscarás los libros que te den los conocimientos que requieras para saber cómo enfrentar este mundo. Mientras tanto, procura aprender buenos modales, educar tu manera de hablar, ganar roce con personas de diferentes clases sociales, cuidar de no vincularte con delincuentes ni mucho menos caer en vicios de los cuales no hay retorno. Sé que lo que te aconsejo suena a sermón de sacerdote, pero si me pides un consejo, te daré el único que sé: “las oportunidades en esta vida llegan solo para quienes saben aprovecharlas”. Cuando estés preparada, tu instinto te dirá qué hacer, en ese momento tendrás que tomar una decisión, que puede inclusive ir más allá de lo bueno y lo malo. A veces salvándole la vida a un hombre importante en la cama, hasta hacerle recuperar la fe en la humanidad lo puede resolver todo. Porque si quieres recibir algo, debes primero aprender a darlo y, dar es una labor tan ingrata, porque eso nadie lo reconoce, salvo el que conoce el camino, el que ha triunfado.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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