LAS ORACIONES CALLADAS
¿Contra qué lucha la muchacha de
17 abriles cuando sabe que está dejando de ser la reina entre todas? Porque
entre todas, siempre habrá una reina, la que sea reconocida como la más bella
y, tenga derecho a elegir al muchacho ganador con el cual ha de conocer el
amor. ¿Y las demás?, ¿acaso ellas no desearon lo mismo, ser adoradas como las
más bellas? ¿Cómo reaccionan ante la primera infidelidad?, ¿qué dolor destruye
su autoestima y les insta a querer cortarse el cabello largo tan cuidado,
hacerse un tatuaje o un corte en las venas? Muchos me dirán que no es para
tanto, yo les diré que no han amado ni vivido, porque si ven a la muchacha
fumando un tabaco y tomando un vaso con ron, inmediatamente la condenarán y
dirán que es fácil, que es una cualquiera, que no tiene derecho a conocer el
mundo de los hombres, un mundo donde no debe ella sentirse hermosa, si acaso la
hermosura no es igual a los noventa años, cuando la sonrisa carece de dientes
y, ellas, plenamente conscientes de ello, sienten la necesidad de la mirada del
otro, esa mirada donde la atracción es una veneración al magnetismo, a lo que
es irresistible y sucede a cada momento con esas muchachas que saben de su
poder contra el cual luchan todo el tiempo, porque así como nosotros los
hombres, podemos hacer el amor no con 100 o 200 mujeres, sino con miles y, esto
es bien visto por la sociedad, ellas, también tienen ese deseo, deseo que es
frustrante al no poder hacerlo realidad, digamos, antes de los 20 años, cuando
están cercanas a la plenitud de su belleza, cuando su organismo es un huracán
de hormonas que anhela placer, amor, caricias, afectos y sexo, condenable y
repudiable en este sistema donde las vemos en los comerciales, en los programas
de televisión o cine, mostrando prendas menores o casi desnudas, hasta hacerlas
caer en la contradicción de esas soledades obligadas donde no entienden lo que
yo tampoco entiendo: si el amor puede estar al alcance de todos de manera
responsable, por qué no se dá. Porque entonces se terminan por convertir en
luchadoras, en esas mujeres que cruzan los 20 años y ya llevan un blindaje ante
sus emociones, donde solo se les ha otorgado el derecho a tener amigos, nada
más.
Nadie es excepcional, nadie es
tan diferente como para no querer desear haber conocido el amor con cuanta
persona se haya deseado, para antes de tomar la decisión definitiva, la que es
asumida con la seguridad de que ya no es necesario ser infiel, porque se vivió
y se supo de las diferencias entre cada uno de nosotros los hombres, hasta
decirse ellas mismas: ¡ahora quiero saber qué es el amor con un solo hombre,
con el cual quiero conocer el significado de: para siempre!
Porque la lucha es mayor cuando
se dan cuenta que la sociedad vé con mejores ojos a los varones profesionales,
que las mujeres que día a día, dentro de la realidad universitaria, donde los
acosadores abundan y donde, violar es consentido por un sistema en el que por
más que la muchacha cierre bien el hueso pélvico, el hombre de más de un metro
ochenta, no solo usará toda su fuerza sino, el miedo que le infunde, si acaso
no le ha dado la droga de la voluntad o, le miente con promesas que nunca ha de
cumplir y la hace suya sin importarle si la embaraza o no, si le dá un contagio
o no. Porque se lo va a callar la muchacha que no quiere ser mal vista en su
facultad y, su silencio será la desconfianza de quien ha perdido la fe en
nosotros los hombres, porque el trasgresor era alguien como tú, como yo,
alguien confiable, alguien que ella jamás pensó haría ello.
Y si lucha, fuera de la
universidad, es porque se siente menos inteligente que nosotros, cosa que en
realidad no es cierto, al menos en lo que he visto en mis 45 años, pero estará destinada a
comerciar su belleza, sea desde una tienda donde vestida en un traje muy pegado
al cuerpo, piense que solo vale por lo atractiva que es, nunca por su
inteligencia o personalidad, si acaso piense en su destino, en el mar de
oportunidades que ha perdido al no ser profesional, al lidiar con muchachos y
hombres que quieran llevarla a la cama, si es con su consentimiento o, con el
chantaje que puede perder el trabajo si no se somete a lo solicitado, hasta
sentirse sucia ante los ojos del mundo, ante la mirada de nosotros los hombres
y, las mujeres que ya pasaron por lo mismo y sin embargo la hacen sentir muy sola,
indigna de ir a la iglesia y saber de Cristo.
Porque la lucha no termina allí,
ya que su organismo es un caldero de hormonas que le pedirá llegado el momento
ser madre, quiera o no, soltera o comprometida, cuando la madurez de su
organismo sea superior a su voluntad, cuando se dé cuenta que el amor que esperó
nunca llegó, que el amor es basado en la costumbre, que las historias que oyó
decir por todas partes de amores tórridos y legendarios no le ocurrieron a
ella, que llegado el momento, deberá decidirse entre los muchachos que conoce,
si es que queda alguno libre y apto para tamaña responsabilidad de ser padre,
para tener un hijo, sea en matrimonio o, por concepción, para saber de otra
soledad en la que la economía será una competencia mayor, con un niño que
llorará y hará preguntas, un niño que deberá ser atendido a toda hora, cuidando
que no enferme y sea asistido para un futuro que merece, un futuro
que la mujer no conoció en plenitud y la hace ver impotente ante una realidad
donde nosotros los hombres competimos con más ventaja, usando la fuerza y la
inteligencia que a ella no se le permitió desarrollar, entre sus emociones que
van desde el llanto a la risa, emociones muy propias de ellas, muy propias del
ser humano, del hombre, de quien sea, si es que hablamos de personas que fueron
criadas en sanos ambientes donde se respetó la libertad de emociones.
Porque la lucha no acaba allí, si
es que acaso, temerá por los peligros de los hijos que tenga y ante los cuales
están expuestos en el mundo, sea desde la delincuencia, las drogas, el alcohol,
las malas influencias, la trasgresión de la Ley, o un esposo que no respeta ni
a sus hijos ni a ella misma si es que no solo les pega por carecer de paciencia
sino, abusa de todos sexualmente, porque el mundo no acaba allí cuando recuerda
que, temerá porque se enamoren de las mismas muchachas de su género que, siendo
rubias, pelirrojas, morenas, de ojos grises, azules, marrones, negros, verdes,
celestes, altas, bien formadas, o de porte regular o bajas, se vean dentro del
mundo todas contra todas, entre las que ya perdieron la fe y solo andan a la
caza de corazones bobos e inocentes, cuando las arrugas empiezan aparecer y día
a día se luchó con algo llamado periodo que como un calendario, afectó sus
emociones, hasta el día de la regla, cuando se dieron cuenta más allá del
parto, el destino que significa ser mujer, si es que tuvieron la fortuna que
todo les saliera bien, antes de empezar a relatar la historia de sus vidas a
sus nietas, cuando la sabiduría debería ser la que enseñe cómo triunfar en este
mundo, cuando solo pocos triunfamos, cuando solo hay soledad, cuando a mis 45
años, he entendido contra qué luchan las mujeres y, qué es una mujer luchadora.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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