NUESTRO SEÑOR, JESÚSCRISTO, EL APARTADO





Dicen que en los inicios de esta Era
Todas las muchachas de belleza insoportable
Se enteraron de la presencia de Dios en este mundo
Y pensaron: ¡queremos tener un hijo de Nuestro Señor!
JesúsCristo supo de ellas cuando desde todo el mundo
Acudían a Él, solo para contemplarle y escucharle hablar
Y Hombre perfecto no hubo jamás
Y muchachas tan enamoradas la historia no volvió a escribir
Porque desde su estado de gracia
Lleno del Amor que nadie predicó nunca
Lloraban en su ausencia estas damiselas y princesas
A rabiar, gritando al cielo, ¿por qué no podían tener un hijo de Dios?
Y en nada de esto Nuestro Señor contempló como un harem
Porque les hablaba como solo se le habla a una hermana
Como solo se le habla a una niña, cuyo corazón debe ser protegido.
Sin embargo, fue tal la atracción que Él tenía
Que su presencia era sentida hasta en los confines del planeta
Y los hombres preocupados temían por sus pecados
Porque había llegado el que tenía que llegar según las Sagradas Escrituras
Y fueron las mujeres las primeras en sentirlo
Al agitárseles el pecho desde las ciudades más lejanas
Y en júbilo, proclamar que una nueva forma de Amar existía.
Nuestro Señor, El Apartado, sin embargo, vino en condición de hombre a este mundo
Y fue inevitable que conociera a la mujer más superlativa de la Era
Era inevitable que ella preguntase ante tantas negativas
Por saberse de su dominio sobre todo varón en el mundo a solo deseo,
La desesperación de errar de ciudad en ciudad, la locura de querer saber de Él
El corazón de ella que empezó solo a vivir con ese afán
Hizo que su piel se oscureciera y su cabello cano volviera,
La piel lozana de la joven mujer arrugada en mal de amor
Reflejaban la sequedad de unos labios cuyo vientre clamaba amor de hombre
Y por donde fuera, amor terrenal no se conoció jamás ante comentarios de los sabios.
Nuestro Señor, como hombre, sentía la misma atracción que cruzaba horizontes
Hasta la noche que tomó consciencia que era Él el Mesías
Cuando la conoció ante el milagro de verla renacer, rejuvenecer
Y entender recién del poder de su Creación, pues dijo:
“Así es la obra de mi Padre, perfecta y digna de ser amada”
Sus dedos temblorosos, apenas cercanos, a las mejillas de la mujer que
Cruzó el mundo guiada solo por sus sentimientos hasta hallarlo,
Encontraron los ojos de quienes se miraron por una sola vez
Y en grito estremecedor, donde cayeron las lágrimas, espinas crecieron
Para el consuelo de los que habrían de amarse de manera imposible.
Así fueron sus 28 años, cuando la vio morir  en un aliento final
Cuando el destino se interpone ante lo que no debe ser
Cayendo entre sus brazos, mientras Nuestro Señor miró al cielo
Y se adelantó en el Verbo: “Hágase tu voluntad Padre”
Mientras anheló con más intensidad la pasión de la Cruz
Y soñó con la pronta resurrección de los muertos
Para en otros tiempos celestiales, supiera de ella
En la hora de la eternidad, cuando Nuestro Señor,
A su lado la tuviera, cuando el siempre es invencible
sobre todos los tiempos.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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