DE LOS QUE APRIETAN Y LAS PATINADORAS




No, si por el camino están, son mujeres muy bellas, pero claro, uno se pregunta, cómo es que mujeres tan bellas estén metidas en eso, son las peperas, las que se suben en los vehículos de carga pesada, cuando hacemos rutas de largo trayecto y, las encontramos allí, en plena carretera, solitas, porque uno pensará que se las puede tirar y, claro que eso puede suceder, pero su modalidad no es la de darte algo en la comida o, en la bebida, mucho menos en un cigarro, no, nada de eso, te las llevas a la cama en cualquiera de esos hoteles, ¿sabe Poeta que ellos saben todo de nosotros desde El Penal?, que son las mujeres de los que aprietan, los que te encañonan, esos que otros llaman: bandoleros, los que te cierran el paso y saben cuánto de mercadería llevas, su monto, y las contadas veces que podrán hacer esos atracos mientras llevamos cargas valorizadas en 60 a 100,000 dólares. Normalmente actúan en grupos de a 4 y, al robarnos todo lo que llevamos o quitarnos el vehículo de carga pesada, saben a quién venderles lo que transportamos que, normalmente es para las minas, porque esto de trabajar con tráileres son horas y horas de manejo, es que los que aprietan lo saben todo, desde qué comités de transportes salen, qué llevan y, quiénes somos los que manejamos.
Ah, ¿eh?, pues yo vivo de eso, y hasta me sirve para mi uso, cruzo Lima para contratar la muchachada a la cual le pago en crudo, es decir, en billetes, por partes, para luego, pagarles en líquido, es decir, en cerveza y, unos platos de mariscos o ceviches. Así he trasladado varias veces mis muebles cada vez que he tenido que cambiarme de casa, porque usted puede pensar que como brindo mis servicios para los mineros, pues debo ganar muy bien, cosa que no es cierto, porque me preguntó por los mineros que van a esos night club´s donde hay muy bellas jovencitas, pues no, no ganan tanto como para gastar el doble de lo que gana un ingeniero contratado para la mina, digamos, en una sola noche, esos que gastan duro son los mineros informales; donde sí se saca fuerte es en las utilidades, ya sabe, se trabaja 20 días por 10 de descanso, más viáticos, dos duros, es decir, dos billetes de a 100 soles, que es algo, pero un hombre que trabaja en piso, es decir, que hace labores simples, en líquido, gana algo de 1,200 soles, cosa poca sabiendo que el básico es de 850 soles, considerando que se va a trabajar a alturas superiores de los 4,000 m.s.n.m.
Y sí, pero yo no subo a esas bellas muchachas que hay en plena carretera, aparentemente indefensas, precisas para hacer el amor, muy coquetas, muy sexys, sexo fácil, ¿eh?, no, ni se imagina usted cómo nos pepean, porque ellas trabajan solas, son las mujeres de los que aprietan, de los que están en cana o la cárcel y cumplen como ellos cumplieron cuando atracaban en plena ruta. Así hace dinero la delincuencia. Están un tiempo en prisión, cada apretador con unos 400,000 dólares sumados de todo lo que robó, dinero suficiente para comprarse a un buen abogado que para los casos existen, mientras ellas esperan pepear a los choferes que las suben a sus camiones pensando en tener buen sexo luego de largas horas de manejo.
Es que las besas, te las tiras y, no sabes en qué momento te pepearon, porque se echan en gotas, fuertes sedantes en los pezones y luego ya fuiste, te dejan botado por la carretera y ellas mismas con sus compinches, se van en el tráiler y uno que reacciona y no sabe cómo carajos ocurrió todo eso. No Sr. Escritor, yo no llevo a nadie en mi camión cuando voy en plena ruta, quizá eso le explique el por qué cuando usted se quiso ir de casa, ningún camionero lo llevó al Cusco, o mejor dicho, se asustaron y no le dirigieron la  palabra cuando entró al restaurante y pidió que alguien lo llevase, recibiendo miradas de miedo a ser asaltados por usted, no lo tome a mal, que en esas cosas, los que aprietan son bien parecidos como lo son las patinadores, es decir, sus mujeres, porque hasta para ser delincuente en Perú, hay que ser pintón, no, yo no me fío de nadie. ¿Ah, creo que le están llamando?, sí, le contesté, debía recoger los medicamentos para mi padre de la farmacia del hospital, me despedí amablemente, el sol era fuerte en la ciudad, sin embargo muchas cosas ocurren en otras partes del país en este mismo momento cuando andamos con una sonrisa bonachona en el rostro, pero sin confiar en nadie.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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