LA CONSCIENCIA Y LA LEY




Porque no me vas a decir que no vi con mis propios ojos cuando el oficial de policía daba la orden de captura para detener a los mineros informales desde su despacho. Estaba en ese momento en la sala de detenciones leyendo las advertencias para los que estaban en la sala de meditación o carceleta. Se prohibía rotundamente usar celulares, leer libros o revistas, usar objetos punzocortantes y fumar tabacos. Tenían que meditar, tomar consciencia de lo que habían hecho.
La consciencia corresponde al contexto donde se vive. Las personas ajustadas son aquellas que teniendo conocimiento de la Ley, se ponen a derecho, así lo entiendo ahora, con el fin de respetar las normas de convivencia, sujetándose a lo que estipule la Ley para la normal convivencia. La consciencia es eso: sujetarse a la Ley. Otros le llaman tener criterio de consciencia.
Pasé a visitar a un amigo del cual no daré mayores razones. Eran dos ambientes, donde al pasar por el primero, saludé educadamente con un buenas tardes señores. Ellos tenían miedo, estaban aterrados por las horas que les esperaban. Su silencio era ese, el de meditar, el de saber que en este país, donde se señala a la corrupción como uno de los males más lacerantes de nuestra sociedad, siempre es condenada tarde o temprano.
Es La Ley, me dijo años antes un ex compañero del colegio que ahora es Capitán de Puerto, oficial de la Marina de Guerra del Perú, La Ley se impone a la buena o a la mala. Recordaba sus palabras justo en ese momento. El pasillo era propio de los psiquiátricos que conocí cuando fui internado por finales del siglo XX. Yo era un rebelde con causa, el sistema: un organismo enorme difícil de controlar. Esos hombres asustados, los que habían delinquido, los que creían que pueden hacer lo que se les venga en gana en esta sociedad guardaban silencio. Un hombre me pidió prestado mi  celular luego de haberlo hecho por un lapicero. Recordé lo leído en la leyenda de ingreso. Pensé: están presos y aún así creen que pueden hacer lo que se les venga en gana. Me molesté y salí enfurecido. Pudo haber llamado desde mi celular al jefe de su banda. No, no le importaba si me involucraba con esa llamada, si yo siendo inocente, pudiese ser inculpado por sus crímenes. Merecían estar donde estaban. Lo del lapicero rápidamente me di cuenta que fue con fines de usarlo como arma blanca. No, no entendían que para que el orden  establecido funcione dentro del estado de derecho, en el cual, las personas tengamos las garantías de poder vivir con seguridad, ellos debían ponerse a derecho, ajustarse a la Ley.
Que por qué visité a ese conocido, porque estuvo a mi lado cuando a mis 31 años, me enfrenté contra el Arzobispado de la ciudad, reclamándoles su indiferencia ante una posible tercera guerra mundial, como se interpretaba en ese entonces según las Profecías de la Virgen de Fátima. Años después, estuvo también a mi lado cuando un grupo de cerca de 80 nacionalistas quisieron tomar la Plaza de Armas de la ciudad de Arequipa y, valiéndome de las cámaras de televisión de todo el país que filmaban lo que ocurría, los enfrenté diciéndoles que ésa no es la manera de hacer justicia en este país. Dos días antes habían muerto varios policías cuando el hermano del ex Presidente, Ollanta Humala, había intentado tomar la Comisaría de Andahuaylas. Ambos ahora están presos, así lo comentaba con este amigo que fue leal cuando creí oportuno defender una Democracia que sigue teniendo errores inmensos en este país, donde día a día se denuncian a los corruptos que van desde narcotraficantes hasta políticos que creen que pueden vivir de nuestros impuestos.
Todos caen tarde o temprano. Ni los mejores abogados pueden burlarse de una Ley que podría por un tiempo blindar a personajes que tienen mucho poder, como cuando empezáramos a hablar de Alejandro Toledo, Alberto Fujimori, ex Presidentes, uno que no se pone a derecho pese a la prisión preventiva que está sobré él mientras vive en USA y, el otro, un Dictador que aún no devuelve los miles de millones de dólares que nos robó y que no puede disfrutarlos desde la prisión donde está.
No, la revolución es un zafarrancho de personas que hacen un fárrago de ideas que solo concluyeron en crímenes imperdonables que afectó a nuestro país en los ochentas y noventas, por eso está preso su presidente Gonzalo, como se hacía  llamar, el Abimael Guzmán.¿ Que cuál es la vía para que en este país la justicia se sienta? A ciencia cierta, nadie lo sabe. Pensé en ese momento en el poder de Alan García Pérez que se libró de la justicia sin que hasta ahora pueda explicar su patrimonio, en el poder del carisma pese a la perversión interior, esas cualidades viles para convencer pese a que uno sabe que trata con alguien a quien no le importas nada, que solo quiere llegar otra vez al poder para seguir robando como todos presumimos.
Al salir al salón de los despachos, el oficial daba la orden de captura contra los mineros informales, su voz era tajante y segura. Sé que todas las noches hay operativos en toda la ciudad porque se está a la captura de los macrocomercializadores de drogas. Un bus enorme de la Policía cruzaba la calle, pensé que allí cabrían por lo menos unos 60 efectivos especiales de la policía. Arequipa es una de las ciudades más seguras de Perú y, también la más contestataria. Hay un pasado que se honra y respeta, más allá de la Leyenda Negra de la Guerra del Pacífico. Pero pese a todo, todos sabemos que quienes nos gobiernan nos están robando y, son más listos e inteligentes que nosotros.
Como lo fue Montesinos, el asesor siniestro del Dictador Fujimori, como lo son esos hombres que vi en la sala de meditación o carceleta, como es la Ley cuando te dice: basta, así se haya tenido que esperar muchos años de blindaje por parte de Fiscales y Jueces que luego de su destitución, jamás lograron impedir que los que nos traicionaron, estén ahora presos, o, les espere la cárcel.
¿Qué es entonces la consciencia? Quizá lo que carece Keiko Fujimori como su padre al alegar que son inocentes, pese a que el primero insiste en pedir indulto humanitario y, la segunda, niega cualquier vínculo con la corrupción, mientras que los expedientes que la condenan empiezan a aparecer por les medios de comunicación.
Hay un límite para el cinismo o la mentira. O como bien lo dijera mi compañero de clases: nadie escapa de la Ley, con o sin consciencia de los delitos cometidos, ésta se impone a la buena, o a la mala, así estemos contra todo, así el mar peruano que vigilo esté alquilado a otros países para que pesquen dentro de nuestras 200 millas. Mauricio, solo estamos esperando un pequeño error, nada más,  un pequeños error de esos tipos que se creen muy listos, porque nadie es perfecto y nadie, nadie tiene poder para siempre.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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