¿QUIÉNES SOMOS LOS MUCHACHOS QUE NOS VAMOS DE PUTAS?






Cuando algo muere para siempre, otro forma se tiene para con el amor. Ya no hay paciencia para cortejar a ninguna muchacha, sabemos que están allí, a escoger, dispuestas a complacerle a uno. ¿Volver a creer en el amor? Lo intenté varias veces, pero fue inútil, las putas siempre me parecieron más sinceras, es decir, al menos con ellas sé que si están con varios hombres, no es necesario explicarlo u ocultarlo.
Esas muchachas, tan lindas, tan bellas, pero llenas de mentiras y amantes, claro que no merecían mi preferida atención, mucho menos mis sentimientos. No, no me quedaban ganas de pelear por nadie así de entero, contra todo. ¿Pensar que me sería fiel?, eso era perder el tiempo, las muchachas veinteañeras estaban a la espera de ser seducidas por cuanto varón con el cual hicieran contacto visual, lo demás era sencillo con sonrisas coquetas, jugueteos con las manos, una sesión de sexo donde se insistía en mentir diciendo que esto ha sido un error, no debe volver a pasar, como en realidad era esperado. ¿Yo tendría que aguantar ello?, es decir, estar con una muchacha que tenía una forma promiscua de entender al amor, ¿no era más sencillo dejar las cosas en claro si se tratara solo de sexo? Otra cosa era con las treintañeras, una pérdida de tiempo si es que se deseaba entablar una relación con ellas, porque ellas querían hacer el amor con cuanto hombre se les cruzara en el camino si es que estaban solteras o en relación de pareja, es que me pregunto, ¿tanto varón tonto hay que aguantaría ello? Ni hablar de las cuarentonas, buenas como amigas, pésimas como amantes.
Es así para los que conocemos estas lides, el amor, cuando decimos que nos vamos de putas, para sacarnos esa espina donde alguna noche creíamos en algo que ya nunca más será. Cuerpos de muchachas bellas en bragas, bailando y derrochando sensualidad, con el olor de su piel emanando de sus poros, piel desnuda, senos enormes y a elegir, muslos perfectos de muchachas altas y lozanas, vientres donde es necesario apoyar la cabeza, traseros que es necesario explorar, dominar, conocer y someter, sexos donde se paga por ser feliz.
¿Y si volviera tras los pasos del amor? No, mi confianza en las mujeres era una causa perdida. De mi largo aprendizaje, no hubo ninguna que se salvara de mi dedo acusador para a esta hora, en mis silencios, honrase la memoria de alguien con quien siento, merecí quedarme para siempre.
Es temprano aún para este domingo mientras me dirijo a un café, estas calles reúnen muchas historias, los hoteles que veo más, es extraño, hace años que no veo a nadie llorar por amor, gritar, reclamar a los cuatro vientos, hacer escándalos, jugársela entero y con todo por alguien. Creo que el amor es algo que pasó de moda, un sentimiento que alguna vez fue tomado en serio y para esta generación, algo poco razonable, quizá visto con frialdad, con recelo, con sensaciones a engaños e intenciones de hacer daño. Esas desconfianzas en torno al amor nos puso a todos, frente a frente, a las muchachas, como extraños, muy distantes del matrimonio, pensando bien en el precio de ellas, en cuánto dinero nos costaba el placer de una noche, en cómo el cariño era mercancía cuando no se quería estar solo y las nostalgias ganaban las horas del insomnio y las llamadas de los amigos empezaban a sonar de manera insistente: ¡vámonos de putas!, era la voz reiterada ante sí afirmativos. Nos íbamos de putas otra vez. ¿Alguien pidió amar otra vez?, creo que esa vivencia corresponde a la era de los dinosaurios, a la de los poetas falsos y que mienten en cada poema de amor.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
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