DOS VEINTEAÑERAS EN EL LECHO PARA EL ESCRITOR
“Se llama ponerse en cuclillas,
Señor Escritor”. Ese olor fuerte a muchachas excitadas mientras las desvestía
me enloqueció. Tenían sus sexos húmedos este par de bellas veinteañeras que me
habían escuchado cantar a todo pulmón, canciones de José José, (Voy a llenarte
toda), Miguel Gallardo, (Hoy tengo ganas de ti), Beto Danelli, (Contigo yo me
pierdo), mientras me desvestía esperándolas en la habitación donde las dos
serían mías.
Luego de la ducha helada que me
he dado para calmar la furia con la cual les hice el amor y ahora me siento a escribir este relato, es
imposible que el olor de sus vaginas no esté en mi cuerpo.
Porque tienes que sentir lo que
yo sentí cuando la muchacha blanquiñosa, de senos deliciosos y turgentes, me la
succionaba a la par que la charapa besaba y acariciaba mi espalda, mordiendome como una gata en celo mi piel.
No pasan de los 22 años. Esa picardía
en sus ojos, sus risas agradables al oído, el deseo de hacerme suyo luego de haber ayer hecho el amor con una muchacha de 19 años y, el deseo de conocer al
Escritor que cantaba a todo pulmón, si acaso en plena calle, mientras me
dirigía donde ellas, cantaba con la alegría que siento ahora el tema ochentero
de los Enanitos Verdes: El extraño del pelo largo.
Porque su boquita estaba llena de
mi polla y lo hacía con amor, con desesperación, con su piel que quemaba,
dándome cuenta que se moría de ganas porque se la metiera. ¡Esto es el cielo!,
grité mientras la cogía de las caderas blancas y colocada con los pies sobre el
piso, se apoyaba en la cama sintiendo yo su olor intenso de mujer, de hembra a
la cual hacía mía. Tienes que ver unas caderas bien blancas de una muchacha
tetona que desde su cintura mis manos dominaban a la par que la otra muchacha
me filmaba con su celular, para saber qué es lo mejor de la vida, lo mejor del
mundo.
Esos golpes fuertes en esas
nalgas que están bien hechas y que soportan la fuerza de un hombre de metro
ochenta con 100 kilos de peso sí que dan razón para vivir.
Entonces la postré sobre la cama
para romperle la tanga roja mientras ella pedía primero tener mi miembro viril
en su boca. Nunca antes me habían hecho el sexo oral de tal manera, nunca antes
había conocido a una profesional, de rostro tan lindo, senos adolescentes,
cabellera negra larga y cuerpo voluptuoso mirarme de esa manera, con malicia,
con placer, con las ganas de que me enamorara de ella.
Eran un par de angelitos no solo
riendo sino gimiendo, disfrutando de lo que Dios nos quiso enseñar cuando se
escribió mucho acerca del Paraíso o Edén prometido. Porque no solo abusaba
jalándole el cabello largo que tiene, sino que la otra muchacha contemplaba
cómo le hacía el amor a esa otra veinteañera que luego la tuve sobre mí, para
sentir sus senos pegados a mi pecho, si es que no hay otra expresión para
definir la belleza.
Si no sabes qué es la felicidad,
pues lo escribiré, tal cual como lo dijeran ellas para quedar uno de estos días
y encerrarnos con todas las demás muchachas y hacer una orgía romana conmigo,
dispuestas a complacerme en todo, sumisas, cariñosas, amorosas, remedio preciso
para cualquier tipo de estrés o depresión.
Me despeinaron de puras ganas de
marcar territorio luego de mencionarme el nombre de una muchacha a quien la volví multiorgásmica,
diciéndome que con ella me iba a casar, que me había pedido. Nos reímos los
tres mientras les decía, ¿y renunciar a todas?, yo no pienso casarme a mis 46
años por cumplir.
Y entonces la vi, con los pies
descalzos, blancos, bella, hermosa, alta, una diosa digna de enseñarle lo que es el
amor, postrada sobre la cama al lado de otra muchacha que hacía unas semanas
había sido mía, de senos enormes, copa 40; esos muslos y sus piernas perfectas
debajo de un jean endemoniado y ese rostro donde los mejores supieron qué es la
vida me hicieron preguntarle a mi amigo: ¿por qué no me la has presentado?
Alta, expresión perfecta de la
belleza peruana, de rasgos propios de una modelo o certámenes de belleza, me
dijo que estaba solo los domingos, que la buscara en días como hoy. No sé si me
enamoró su manera de mirarme mientras comentábamos de locales donde fui filmado
haciendo el amor, si acaso nos reíamos cuando les dije que la charapa me había
filmado con su celular haciéndole el amor a la caderona blanquiñosa que me entregó
lo mejor de sí.
En este momento debo estar en
todos los WhatsApp de la ciudad. fueron dos muchachas veinteañeras para El
Escritor.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Comentarios