KAMIKAZE






Entiendo ahora que desde los 17 años, no leía para ser un erudito ni pretender saber más que los demás. No era la búsqueda del conocimiento. Ahora sé qué buscaba cuando leía todos los días, desde bien temprano, hasta bien tarde, por muchos años.
Dos veces me dijeron dos muchachas: “ya nada me importa” y, no pregunté cuál fue la razón para que me dijeran eso. Quise hacerles el amor, pero no lo hice. A una la llevé a un café a sabiendas que ella iba a aceptar unas cervezas, porque lo consintió, pero ordené una jarra de limonada y dejé de calar mis tabacos, porque le incomodaba el humo del cigarro. Era hermosa como lo son todas las muchachas. Creo que el abrazo que le di era todo lo que necesitaba. También creo que lo ha olvidado. Pero superó el “ya nada me importa”.
Otra muchacha me dijo lo mismo alguna vez. Y paseamos por la ciudad y también la desee, pero le hablé como siempre sé hablar, cuando hablo sobre los sueños, sobre la vida. Ya no me saluda, ha terminado su carrera universitaria y sigue practicando deporte. “Ya nada me importa”, eso fue lo que ella me dijo. Nos despedimos con un abrazo también.
Ese, “ya nada me importa”, no se lo decimos a cualquier persona. Sabemos a quién se lo decimos, antes de tomar la decisión definitiva, la que está buscando una razón para expresar que el mundo es una mierda o, que aún podemos creer en las personas, en este caso, nosotros los hombres.
Y así, todas las mañanas mientras escribía en esa vieja máquina que un amigo me regaló y que se malograba siempre por la furia con que escribía, iba a esa Biblioteca, porque mi “ya nada me importa” no podía ser respondido ni por psicólogos o psiquiatras. Evitaba escuchar los temas en español. Prefería el heavy metal en inglés, porque no sé inglés y, podía imaginar la letra que se me antojase para escribirla a mi manera. Creo que así he escrito siempre, escribiendo letras de canciones en inglés que no sé qué significan y que les he dado forma en castellano.
Cada autor me narraba historias para mi, “ya nada me importa” y, dejaba a uno, para buscar a otro a lo largo del día, porque así como esas dos muchachas me encontraron en su momento extremo, mis momentos extremos buscaban afanosamente en cada autor, respuestas para mi, “nada me importa”. Y era una búsqueda indesmayable, de páginas tras páginas, autores tras autores, testimonios, hechos, luchas, palabras escritas con el rigor de las lágrimas propias de los que no se rendían, así lo entendí y, eso era una razón para seguir insistiendo.
Y me acordé de todos ellos en mi noche donde ya no hubo más poesía ni más escritos, sino las horas de la palabra, las horas de las viejas luchas por la libertad, a pesar que tuve todas las razones justas para ser un iconoclasta, un muchacho que apostase por tomar un arma y empezar a matar a todos. Mas no lo hice.
Luego vinieron 5 internamientos psiquiátricos y muchas traiciones y, lo más importante, la cruda verdad de saber a quién le importaba. Pero se me negó la razón, se me negó el derecho a la defensa. Era suficiente para perder la fe en el ser humano.
Vendrían más años de soledad insoportable que eran combatidos con escritos desde donde bregaba. Años sin muchachas que me dieran afecto, años sin poder articular el habla, años de desengaños que eran combatidos con mis escritos.
Me vence el sueño esta noche desde una habitación donde no hay ventanas y no puedo descansar mi mirada en el cielo que me regalaba sus estrellas hasta que el día dominaba y el Sol me recordaba que todo volvía a empezar.
Ya no hay autores que respondan a las preguntas que buscaba a mis 17 años, solo poetas y narradores que niegan la vida, que descreen de todo y juegan a ser malos. No hay héroes que reafirmen la existencia. Se acabaron todos los héroes que me acompañaron desde los 17 años. Es silencio, es media noche, no hay nadie con quién hablar. El sexo es pagado, es cierto, pero es pocas veces al mes y, si he de ser sincero, está lleno de más amor que cuando alguna vez amé. Luego los días son largos, silentes. Me he quedado solo. Sin héroes, sin autores a quien preguntarles porqué se debe seguir insistiendo, por qué se debe seguir resistiendo. Me he quedado conmigo mismo. El celular no suena. Solo me tengo a mí para decirme ese “ya nada me importa”. No sé si eso te convierta en escritor, no sé si eso sea ser fuerte, no sé si se trate ahora de salvar a otras personas, no sé si se trate de salvarme a mí mismo, no sé si eso me haga más hombre o viril. Solo sé que me tengo a mí, a nadie más. Y son miles de palabras qué decir, qué compartir, pero no hay nadie, nadie a mi rededor. Calaré un tabaco, tomaré un par de vasos de Kola Real y, dejaré de mentirme pensando que un milagro cambiará mi vida. Lo único que le da sentido a todo esto es la fecha de pago, el saber que haré el amor por unas horas y eso me evadirá de todo y volveré a sonreír, así sea pagando a una muchacha que no sienta nada por mí, pero que se esmere en hacerme feliz, porque quizás ellas no han leído todo lo que yo leí para responder mi: “ya nada me importa”, o tal vez no se den cuenta de la magnitud de lo que hacen conmigo, porque si esto es vivir, seré puntual y sincero, es lo único que me importa, si acaso Dios me preguntase sobre la bondad y la vida, antes de tomar la decisión de meterme a una misión suicida para China o Corea del Norte, antes que yo mismo apriete el botón, antes que renuncie a mi resistencia, porque me estoy quedando sin fuerzas y sin respuestas para mí mismo. El tablero está allí y las horas me vencen, estoy muy cerca a patearlo. Y  esto ya no se resuelve con un: mañana será otro día.
Estoy luchando contra las horas. Seré derrotado cuando ya no tenga respuestas dentro de mí, cuando ya no sea mi propio héroe, mi propio escritor a seguir.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

Todos los Derechos Reservados para
Julio Mauricio Pacheco Polanco

Comentarios

Entradas populares de este blog

MANUAL PARA NO DESPERDICIAR LAS NOCHES

EL POEMA QUE HONRÓ AL MUNDO

EL CORAZÓN QUE VOLVIÓ A SU DUEÑO