SEXO EN LA CIUDAD







La muchacha era extremadamente bella, hermosa. Estaba recostada sobre el sofá dando el rostro a las mesas donde habían cervezas y otras muchachas que de igual manera estaban esperando que alguien les invite una jarra con licor. Esto de que en Perú haya un boom minero alcanzó su sentido cuando al entrar al antro el portero nos llamara: “ingenieros”. Minutos después me pareció tan patético ser ingeniero al ver a un hombre que no sabía bailar esos temas chicha, era un hombre de poca gracia, con una camisa a cuadros que no disimulaba bien su panza, bailaba con dos muchachas, la verdad que ese local no tenía nada qué mostrar. Al salir mientras entrábamos a otro local donde olía exageradamente a sexo y no había nadie, el gordito tetudo que me acompañaba me decía que las muchachas de Literatura eran muy liberales, que les encantaba mucho el sexo, pero que me tenían miedo, temían que escribiera sobre ellas si es que tuviera una relación ocasional o un encuentro casual. El gordito tetudo horas después me contaría toda su vida, que desde muy adolescente había frecuentado discotecas de ambiente, expresandose en términos que a mis 46 años desconozco.
La muchacha de pronto se levantó, tenía un cuerpo impresionante y era alta. Su vestido ligero era negro e iba hacia unas gradas en forma de espiral donde haría el amor con un muchacho que seguramente estaba demasiado ebrio como para tener una erección. A los 5 minutos ella bajó y volvió a sentarse. El tipo no bajó, quizás estaba llorando o quizá se había quedado dormido sin siquiera haberse bajado el pantalón.
Luego de haber dejado el café, el gordito tetudo que frecuentaba discotecas de ambiente me refutaba mi vida compartida con marocas, con putas para ser preciso, me decía que debía tener una muchacha decente. Lo curioso fue que al despedirnos, con un rostro bastante deprimido por sus confesiones, me decía que se iba tras unas putas. Pensé en ese momento que todos tienen consejos para los demás menos para sí mismos.
Que en la casa de ese abogado se fuma bastante hierba, vamos un día para que conozcas. Sabía de quién me hablaba, era un prestigioso abogado que dictaba cátedra en la universidad, qué, ¿todavía sigue fumando marihuana y echando a perder a los jóvenes él? No lo dije, lo pensé, sabía que el gordito tetudo fumaba marihuana y pasta básica de cocaína. Estaba ganando juicios que le habían hecho recuperar su autoestima, me comentaba entre otras cosas que tenía muchos amigos en la cárcel de la ciudad, que así es el derecho, solo sirve para transar con la mafia, de esa forma hacen dinero los abogados.
Me largo de esta ciudad, quiero irme a la capital. El gordito tetudo que me decía que debía dejar el mundo de las putas una noche me llamó desde Lima en un estado de pánico que me causó entre risa y piedad: estaba en un burdel de mala muerte. Su poca gracia no le brindaba éxito con las muchachas decentes. No quiero tener una relación estable estimado, yo no me enamoro nunca y, he conocido a tantas mujeres que he optado por las chicas de la vida alegre, al menos ellas son más sinceras: te dicen no si no tienes dinero; una muchacha decente te pide casa, auto, y todas las comodidades que debas darles y yo soy un Escritor, no un ingeniero ni menos un estafador del sistema.
Percaté que a las 02:00 a.m. no hay gente en la ciudad, que serenazgo circula por todas la calles y que hay cámaras en cada esquina, así nos lo hizo entender un amable policía desde su auto de vigilancia. Me levanté con la botella personal de cerveza que tuve en la mano, le pedí disculpas y, la boté en un tacho de basura.
La muchacha era realmente bella, era una muchacha sin corazón. ¿Quién tiene  corazón en esta generación?
Tienes que adaptarte, tienes que sobrevivir como lo hago yo, decía el gordito tetudo. Debes viajar, recorrer otras ciudades, eso enriquecerá tu visión de Escritor. Lo que no sabía este gordito que se las daba de consejero es que conozco al ser humano, que si no nos agarramos a golpes fue porque me dio pena al momento de esquivarle un golpe en plena discoteca donde percaté, el tipo estaba para un certero derechazo en plena nariz. No, me dije, eso es tener problemas.
Al subir a las terrazas, ese par de extranjeras, muy blancas y rubias, vestidas con trajes punk, con tatuajes y un inglés que no entendía, conversaban como si fuesen las dueñas de la ciudad, las había encontrado en el único baño del local, les pedí permiso para que yo orinase en un excusado. Fueron amables y abrieron todas las puertas para ver si había alguno ocupado y finalmente me hicieron pasar a uno sin mucho problema. Minutos después sus parejas subieron a las terrazas, eran dos tipos maduros, altos y fuertes. Pero en ese momento yo no cesaba de reírme de las estupideces que decía el gordo tetudo. Rápidamente se dieron cuenta que yo no era un problema para ellos, que lo mío era simplemente convencerme que las noches de discoteca, eran una pérdida de tiempo, porque recorrimos todas las discotecas del centro de la ciudad donde habían muchachas sentadas a la barra deprimidas, bebiendo cervezas, guardando silencio, ya no esperando nada. Así, de discoteca en discoteca, al parecer lo único que había era licor y para los que quisieran, otros sucedáneos.
Las calles estaban vacías, y los bares me recordaron las épocas de universidad cuando me motivaron a renunciar a la bohemia: discursos aburridos donde se relataban historias que no decían nada nuevo, porque las verdaderas historias estaban en los juzgados, en las prisiones, en los burdeles donde llenarse los ojos con ellas entre canciones de Maluma y saludos de “Ingeniero” por parte de porteros parecían serlo todo.
Tranquilo, gordito, no quiero hacerte daño, serás experto en artes marciales y pesarás 120 kilos, pero toda agresión tuya solo me causa risa, te he escuchado toda la noche y solo confirmas lo podrido que está este sistema, si me he reído de ti a más no poder, es porque tú sabes que no eres feliz, mira que me has hecho reír con cada disparate que me has dicho mientras a la vez me decías que debía aprender a ser feliz y dejar el mundo de las putas a la par que cuando me despedía, te ibas en busca de un burdel.
Al despertar lo primero que se me vino a la mente fue la belleza de esa muchacha. Ella nunca se enamoraría de nadie y, eso me parecía bien. Hay tanto hijo de puta, por qué pues creer en algo que ya pasó de moda.
Todo era dinero, 1,000 soles y ella haría todo lo que una muchacha enamorada nunca haría en la cama. Era inútil, yo no tengo ese dinero que el gordito tetudo con sus juicios defendiendo a delincuentes gana. Todo se resumía a eso: dinero, broncas y deseos de cagar gente, así sean amigos. Al regresar a casa, entré a mi apartamento, me tomé una ducha de agua caliente y dormí como duerme un hombre que despierta pensando en los sentimientos que se pueden comprar de una muchacha muy bella que no llegaba a los 20 años y que de manera perfecta fingiría amor hasta dejarte en la quiebra, hasta hacerte entender que el amor es un arte que solo sirve para sacarte todo tu dinero, total, como éste llega fácil para algunos, carecía de importancia. Era Arequipa del 2018 un martes de madrugada cualquiera donde todos creyeron que bebiendo se podía evadir el pensar, cosa errada, porque nadie era feliz, en medio de mis carcajadas estridentes mientras pensaba: esto no es la vida.
Ironizaba, creo que es otra forma de pasarla bien. y no, no hay nada en las discotecas o bares que me atraiga, la muchacha ideal que amara pasó de moda.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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Julio Mauricio Pacheco Polanco


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