ALGUIEN DESCUBRIÓ EL AMOR Y ES FELIZ
Si fuera millonario me casaría
contigo. Ella se venía en orgasmos tras orgasmos. Quizás esa era la razón del
porqué la buscaba: porque disfrutaba del placer con tal intensidad que yo,
mejor dicho, siempre me gustaron las ninfómanas, pueden tener más de 50
orgasmos en menos de media hora. No. No te creo Mauricio, tú no eres hombre de
una sola muchacha. Hacía años que me había acostumbrado a hacer el amor con
muchachas multiorgásmicas porque sentían lo mismo que yo, es decir, el terminar
de hacer el amor y sentir que todo volvía a tener sentido. Siempre fuimos en
nuestros encuentros personas que sabíamos estábamos destinados a la soledad. ¿Y
no tienes celos que otros hombres me hagan el amor? ¿Por qué tendría que
tenerlos si yo hago lo mismo?, varío de muchacha siempre y no espero la hora
acordada, ustedes saben que si no están a la hora que hemos quedado en el
hotel, siempre habrá otra que quiera estar a mi lado. Había recordado en ese
momento a una rubia de ojos claros cuando me dijera: ese es nuestro destino Señor Escritor, cuando yo deje de gustarte, habrá otra que te complacerá, unas
reemplazan a otras y así la vida transcurre sin mucho drama.
A media luz, cuando la tuve de
pie y acomodaba su metro setenta frente al espejo. Siempre es agradable
penetrar a una veinteañera que está excitada y disfruta de los placeres que yo
le brindo. Mírame a los ojos le ordené mientras ella sonreía y pensé que eso es
la felicidad. Su cabello largo era una rienda a dominar que ella sumisamente me
permitía mientras complacida dejaba que la poseyera. Mis amantes dicen que mi
trasero es perfecto. Nos reíamos de ello mientras la tiraba contra la cama y
contemplaba su cabello enmarañado y nos reíamos a la par que le decía: si te
vieras. Si así me despeinas siempre y, deja de estar gritando con furia que las
muchachas de la habitación de al lado no paran de reírse, siempre me llenan de
preguntas cuando me haces el amor. Tenía en mi poder su derrier y juro que
hacía semanas que no contemplaba tanta belleza junta, porque con mis manos ya
no sabía qué hacer con esa obra de arte humana que cacheteaba con furia ante
sus gemidos. ¿Te gusta siempre tenerme boca abajo, no? Ella se apoyaba sobre
sus codos y hacía que mi torso se uniera a su espalda acomodando una de mis
piernas que la abría a un costado solo para poder sujetarle con más fuerza su
cabello negro y ver el perfil de la muchacha que giraba su rostro para verme y
preguntarme qué es el amor.
Ambos nos quedaremos solos, quizá
seamos buenos amigos en la vejez. A pesar que le llevaba más de 26 años, ella
sabía que eso era cierto, que no habíamos nacido para el matrimonio, que nuestros
destinos serían reencontrarnos las veces que se nos diera la gana cuando la
vida careciera de sentido.
Recordaba los viejos rituales
donde les pedía que me entregaran el alma en plenos orgasmos. Me había
fusionado con tantas muchachas de esa manera. Sí recuerdo perfectamente
Mauricio cuando me pedías todo de mí. Si todos fueran como tú, incapaces de
sentir celos. Tengo 5 muchachos que no pueden olvidarme y mírate a ti, no te
importa nada, solo disfrutas de mí como si fuera lo último que disfrutaras en
la vida.
La miré una vez más y no pude
contenerme al momento de decirle: debiste llegar al cine. ¿Al cine porno?, me
contestó alegremente. Eres tan femenina, si supieras que hay mujeres que nunca
alcanzan el orgasmo, que tienen problemas para disfrutar del sexo. No, del cine
porno no pequeña, veo que no eres consciente del talento que tienes para hacer
el amor, puedes tener al hombre que desees. Ella jugaba con mi celular, buscaba
en la agenda todos los números de las muchachas a las que suelo llamar. En ese
momento me di cuenta de sus intenciones, le quité el celular y le dije: no, no
pertenezco a nadie, no las borres. Entonces cambiamos de postura, me encanta
verle el rostro cuando es feliz en el lecho, no me importó que sacara su
celular y empezara a grabarme mientras la hacía mía, total, tantos videos ya me
han sacado haciendo el amor. Todos retornamos con quienes nos hacen felices,
finalmente acoté. Ella era alguien que siempre estaría esperando sin
condiciones para hacer el amor, alguien que gozaba con el sexo que le brindaba
desde que la tenía desnuda y su piel se calentaba en fracciones de segundos. A esto
yo le llamo no tener razones para sentirse solo.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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