LOS HOMBRES SIN LIBERTAD
Prendo un tabaco, el día ha sido
largo y no he podido pegar los ojos, sin embargo debo pasar la noche aquí, en
medio de la soledad de la calle, caminando constantemente para que el frío no
me venza. ¿Por qué me dijo el otro agente de seguridad si yo era otro agente
solitario más? Lo recuerdo a sus 40 años, sentado en su escritorio, con una
mirada que ya no espera nada, seguro de sí mismo pero a la vez seguro de nada,
resignado. Es otro solitario más que trabaja aquí porque no tiene más nada qué
hacer. Y qué, no tiene pareja entonces. Creo que alguna vez la tuvo pero ya no
le han quedado ganas de volver a amar, sin embargo sé que es muy discreto y
tiene algunas amigas a las cuales visita cuando cobra su mes, mujeres que son
madres solteras que lo comparten porque comparten soledades parecidas. Fumo con
más intensidad mi tabaco, tengo que hacerlo porque mis manos están muy heladas.
No hay nadie con quien conversar. La música de la pequeña radio que llevo en el
gabán a esta hora de la noche no es buena. ¿Será así toda mi vida?, es decir,
¿moriré llevando esta rutina siempre? Quiero conocer al hombre que me haga
recorrer el mundo, no quiero morir en esta ciudad sin antes haber conocido el
mundo. Nunca más supe de ella. Recuerdo claramente sus palabras y sé que llegó
hasta Egipto y que ahora es madre soltera, que hizo el amor muchas veces como
si fuera para siempre y siempre era abandonada, hasta que conoció un tipo que
la preñó y luego se fue de país donde nadie pudiera encontrarlo. Las fábricas
son así, o prefieres volver al Banco donde no ganabas nada porque tus
compañeros decían que esos clientes estaban fidelizados o, el Gerente discutía
contigo porque le hablabas de clientes que trabajaban ya con otras agencias del
mismo Banco. Era vestirse de zapatos, pantalón de algodón fresco, usar los
calzoncillos que normalmente nunca uso, camisa y corbata para llegar a las 6 de
la tarde luego de haber llamado a más de 20 potenciales clientes que querían
créditos pero te dabas con la sorpresa que trabajaban con otros promotores de
créditos o con el funcionario con quien te reportabas y veías desde el tercer
piso del edificio, desde esas amplias ventanas la ciudad, esa ciudad donde los
autos eran una distracción en medio de las veredas llenas de personas y los
días pasaban y no obtenías ningún crédito y tenías otra vez las ganas de fumar
y bajabas al primer piso, salías a la calle y prendías tu tabaco y sabías bien
que tu humor no era a Max sino a tabaco mientras te mecías desde la silla
giratoria y pensabas en alguna forma de tener un ingreso seguro, porque encima
si es que el crédito era calificado y pasaba al funcionario para hacer todo el
trámite o la operación crediticia, era probable que esperases un par de meses
hasta que te pagasen la comisión que te correspondía para llamar puntualmente
cada mes al cliente y recordarle que se le vencía la fecha de pago del mes y,
que si éste no pagaba puntualmente, a ti te iban a descontar de las siguientes
comisiones de otros créditos donde la historia iba a ser la misma de siempre.
Es que era increíble, el tipo
creía tener las respuestas para solucionar el modelo de convivencia de la
realidad peruana. Desde su oficina o garita, tenía toda la noche para pensar en
ello, parece que esa fijación lo libraba de recuerdos desagradables, de un hijo
que debía mantener, que por eso estaba obligado a trabajar y ya estaba más de
13 años laborando en la misma agencia de seguridad, mientras se servía de su
paquete de galletas, su botella de gaseosa a la vez que prendía un
minitelevisor desde donde se enteraba del mundo y las noticias para él eran
lecturas que nunca pudo terminar de asimilar porque entonces llegaba la
madrugada y me decía que tenía un par de amigas en un mercado popular de la
ciudad que nos servirían un buen caldo de gallina y tal vez una de ellas me
interesase en conocer.
La oficina era perfecta, creo que
para cualquiera, con baño propio y sin nadie que hostilizase con su presencia. Era
la puerta de ingreso y desde allí tenía que llevar el control de ingreso de
alumnos profesores, personal administrativo y particulares, (la melodía me
remitía a cuando era niño: Santana, Flor de Luna). Que es así la vida de los
adultos, o te acostumbras, o te dedicas a escribir, porque creo que eres
Escritor, ¿no? ¿Pero es que en verdad necesitaba ese dinero para llevar el
estilo de vida de las personas que describí? A tiempo te libraste de no
embarazar a ninguna mujer, mira el destino de los obreros, ellos no llevan una
vida fácil que digamos, en las labores que realizan para hacer tubos de agua
pueden perder los dedos, ya lo has visto. También has visto cómo suben los
tijerales a más de 15 metros de altura cuando es necesario acomodar algunos cables.
El tabaco se acababa y el día llegaba como una resignación porque sabía que
tampoco podría cerrar los ojos por mucho tiempo, tendría que estar siempre
pendiente de la hora luego de haber lavado el uniforme, lustrado los zapatos,
planchado y haber vuelto a la rutina de los solitarios, los que como el agente
de seguridad que no esperaba nada, sabía que su vida siempre sería así. Recorrer
el mundo, no quiero acabar en esta ciudad sin antes saber si es cierto todo eso
que dicen en las películas de las ciudades famosas. Ella camina sola por alguna
ciudad de Europa y se siente extranjera. Es más difícil para ella tener hombre
con un niño de la mano, el amor es algo que le es esquivo como si fuera una
maldición, apenas es un cuerpo que se niega volver a casa y aceptar que el
mundo no es una fantasía.
Había caminado toda la noche,
tenía la piel arrugada solo por el viento de la madrugada. Yo no te traje a
este mundo para que trabajes aquí fue lo que me expresó mi padre cuando me
visitó al Instituto donde yo estaba en esa oficina desde la que controlaba el
ingreso y salida del personal. Yo te di vida para que hagas realidad tus
sueños, aquí vas a envejecer haciendo un dinero que no necesitas. Pensé en los
días inútiles de la universidad, en mis compromisos por querer mejorar la
sociedad, la realidad de la ciudad, ya que del país no sabía mucho, para hablar
de Perú, debe uno haberlo recorrido todo. No permitas que te gane este mundo,
la vida es muy breve como para que la desperdicies en esta oficina.
Me relevó el agente entrante, era
fin de mes. ¿Vas a escribir sobre esto Poeta? Fue lo que me dijo el hombre que
creía tener la respuesta para nuestro modelo de convivencia social. Tal vez
algún día cuando los recuerde. Esta noche los he recordado y, sé que están
haciendo lo mismo de siempre, en su labor nocturna o diurna, entre diferentes
tipos de personas, algunos que vuelven, otros que son nuevos, otros que no la
están pasando bien, otros que lo hacen por necesidad, otros porque no tienen
nada más qué hacer. Son guapas y saben cocinar bien el caldo de gallina. No gracias,
le contesté, me esperan en casa y tengo sueño.
Al llegar a casa el escritorio
estaba en su sitio con la computadora. Había un paquete de cigarros mentolados
con mi KR negra. El aroma era a vainilla, el silencio agradable. A la mesa
estaban mis padres con el desayuno servido. Mi padre me miró a los ojos
mientras habló: “no vuelvas a perder tu norte otra vez, ahora date un duchazo y
descansa, que tu trabajo es intelectual, recuérdalo siempre, ese privilegio
pocos en el mundo lo tienen y para eso te hemos educado, no todos los hombres
en este mundo son libres”.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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