LOS INVENCIBLES DEL AMOR






Ya es 15, me dijiste que te llamara hoy. Esa misma mañana había hecho el amor con otra muchacha, okey, ven como siempre a la misma hora. Me arrechó el hecho que con su voz sumisa me pidiera sexo, sería presa de mis abyectos deseos donde ella hace todo lo que le pido. Es una de mis favoritas solo por tener los pezones claros, sin color, tan blancos como ella.
Al entrar al hotel, ella aún no había llegado. Hacía cerca de dos meses que no había hecho el amor con ella. Una muchacha que me pareció de belleza silvestre me hizo el amor mientras pensaba en las otras dos. Estoy con la regla y me duelen mucho los ovarios, puedes hacer el amor con otra muchacha si gustas, si fueras mujer entenderías que a nosotras no nos gusta hacer el amor cuando estamos menstruando. Ello me llevó a recordar cuando quise hacer el amor con una ex pareja en el Castillo Forga de Mollendo, El Puerto Bravo, cuando dentro de éste, discutimos porque ella reglaba y terminé en ese momento la relación. Claro que entendía a la muchacha. Descuida, haremos el amor cuando se te pase la regla. Se levantó de la cama y me mostró su trasero perfecto. Era una muchacha de 20 años que merecía ser amada.
Recostado en una cama de una habitación del hotel calaba mi tabaco mientras esperaba a alguna muchacha que al menos reuniera los requisitos que siempre pido para hacer el amor: que sea muy bella. Sentí su voz mientras ella entraba por el pasillo, hasta que la vi allí, sonriente y vencedora. Llevaba un polo escotado con sus senos firmes y bien duros. En ese momento pensé en hacer el amor en la habitación que tiene espejo, mi felicidad sería verla apoyada en él mientras le ordenara verme a los ojos. Minutos después vería el rostro feliz de ella mientras la hacía mía. Mi reacción fue espontánea como siempre. Como dije, hacía casi dos meses que no hacía el amor con ella. Dos horas de sexo continuo con una muchacha rubia hicieron que la volviera a buscar solo porque logró que eyaculara. Está demás decir que tuvimos una seria discusión. Era San Valentín y al parecer ella no la estaba pasando bien. La había elegido porque era una felina en la cama, tal cual como se me presentó, en un vestido bien escotado, mostrando los muslos blancos debajo de un vestido atigrado. Todo se mezcló en medio de odios y pasiones al entender que ella quería ser amada para siempre, no por un solo momento.
No hablemos de ella, no debí discutir con ella. Porqué, olvídalo le dije a la muchacha que minutos antes había retornado en una tanga demasiado seductora. Ahora solo quiero seguir haciéndote mía le decía mientras estaba sobre su cuerpo y la penetraba haciendo su cabello largo y negro a un costado para ver su perfecto perfil. Era un rosto angelical. Era una mujer que no pertenecía a un solo hombre, una muchacha que enamoraba con un narcotraficante colombiano que la defendía con un arma y con quien compartía un apartamento por las noches. No es cierto Mauricio, esas son historias que se han creado en mi entorno para que nadie me se acerque, no tengo pareja. La había llamado a su celular personal una hora antes, me pidió que la esperase. Su voz era delicada, sé qué significaba eso, como cuando tuvo cerca de 50 orgasmos conmigo en menos de media hora. Su derrier era una locura como sus muslos. No sabía qué más hacer para apretujarlos, morderlos y penetrarla una y otra vez entre pausas donde besaba todo su cuerpo, donde arañaba luego de acariciar cada milímetro de su piel mientras ella se entregaba.
Estaba con un abrazo recostado a un costado sobre su rostro hacia mí mientras yo la penetraba. Era el rostro de una  muchacha que sabía qué era la vida. Me llevo lo mejor de ti, le decía, no sabes lo que me haces sentir. ¿Crees en Dios?, sí me contestó, por qué, porque en este momento entiendo qué es darle las gracias a Él. Y por qué, me decía con su voz de gatita sometida y complacida, porque me está mostrando el rostro de la felicidad en tus ojos. Sujeté en ese momento con fuerza su largo cabello negro mientras ella volvía a gemir mientras seguía teniendo más orgasmos. La cama estaba muy mojada como su sexo. ¿Sabes que eres el único al cual le hago el sexo oral?, me decía mientras me preguntaba quiénes son esas muchachas que nacieron para entregarse solo al placer. Me inspira ahora tener un hijo contigo. Y no le mentía, pero ella sabía que eso se me pasaría, que todo lo sincero y espontáneo que sintiese y le dijera a pesar de ser real se me olvidaría al salir del hotel. Tienes el vientre muy duro y plano, le dije cuando la tuve de pie y contemplaba la belleza de su cuerpo. Me enteré que le había mentido a todos, que dijo que tenía un hijo y que tenía un muchacho mafioso que la hacía suya todas las noches. Su vientre no tenía las estrías de una mujer que estuvo preñada. No, eso del narco colombiano lo dicen para que nadie se me acerque, estoy sola Mauricio. En ese momento la tomé con mis brazos y la tumbé contra la cama y volví a penetrarla. ¿Sabes que nunca me casaré? ¿Porque nunca te enamoras de nadie? Diría más bien por culpa de muchachas como tú, yo no pienso renunciar a todas ustedes para quedarme con una sola. Ella reía una vez más. Hablamos de cuando le cantaba canciones de amor cuando fue mía otras veces, en realidad era muy feliz, considerando que para algunas mujeres es difícil alcanzar el orgasmo así de pronto. Ella había sin duda roto muchos corazones, pero negaba ello, me decía que no tenía suerte en el amor. Capté el mensaje como cuando le pedí que me entregara su alma haciendo un conjuro para que me perteneciera por todos los tiempos ante lo que no pudo resistirse y repitiendo lo que ordenaba decir cedió a mi poder sobre ella.
Pensé que la amaba. El celular sonó unas horas después, era la muchacha de piel muy blanca, más blanca que todas las europeas que fueron mías, me decía que estaba en camino. En ese momento pensé: así como hay mujeres que no nacieron para estar con un solo hombre, yo soy un hombre que no nació para estar con una sola mujer. Te espero, le dije. Me arrechó que me pidiera amor mientras me decía que había esperado mi llamada todo el día, que no se aguantó las ganas de llamarme, que no le importaba con quién había hecho el amor en la mañana. Me paré de la cama, revisé los cajones de mi escritorio, habían preservativos suficientes si es que de pronto en mis embestidas violentas se salieran como siempre, calé un tabaco. Era el amor otra vez.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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Julio Mauricio Pacheco Polanco



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