POETAS A INICIOS DE LOS NOVENTAS






Yo no sé si entendía a consciencia lo que leía
-hay que estar lleno de vivencias para entender al autor, ahora lo sé-
-¿qué puede entender del amor el joven lector que no ha amado?-
Oswaldo Chanove me halló sentado en una banca de La Casona
-solía ir siempre allí a leer mis libros bajo el Sol-
Leo la teoría de la relatividad de Einstein
¿Einstein?, me replicaba con su rostro de lector viejo a pesar de tener casi 30 años
-llevaba en la mano un texto de Curson McCullers: El pájaro canta hasta morir-
Dos semanas después me interesé en otra obra de la autora: Balada del café triste.
Noche de café en El Búho con temas de Sade y No ordinary love,
Luego la poeta de ojos celestes paseaba con un aire a vida y frescura
Quizá también tenía 30 años en ese entonces
-parece usted una muñeca holandesa, pudo decir mi amigo-
Vino Undurraga y algunos tabacos Camel-dos días antes-
-dos días antes un par de poetas se volvieron malditos-
-pensaba en Verlaine y Rimbaud-
Cada quien vive como puede, decía mi amigo
-ven, vamos a enamorar algunas muchachas; computar era el término usado en ese entonces-
Santo Domingo y las Galerías Gamesa, El Café Austral y Efráin, un afable judío
Y mucho conocimiento-años después lo vi sonreír lleno de vida y de mujeres-
Es que en realidad, no todos maduramos al mismo tiempo
-no puedes presionar a quienes tienen ritmos diferentes de vida-
Los parques y las muchachas que buscaban solo besos
-una mañana una colegiala faltó a clases y al hallarme me besó para siempre-
Desde el balaustre se podía ver la puesta del Sol
-Arequipa no tiene mar; esa vieja costumbre de gritar frente al mar de los porteños-
Aquí cuando tengo ganas de reventar no tengo dónde gritar dijo el porteño.
Y otra vez el café y Oswaldo escuchando un poco de Jazz mientras parecía sonreír como niño
A la barra alguien dejaba unas revistas que a tiempo alguien me alcanzó
Para 1989 pocas personas querían ser escritores
-a balazos mataban poemas Alonso Ruiz Rosas y Lolo Palza-
-¿era en el Caballo Blanco de la Señora Polanco?, café mítico-
Porque a las 11:00 p.m. solo los bardos en gabán poblaban las calles decentes
Una botella de whisky y no era necesario Serenazgo
-las buenas maneras y costumbres; una camorra y la policía corregía-
San José y los que se perdían, seguro hacían el amor en los night clubs.
Retornar a casa era encontrar las rejas con llave para treparlas
Y recibir el desayuno al día siguiente con mamá de mal humor.
Lo cierto es que se hablaba de muchachas y autores
Y al final todo era cierto como falso
-nadie recordaba qué habíamos dialogado-
-el retorno a casa era en automático siempre-
Caminar a pie sin mirar a ningún lado, solo con la vista al frente
Ya sabía que tendría que trepar las rejas.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Poeta

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Julio Mauricio Pacheco Polanco


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