LOS QUE ALCANZARON EL NIRVANA
El hombre tenía el rostro
extremadamente fiero, eso fue lo primero que le atrajo a la pelirroja, mujer
treintona, con experiencia en la vida y conocedora de las características en
los varones. El café era solo para poetas, pero nadie hablaba de poesía; unas
melodías a medio volumen de temas tal vez polacos o ucranianos llenaban la
atmósfera de manera inverosímil, era un café raro, difícil de ubicar, un café
donde nadie pretendía enamorar a las mujeres, donde solo se quería pasar un momento
tranquilo de fin de semana. Era normal ver a algunos poetas con la mirada
perdida sin querer hacer contacto visual con nadie, lo mismo pasaba con las
muchachas. No parecía, todos querían mantener su espacio propio. Algunos grupos
de muchachas hablaban entre ellas sin ánimos de ser abordadas por otras
muchachas o varones, está demás decir que ello estaba sobre entendido. Había la
libertad de acercarse a la rockola para escuchar los temas que de pronto a uno
le agradara escuchar; la variedad de temas iban desde los mencionados hasta los
temas que fueron éxitos en los noventas. Se podía fumar tabacos, algunos
consumían marihuana desde sus pipas y otros se servían de sus shops, cerveza
que la dueña importaba de Alemania.
El hombre fiero que al parecer
fue al café por recomendación y que era un forastero, apretó el botón luego de
haber elegido un tema: While my guitar gently weeps tocados por Paul McCartney y
Eric Clapton. La pelirroja se preguntó si realmente el hombre fiero sabía dónde
estaba. La libertad en el café consistía en que nadie se metía con nadie, salvo
pleno consentimiento. Ella le miró a los ojos. Él tenía unos ojos grises
profundos que por momentos brillaban como los de una serpiente. Debe caminar
mucho, pensó la pelirroja porque el fiero llevaba de calzado unos borceguíes de
uso, un jean de una aparente tercera postura, una camisa a cuadros con colores
verdes y azules y, una chaqueta en
corduroy de color azul. Su olor era agradable a pesar del humo del tabaco o de
la marihuana de algunos presentes. Cruzó
la mirada con la mujer pelirroja; ella tenía los ojos verdes muy claros, una
chompa roja de alpaca con cuello abierto en V con botones grandes y dorados, un
jean azul intenso con botas de cuero puntiagudas, olía a
Chanel 5. Sus labios eran rosados y su
cabello llevaba una trenza de espiga que hacían brillar con intensidad su
rojizo pelo. Su piel era muy blanca.
Estaban sentados a la barra. El hombre
fiero ordenó una Coca Cola con hielo y ron añejo especial, de preferencia
Havana Club. El barman le atendió de
inmediato. Contempló el rededor, los tipos de rostros de las muchachas tenían
rasgos extranjeros: narices muy grandes, pantorrillas gruesas, caderas anchas, ojos claros y la piel demasiado blanca para la ciudad donde
exponerlas al sol implicaría dañarles la piel con una fuerte insolación.
Más allá, en una mesa de sobre
nivel, unos hombres barbados en turbantes dialogaban a gritos sin parecer a
nadie fastidiarles. Sus trajes eran de seda fina con diseños psicodélicos en
colores verduzcos y propios de los que se tienen en las alucinaciones
cuando se fuma hierba. Eran hombres de piel muy bruñida y de ojos azules
intensos o grises; tenían las manos grandes y muy velludas. Al parecer hablaban
en su idioma nativo, ¿árabe, iraní?, difícil saberlo. El mozo se les acercó y
les sirvió Hummus: unos garbanzos, tahini,
limón y aceite de oliva y para beber, unos vasos con Arak. Parecía El
Gran Bazaard porque el hombre fiero
percató salir a voces fuertes a unos hombres de traje negro y sombrero, con
barba espesa con rulos, de piel muy clara y ojos muy celestes; hablaban hebreo.
La luz tenue del café con
candiles ubicados donde estaban las mesas o soportes de candelabros para velas
té Lysa negro en las paredes de un beige suave y de sensación relajante hacían agradable la estancia. Entre los
desniveles se podía caminar sobre alfombras persas donde había elefantes de la
fortuna, caravanas o tigres de bengala en colores muy vivos. La pelirroja
entonces se le acercó al hombre fiero y con acento relajado y fresco puso su
mano sobre la barra a los ojos del hombre: eran unas manos muy finas, de dedos
largos, con las uñas muy rosadas que brillaban sin necesidad de esmalte: no
llevaba anillos ni esclavas. Podemos pasar a conversar al ambiente de los
forasteros de San Petersburgo. El hombre de los ojos grises y la piel morena
tenía las manos rudas, de dedos gruesos y uñas grandes, su piel era oscura sin
embargo estaba bien cuidada más allá de la fiereza de su rostro, las marcas dejadas por el acné le daban un halo misterioso, tampoco llevaba anillos ni esclavas. Accedió. Ambos
sabían que no buscaban sexo. Mejor dicho, ese café no era un café para tener
citas y luego hacer el amor. Se sentía el vivo olor a nabo cocido servidos en
unos platos donde a las mesas habían muchos rusos y rusas conversando en tonos apagados y propios de su cultura.
Se descalzaron ambos a la puerta de ingreso y se pusieron unos suecos de
madera. El hombre fiero sacó un tabaco mentolado: pocas personas conocen este
café, lo sé, tu acento español es puro, no tiene la mezcla que ocasiona el
saber otros idiomas. La fonetización de ella era propia de las lingüistas que eran muy buenas con otros idiomas. Fue resistente
bastante al sexo, pensó ella sobre el hombre fiero, ella llevó un vaso con vodka a sus labios. Fui un apartado
hasta los 41 años. Todos los presentes fueron apartados hasta esa edad, salvo
las muchachas que has visto y que no conversan con nadie, que parecen tener la
mirada en el vacío, ¿ahora todo es diferente, no? Pues sí, mis padres se
resistieron a que de púber me inyectaran la vacuna. Y naturalmente las verrugas
desaparecieron solas. Pues sí, vaya estafa eso de los preservativos. Nos pasó a
todos, ahora llegamos o pasamos los 40 años, ¿disfrutamos bastante de la vida, no es
así? El hombre de rostro fiero se río mientras afirmó: yo quiero más. ¡Todos
queremos más!, pero no todo es posible en la vida, nos ha quedado la excitación
a flor de piel y la libertad de estar en lugares como éste. El hombre fiero
pudo contemplar en una mesa aparte a unos hombres robustos de bigotes blancos y espesos, eran muy
morenos y de brazos gruesos. Sin embargo nos quedan otros placeres. ¿Conocer a
la gente, escribir nuestras memorias? Yo no quiero verrugas dentro de mi
prepucio. Yo tampoco quiero verrugas dentro de mi vagina. Entonces somos los
que nunca tendremos hijos. No es tan malo eso, la vida no es solo sexo, tenemos
la música, los viajes, la comida, ¡el bailar!, ¿sabes que no puedo besar a
nadie porque tengo verrugas dentro de la garganta?, pero igual, desaparecerán,
lo cual no quiera decir que pueda contagiarlas, ¿sabes?, si bien tenemos el gen
de los golosos o lujuriosos, mantengo mi mente ocupada haciendo yoga, ya, ya
estuve en otros credos, desde los confucionistas hasta las prácticas en ropa de
los rosacruces, total, la autocomplacencia tampoco es tan mala, también
practico artes marciales 6 horas diarias, eso me mantiene agotada, ¿visualizas
a las mujeres que deseas y sientes placer? Sí, ¿lo haces tú también pero con
hombres? Sí, me concentro bien. Y entonces, ¿qué queda? El hombre fiero luego
de preguntarle ello, sacó otro tabaco para prenderlo. Ella probó el vodka otra
vez y finalmente habló luego de una pausa que resultó encantadora: lo que
buscaba Buda: El Nirvana. Naturalmente cuando estuvimos descompensados, nuestro
lóbulo frontal se desarrolló y cruzamos el umbral, es decir, llegamos a sentir
que todas las neuronas de nuestro cerebro eran como memorias que se
manifestaban en pequeñas fracciones de segundos a la vez, ¿pocas personas
soportan eso, no?, porque hay gente que busca esa experiencia con alucinógenos, sea
el peyote o el ayahuasca; me impresiona tu rostro muy fiero, te besaron las
apartadas también, muchachas vírgenes que te reconocieron y supieron que no
tenías enfermedades de transmisión sexual. Así que El Nirvana. Sí, la conexión
con el alma divina del universo, la renuncia a los placeres sin mucho esfuerzo
y el desapego al dolor y las bajas pasiones, es la meta para tener todo bajo control
cuando se tiene un conocimiento pleno de uno mismo. Siento el olor excitado de
tu sexo. Yo también siento lo mismo de ti, pero ambos no queremos rebrotes, ¿no
es así?, porque sabes que te pueden amputar el miembro viril o a mí me puede
dar cáncer cervical uterino. ¿Hemos entonces llegado al final? No, el proceso
acabó, ahora nuestros sentidos se pueden desarrollar por otros caminos. No quiero
drogas. Ah, eso depende de la libertad de gusto de otras personas, yo te hablo
de la conexión de almas en el sexo sin contacto, la fusión de almas que no se
dijo en el sexo tántrico, porque lo logras con las mujeres que desees, me lo
acabas de comentar. Sí, es cierto. ¿Y también es cierto que sentiste el clímax
pero en largos y agradables minutos y no contados segundos? En el sexo es
importante la concentración para alcanzar el orgasmo, pero tú como
todos los presentes lo alcanzamos concentrándonos sin necesidad del contacto
sexual; muchas personas buscan eso, el Nirvana, le llaman sabiduría. Hizo una
pausa, terminó su vaso con vodka y mientras se levantaba del asiento donde
estábamos a la mesa me sonrió. Era una mujer demasiado hermosa. ¿Salimos a
recorrer esta ciudad? Y qué hay en la ciudad que nos pueda atraer. El conocer a
los inocentes mezclándose con los perdidos y perdidas, escuchar historias es
también otra forma de vivir, nosotros ya vivimos el exceso dentro de
habitaciones o lugares públicos, donde se nos dio la gana, ellos, las demás
personas, ni siquiera conocen el Libre Albedrío, es momento de escuchar a los
demás. No me pareció mala la idea, así que salimos del café. En ese momento pensé:
no existe una sola forma para ser felices.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
LOS QUE ALCANZARON EL NIRVANA
El hombre tenía el rostro
extremadamente fiero, eso fue lo primero que le atrajo a la pelirroja, mujer
treintona, con experiencia en la vida y conocedora de las características en
los varones. El café era solo para poetas, pero nadie hablaba de poesía; unas
melodías a medio volumen de temas tal vez polacos o ucranianos llenaban la
atmósfera de manera inverosímil, era un café raro, difícil de ubicar, un café
donde nadie pretendía enamorar a las mujeres, donde solo se quería pasar un momento
tranquilo de fin de semana. Era normal ver a algunos poetas con la mirada
perdida sin querer hacer contacto visual con nadie, lo mismo pasaba con las
muchachas. No parecía, todos querían mantener su espacio propio. Algunos grupos
de muchachas hablaban entre ellas sin ánimos de ser abordadas por otras
muchachas o varones, está demás decir que ello estaba sobre entendido. Había la
libertad de acercarse a la rockola para escuchar los temas que de pronto a uno
le agradara escuchar; la variedad de temas iban desde los mencionados hasta los
temas que fueron éxitos en los noventas. Se podía fumar tabacos, algunos
consumían marihuana desde sus pipas y otros se servían de sus shops, cerveza
que la dueña importaba de Alemania.
El hombre fiero que al parecer
fue al café por recomendación y que era un forastero, apretó el botón luego de
haber elegido un tema: While my guitar gently weeps tocados por Paul McCartney y
Eric Clapton. La pelirroja se preguntó si realmente el hombre fiero sabía dónde
estaba. La libertad en el café consistía en que nadie se metía con nadie, salvo
pleno consentimiento. Ella le miró a los ojos. Él tenía unos ojos grises
profundos que por momentos brillaban como los de una serpiente. Debe caminar
mucho, pensó la pelirroja porque el fiero llevaba de calzado unos borceguíes de
uso, un jean de una aparente tercera postura, una camisa a cuadros con colores
verdes y azules y, una chaqueta en
corduroy de color azul. Su olor era agradable a pesar del humo del tabaco o de
la marihuana de algunos presentes. Cruzó
la mirada con la mujer pelirroja; ella tenía los ojos verdes muy claros, una
chompa roja de alpaca con cuello abierto en V con botones grandes y dorados, un
jean azul intenso con botas de cuero puntiagudas en cuero negro; olía a
Chanel 5. Sus labios eran rosados y su
cabello llevaba una trenza de espiga que hacía hacían brillar con intensidad su
rojizo pelo. Su piel era muy blanca.
Estaban sentado a la barra. El hombre
fiero ordenó una Coca Cola con hielo y ron añejo especial, de preferencia
Havana Club. El barman le atendió de
inmediato. Contempló el rededor, los tipos de rostros de las muchachas tenían
rasgos extranjeros: narices muy grandes, pantorrillas gruesas, caderas
prominentes, ojos claros y la piel demasiado blanca para la ciudad donde
exponerlas al sol implicaría dañarles la piel con una fuerte insolación.
Más allá, en una mesa de sobre
nivel, unos hombres barbados en turbantes dialogaban a gritos sin parecer a
nadie fastidiarles. Sus trajes eran de seda fina con diseños psicodélicos en
colores verduzcos y diseños propios de los que se tienen en las alucinaciones
cuando se fuma hierba. Eran hombres de piel muy bruñida y de ojos azules
intensos o grises; tenían las manos grandes y muy velludas. Al parecer hablaban
en su idioma nativo, ¿árabe, iraní?, difícil saberlo. El mozo se les acercó y
les sirvió Hummus: unos garbanzos, tahini,
limón y aceite de oliva y para beber, unos vasos con Arak. Parecía El
Gran Bazaard porque el hombre fiero
percató salir a voces fuertes a unos hombres de traje negro y sombrero con
barba espesa con rulos, de piel muy clara y ojos muy celestes; hablaban hebreo.
La luz tenue del café con
candiles ubicados donde estaban las mesas o soportes de candelabros para velas
té Lysa negro en las paredes de un beige suave y de sensación relajante. Entre los
desniveles se podía caminar sobre alfombras persas donde había elefantes de la
fortuna, caravanas o tigres de bengala en colores muy vivos. La pelirroja
entonces se le acercó al hombre fiero y con acento relajado y fresco puso su
mano sobre la barra a los ojos del hombre: eran unas manos muy finas, de dedos
largos, con las uñas muy rosadas que brillaban sin necesidad de esmalte: no
llevaba anillos ni esclavas. Podemos pasar a conversar al ambiente de los
forasteros de San Petersburgo. El hombre de los ojos grises y la piel morena
tenía las manos rudas, de dedos gruesos y uñas grandes, su piel era oscura sin
embargo estaban bien cuidadas, tampoco llevaba anillos ni esclavas. Accedió. Ambos
sabían que no buscaban sexo. Mejor dicho, ese café no era un café para tener
citas y luego hacer el amor. Se sentía el vivo olor a nabo cocido servidos en
unos platos donde a las mesas habían muchos rusos y rusas conversando en tonos cansados.
Se descalzaron ambos a la puerta de ingreso y se pusieron unos suecos de
madera. El hombre fiero sacó un tabaco mentolado: pocas personas conocen este
café, lo sé, tu acento español es puro, no tiene la mezcla que ocasiona el
saber otros idiomas. La fonetización de ella era propia de las lingüistas. Resististe
bastante al sexo, ella llevó un vaso con vodka a sus labios. Fui un apartado
hasta los 41 años. Todos los presentes fuimos apartados hasta esa edad, salvo
las muchachas que has visto y que no conversan con nadie, que parecen tener la
mirada en el vacío, ¿ahora todo es diferente, no? Pues sí, mis padres se
resistieron a que de púber me inyectaran la vacuna. Y naturalmente las verrugas
desaparecieron solas. Pues sí, vaya estafa eso de los preservativos. Nos pasó a
todos, ahora pasamos de los 40 años, ¿disfrutamos bastante de la vida, no es
así? El hombre de rostro fiero se río mientras afirmó: yo quiero más. ¡Todos
queremos más!, pero no todo es posible en la vida, nos ha quedado la excitación
a flor de piel y la libertad de estar en lugares como éste. El hombre fiero
pudo contemplar a unos hombres robustos de bigotes blancos y espesos, eran muy
morenos y de brazos gruesos. Sin embargo nos quedan otros placeres. ¿Conocer a
la gente, escribir nuestras memorias? Yo no quiero verrugas dentro de mi
prepucio. Yo tampoco quiero verrugas dentro de mi vagina. Entonces somos los
que nunca tendremos hijos. No es tan malo eso, la vida no es solo sexo, tenemos
la música, los viajes, la comida, ¡el bailar!, ¿sabes que no puedo besar a
nadie porque tengo verrugas dentro de la garganta?, pero igual, desaparecerán,
lo cual no quiera decir que pueda contagiarlas, ¿sabes?, si bien tenemos el gen
de los golosos o lujuriosos, mantengo mi mente ocupada haciendo yoga, ya, ya
estuve en otros credos, desde los confucionistas hasta las prácticas en ropa de
los rosacruces, total, la autocomplacencia tampoco es tan mala, también
practico artes marciales 6 horas diarias, eso me mantiene agotada, ¿visualizas
a las mujeres que deseas y sientes placer? Sí, ¿lo haces tú también pero con
hombres? Sí, me concentro bien. Y entonces, ¿qué queda? El hombre fiero luego
de preguntarle ello, sacó otro tabaco para prenderlo. Ella probó el vodka otra
vez y finalmente habló luego de una pausa que resultó encantadora: lo que
buscaba Buda: El Nirvana. Naturalmente cuando estuvimos descompensados, nuestro
lóbulo frontal se desarrolló y cruzamos el umbral, es decir, llegamos a sentir
que todas las neuronas de nuestro cerebro eran como memorias que se
manifestaban en pequeñas fracciones de segundos a la vez, ¿pocas personas
soportan eso?, porque hay gente que busca esa experiencia con alucinógenos, sea
el peyote o el ayahuasca; me impresiona tu rostro muy fiero, te besaron las
apartadas también, muchachas vírgenes que te reconocieron y supieron que no
tenías enfermedades de transmisión sexual. Así que El Nirvana. Sí, la conexión
con el alma divina del universo, la renuncia a los placeres sin mucho esfuerzo
y el desapego al dolor y las bajas pasiones, es la meta para tener todo bajo control
cuando se tiene un conocimiento pleno de uno mismo. Siento el olor excitado de
tu sexo. Yo también siento lo mismo de ti, pero ambos no queremos rebrotes, ¿no
es así?, porque sabes que te pueden amputar el miembro viril o a mí me puede
dar cáncer cervical uterino. ¿Hemos entonces llegado al final? No, el proceso
acabó, ahora nuestros sentidos se pueden desarrollar por otros caminos. No quiero
drogas. Ah, eso depende de la libertad de gusto de otras personas, yo te hablo
de la conexión de almas en el sexo sin contacto, la fusión de almas que no se
dijo en el sexo tántrico, porque lo logras con las mujeres que desees, me lo
acabas de comentar. Sí, es cierto. ¿Y también es cierto que sentiste el clímax
pero en largos y agradables minutos y no contados segundos? En el sexo es
importante la concentración para alcanzar alcanzar el orgasmo, pero tú como
todos los presentes lo alcanzamos concentrándonos sin necesidad del contacto
sexual; muchas personas buscan eso, el Nirvana, le llaman sabiduría. Hizo una
pausa, terminó su vaso con vodka y mientras se levantaba del asiento donde
estábamos a la mesa me sonrió. Era una mujer demasiado hermosa. ¿Salimos a
recorrer esta ciudad? Y qué hay en la ciudad que nos pueda atraer. El conocer a
los inocentes mezclándose con los perdidos y perdidas, escuchar historias es
también otra forma de vivir, nosotros ya vivimos el exceso dentro de
habitaciones o lugares públicos, donde se nos dio la gana, ellos, las demás
personas, ni siquiera conocen el Libre Albedrío, es momento de escuchar a los
demás. No me pareció mala la idea, así que salimos del café. En ese momento pensé:
no existe una sola forma para ser felices.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
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