OTRAS COSAS QUE NO SABES DEL SEXO
El olor a sexo es muy fuerte, se
esparce por el aire como polvo en fracciones de segundo. Puede apoderarse de
las calles, entrar por la ventana abierta de tu habitación, es difícil quitarse
el olor a sexo a no ser que salgas de un sauna y el olor a eucalipto sea otra
forma más discreta de disimular a la amante. Pero sobre ello no es precisamente
sobre lo que he de escribir ahora, sino del cómo sé reconocer a los sementales,
los lujuriosos, los que tienen excesivo sexo y los enterados nos vemos en
ellos.
Porque no es leyenda eso que el
amor o el sexo te consume. He visto a tantos varones que pasaron de los 100
kilos para una talla alta, ser irreconocibles ante mis ojos si es que acaso el
aplomo y seguridad los conlleve por el mundo sin ningún miedo, a pesar de ser
extremadamente delgados y sonrientes, si acaso la delgadez y la sonrisa vayan
de la mano de los lujuriosos felices, los que tienen un rostro extraño para
muchos, esos rostros donde la diferencia se hace notable: una sonrisa
inevitable que no se puede ocultar, una dicha propia de los que no pueden
contener su contento.
Que hasta para el amor preparan o
enceban a nosotros los hombres, porque para cada uno de nosotros está destinada
la lujuria o la velocidad en los pasos que asombra a las muchachitas que sueñan
con esos amantes insaciables que todo lo han sexualizado y son de pura fibra en
sus pocos kilos de peso, si acaso eso revele también el tamaño de su miembro
viril y las haga ensoñar con miles de fantasías ante el que es capaz de
responder a todas con placeres llenos de sabiduría en los lechos, con la
práctica propia de los amantes salvajes, los que hacen correr hasta a las más
expertas en el cama y se convierten en su afán libidinoso para calmarles sus
calenturas insatisfechas por sus esposos o novios, más apegados al trabajo o a
otras obligaciones donde el poder ya no es el sexo, sino el ejercicio de la
competencia compensada con muchachas eventuales que se enamoran de lo mismo:
del que ejerce el poder, siendo esto de igual manera para nosotros los varones,
cuando se trata del poder y la mujer que lo represente en sociedad, sea desde
cargos públicos o privados, políticos y todo lo relacionado con la autoridad.
Que si bien, en el amor, debo
precisar, hay dos categorías para los felices: los que han sido vacunados para
no contraer las enfermedades de transmisión sexual y, los portadores y
portadoras que, entre ellos se reconocen y, comparten ambas categorías su
sexualidad.
Los primeros más bien se
preocupan primero de cerciorarse con quién están tratando con previos exámenes
en laboratorios para verificar cuán sanas están ambas partes, dejando de lado
la promiscuidad si es que fuera una amante, así se use el preservativo, ya que
los virus son de por vida y heredados a los hijos a tener. Así, un hombre con
varias mujeres como amantes, lo primero que hace es verificar cuán sanas son y
cuán capaces son de ser fieles con uno. Es tan sencillo verificar esto con
alguien que las seduzca para saber si es que son promiscuas o de ceder rápido,
para descartarlas y seguir haciendo el amor con aquellas que solo por el tiempo
establecido, decidan tener sexo con el varón compartido.
Y por el otro lado están quienes
son portadores, los que han de vivir amores imposibles, los que de pronto saben
que solo entre ellos pueden tener intimidad.
-la muchacha me vio como alguien
inalcanzable y yo no entendía bien por qué. Me decía que estudiaba enfermería y
que tenía unas verrugas en las profundidades de la garganta. Yo no le entendía
bien a qué se refería con eso. Salimos solo un par de veces hasta que
desapareció y nunca supe más de ella. Entiendo que en ese par de salidas ella
verificó que yo no estaba dentro de su categoría, que era alguien imposible
para ella, que sus besos serían problemas legales donde sería demandada y
públicamente dada a conocer como portadora de algún virus. Y eso es lo que
menos ella quería, a pesar de estar enamorada de mis escritos y de haber estado
siempre pendiente de mí en los años que no
nos habíamos tratado. Ahora sé la razón del porqué desapareció sin razón
alguna, como muchas muchachas en mi vida, que entusiasmadas ante mí,
desaparecían sin dar razón alguna: eran portadoras de una enfermedad de
transmisión sexual y el escándalo era algo superior al amor, esos amores
imposibles, donde ellas no querían perder su cuidada reputación, digamos,
discreta-
¿Y por qué las putas no dan
besos? Se mueren por darlos. La razón es porque son portadoras y los incautos a
pesar de creer que están protegidos con el preservativo jamás pensarían que las
verrugas que le aparezcan en el interior de su garganta, antes que aparezcan
los papilomas en un lapso de años, podrían ser razón de demandas.
Así, los lujuriosos son identificables, como las muchachas que dicen: no, a pesar de tener ganas, para no caer en la desgracia de la
deshonra pública y, el olor a sexo es reconocible a decenas de metros a
distancia como si fuera polvo arrastrado por el viento, si es que a eso le
llamamos echar un buen polvo, dependiendo de la intensidad del olor del amante
cuando retorna a su casa, si así se pueda presumir cuántos orgasmos hizo sentir
a su amante.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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