SEXO E IDENTIDAD EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI


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Por supuesto que lo escrito no es una generalización. Las preferencias en las fantasías sexuales en relación a los videos que circulan en internet, para las mujeres, es ver a mujeres haciéndose el amor, a veces usando juguetes o estimulando el clítoris o el Punto G. Es normal que en las universidades, las experiencias conlleven a algunas experimentar sexo con otras mujeres, lo mínimo son besos, casi siempre desde las más bellas y aparentemente tranquilas, así me lo hizo saber la muchacha que estudiaba Filosofía, que a eso le llamó experiencia y que  le excitaba ser irresistible hasta con las de su mismo género. Está demás decir que las universidades son un foco de infección de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Aquella tarde de pronto, uno de los alumnos más tranquilos y callados, apareció con una costra muy grande en el labio superior; ante mi pregunta de qué le había pasado, me contestó con la complicidad de sus compañeras que una araña le había picado la boca. En realidad tenía herpes bucal y no tuvo reparo alguno en tener novia tiempo después sin preocuparle por darle un contagio.
El roce constante de adolescentes que han terminado el colegio de donde la gran mayoría ingresa a la universidad con experiencia sexual y sin mucha fe para el amor, me hizo comprender el por qué las muchachas más bonitas de 17 a 19 años no quisieran tener pareja estable ni mucho menos casarse: “quiero ser lesbiana”, me había confesado una de las muchachas más bellas de la Escuela de Literatura y, no lo decía en broma, ése era su deseo como lo escribiera tiempo después una de las estudiantes más aplicadas de la misma escuela en un diario muy leído de la ciudad, que se declaraba abiertamente lesbiana luego de haber tenido una relación intensa con un poeta de la escuela y haberse acostado con casi todos los intelectuales de la ciudad. Está demás decir que tenía algún tipo de ETS, pero para los enterados eso no les importaba mucho como lo dijera un escritor en el salón de grados, declarando que la mayoría convivía con la exposición al VIH y que ya estaban acostumbrados.
Los grupos que se formaban eran cerrados y discretos ante los demás estudiantes que solo podían conjeturar mas nunca afirmar nada. Lo cierto es que abusaban del alcohol y las drogas y sus reuniones de bohemia siempre terminaban en orgías donde varones y mujeres hacían el amor entre sí sin importarles con quién lo hicieran, si eran del mismo sexo de ellos o ellas o, si tuvieran que acudir a esas clínicas que ofrecen test para embarazos donde para las enteradas, allí se practicaba abortos. Que cuántos abortos podía tener una muchacha universitaria: “el ginecólogo le ha advertido, un aborto más y quedará estéril”, decía el aspirante a poeta que nunca escribió nada cuando detallaba que la muchacha o mujer iba por el 15avo aborto.
Reconocido el poder de la belleza en las mujeres, las más bonitas usaban pantalones muy ceñidos que dejaban poco para la imaginación: “cada vez que salgo en jean apretado como todas las demás muchachas, salgo con ganas de putear”, me confesaba la mujer de ojos celestes y cabello rubio, de mi talla, a la cual una noche en palabras de ella, le gritaran en las calles céntricas y principales de la ciudad, al salir de una discoteca muy concurrida: “¡eres más hermosa que una yegua!”, lo cual me comentaba la hizo muy feliz, porque más que un halago o comparación, yegua solo se dice aquí en Perú a las mejores mujeres, las más bellas, las más sexys.
Ser sexy implica tener poder de atracción, magnetismo y capacidad de poder excitar a cualquier hombre y eso, solo pocas mujeres lo logran. De allí que la competencia entre unas y otras por desafiarse entre quiénes tenían los senos más grandes, bien formados, duros y hasta más claros, no era algo que se le ocurriera a un maniático sexual. “El poder de la mujer está en el derrier”, fue lo que me dijo la muchacha que estaba desnuda en mi habitación, sentada sobre mi cama, mientras yo calaba mi tabaco. Años después escribiría que las mujeres de cabello muy largo y derrier proporcionado a su talla y grande, no solo revelaba más inteligencia en la mujer por haber tenido oportunidad de conocer hombres más competitivos, sino que además entre ellas mismas se reconocían como las más fértiles, si es que eso es muy femenino y se vincula con el goce sano, pleno y exitoso en el amor, con múltiples orgasmos beneficiosos para su salud mental y fisiológica.
La Dominatriz entre algunas, era una muchacha que se jactaba de ser experta en sexo y de ser la que impusiera las reglas al momento de hacer el amor. De inmediato descartaba a los varones que les temblaban: “mira, si me vas a llevar a tu casa y vas a querer hacerme el amor, no quiero que me hagas perder el tiempo, yo no soy de besos, si no se te para, me harás sentir mal”. Este tipo de respuestas dentro del universo de muchachas de conocía a veces en diálogos fortuitos donde las conocía en circunstancias donde ambos éramos extraños o yo era un extraño para ellas, lo cual no implicara que desearan hacer el amor conmigo, me hizo suponer en esos años que las decididas cuando quieren hacer el amor, lo hacen en el momento, sin que les importe si el hombre con el cual tratan lo hayan conocido 5 minutos antes. Pero escribía sobre la Dominatriz. Ella era una muchacha que le encantaba dominar a los varones: “el esperma de los varones es bueno para el cutis y además para el cuerpo, pasarlo si es de buena simiente el varón, permite combinar genotipos, así, un hombre con buena leche me puede mejorar mi trasero, la tersura y color de mi  piel o el endurecimiento de mis senos que crecerán si él es un buen semental”.
Era común que los más lujuriosos y lujuriosas, conversaran sobre tratamientos dermatológicos sin mucho embarazo, tratando el tema como algo natural y superado. Está demás decir que se trataban muchas ETS a la par que seguían teniendo sexo con sus parejas. Esos Papilomas que terminaban por convertirse en lunares negros en la piel provocaban comentarios espontáneos de las muchachas antes de hacer el amor y ver desnudos a sus hombres para finalmente acotar: “lunarejo, hasta la muerte, pendejo”, si es que en esos entonces pendejo era una forma utilizada para señalar a los más vividos y que han tenido y tendrán éxito y disfrute con muchas mujeres.
“Calla impotente, cada vez que te pido sexo anal no se te para, tú solo sirves para beber y agarrarte a golpes” decía la muchacha mientras dentro del auto se compartían experiencias: “a mí me gusta sentir las erecciones bien duras dentro de mi vagina y que golpeen mi útero o se vayan hasta mis trompas de Falopio”, comentaba otra muchacha que al momento agregaba: “importa no solo saber hacer el amor, sino también el tamaño”. En esos entonces desconocía que cuando los veteranos sentenciaban: “la función hace al músculo”, se referían a que en todos los varones, según la potencia sexual alcanzada y la continuidad en el sexo, el tamaño del miembro viril sigue creciendo; no era cierto por tanto ese dicho que reza: “el hombre hasta cuando puede y, la mujer hasta cuando quiere”; era un mito afirmar ello ya que los más veteranos de la ciudad si mantenían una continuidad sexual con muchas mujeres, de preferencia muy jóvenes, les incrementaba el vigor, siendo por ello que el cáncer a la próstata sea una constante hasta en los sacerdotes conocidos que de manera consentida, tenían sexo con las mujeres de sus grupos de oración sin que nadie se escandalizara.
La mayoría de escritores que leí en mi primera juventud diferenciaban a los varones entre los que tenían sexo y los que no lo tenían. Enterado años después de las primeras impresiones superadas por las ETS, cuando comprendí que las enfermedades del amor son propias de los adultos y no son motivo de vergüenza o condena alguna, supe que las sumisas y complacientes, las esclavas en el amor, podían ser mujeres que llevaron una vida muy ordenada y que de pronto de la noche a la mañana descubrieron el poder de la lujuria o, que las más jovencitas sin hacerse mucho problema, aceptaban su ninfomanía y los riesgos que esto implicaba, con todo lo que se requiere saber para disfrutar del sexo sin temor a resultar embarazadas. Para ellas, el experimentar con fulano o sutana, rayaba ya en las excentricidades, sean por las edades, muchachos no precisamente muy agraciados o ancianos octogenarios dentro de la variedad de fantasías posibles donde todo está permitido obviando parafilias que no es de mi interés o intención escribir. De ser dominatrices a sumisas, cabía un proceso sin orden alguno, desde donde la experiencia del placer iba desde la anorgasmia hasta los excesos de los goces y la gula. Recuerdo vivamente la foto de la muchacha decente que se casaba de blanco con todos los rigores que exige la Ley de Dios cuando frente al altar en el rito del matrimonio, temblaba por ser descubierta por quien la pedía en mano que, siendo médico, la respetó hasta la noche de bodas donde se enteró que ella no era virgen y, no precisamente porque su himen fuera complaciente sino, porque tenía rastros de verrugas que contrajo con un muchacho que fue amigo de su infancia y quien sabido en los asuntos del amor, nunca revelaba ni daba señales de las mujeres que fueron suyas.
Que al fin y al cabo, cuando me he expresado del poder que tiene la belleza como ventajas para los trabajos más importantes en este siglo XXI y, el hecho que les haya permitido por ser bellas, haber conocido a los más inteligentes y millonarios hombres por saber que la belleza abre puertas de todas maneras, así al principio la mujer no haya tenido educación o finos modales, ser bella de pronto les exigió ser competitivas, que el sexo dejó de ser trascendente como en sus iniciaciones ya detalladas y, ser bellas se convirtió en su mejor carta de presentación como símbolo de poder, sea en reuniones importantes en New York o Berlín, sabiendo así de las diferencias entre uno y otro hombre: podía elegir con quién casarse si es que ello estaba dentro de sus expectativas de vida que, conociendo bien el amor, la soledad les asentaba bien para el estilo de vida autosuficiente donde las reglas a seguir eran propias, como sucede con muchos varones sea también mi caso.
Porque la belleza es notable y difícil  que pase desapercibida y, siempre el mundo rendirá pleitesía a las mujeres más bellas, así se hayan hecho pasar por tontas desde el cine o los grandes banquetes que para subir a lo más alto, las más bellas entendieron que no necesitaban asumir conductas propias de nosotros sino ser ellas mismas, mientras su moral se incrementaba o multiplicaba al ver cómo los más poderosos caían rendidos ante sus encantos o su sex appeal donde ningún hombre jamás le dirá que no.
Que llegado el caso, tempranamente se dieron cuenta que tener 20 años era estar fuera de competencia con las más listas y bellas de 15 años, todas las mujeres desde niñas empezaron a prepararse para los 15 años, los 20, los 30, los 40, los 50 años, si es que esto implicaba estadios o etapas de vida que se relacionasen con sus ambiciones o planes de vida. Que finalizando, si el sexo hace más despiertas o listas a las personas y, les da más aplomo o seguridad como rapidez en el pensamiento o la inteligencia desarrollada para sus objetivos, solo he escrito sobre las más bellas, porque he tratado y trato con las más bellas y así es mi sabiduría y solo así puedo escribir con propiedad, desde mi aporte, como Escritor.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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