EL HOMBRE QUE TUVO 500 HIJOS EN UN AÑO
Aquella tarde salió feliz de su
casa cantando temas de amor a todo pulmón a la vez que se preguntaba por qué
ellas siempre cambiaban de preservativo a cada momento mientras les hacía el
amor. No lo veía necesario. Ellas siempre respondían que les gustaba hacerle el
felatio pero que por razones de higiene preferían cambiar de preservativo. Así él
era feliz y ellas también.
Una llamada tras de otra hacía
que las empresarias que solo deseaban ser madres sin tener ningún vínculo con
hombre alguno, hacía que se enterasen de este semental que lujurioso solía
hacerles el amor unas tras de otras o a la vez, ganándose la fama de durar
horas de horas en el lecho, donde no respetaba nunca a las muchachas
veinteañeras que se disputaban su turno para saber del hombre venturoso que
entendía a la vida de una manera diferente: él solo vivía para hacerles el
amor, eso para él era la gloria. Lo demás carecía de importancia.
No solo era un eyaculador tardío,
además era un macho que nunca se enamoraba de esas muchachas pelirrojas,
rubias, morenas, negras o mestizas. Era alguien que disfrutaba a plenitud del
placer y, las muchachas que se le entregaban, entre orgasmos y un oficio que él
desconocía, no solo era compensado con los orgasmos que él les brindaba sino,
con una paga extra que él ignoraba.
La vida de los espermatozoides
oscila entre las 72 horas aproximadamente dentro del útero de la mujer. Él era
alguien que segregaba bastante líquido preseminal, lo suficiente como para
llenar preservativos tras preservativos que ellas cuidadosamente los guardaban
a la vez que le complacían en todo lo que él exigía.
Nada se le era negado. El sexo
anal no estaba dentro de sus placeres. El disfrute con las muchachas era
siempre guiado bajo una estricta vigilancia de estas veinteañeras que cuidaban
de esa valiosa mercancía: esos espermatozoides que inmediatamente cuando él
terminaba sus sesiones, ellas entregaban apuradas a esas empresarias treintonas
que deseaban tener hijos varones sanos, fuertes de quien solo vivía para hacer
el amor.
Al principio se le vio como un
donante de esperma para hermosas niñas rubias de ojos claros, pero la sorpresa
fue más grata luego de las ecografías al enterarse que solo tenía leche para
hijos varones. Y así, la cuenta aumentaba mientras se corrían la voz las
mujeres más ansiosas por ser madres, esas mujeres que contaban con grandes
empresas y tenían mucho dinero pero ningún ánimo de casarse o tener vínculos en
el amor con hombre alguno.
Esos autos lujosos empezaron a
generarle serias sospechas al amante insaciable cuando fueron recurrentes
verlos cada vez que terminaba de hacer el amor con una o dos muchachas en una
tarde de placer. Al retirarse, las mujeres adineradas entraban a esas casas de
citas discretas y recibían de inmediato los preservativos que ellas junto con
el ginecólogo que las acompañaba, hacía que se les introdujese la leche por sus
vaginas para sin duda alguna cerciorarse que no les bajaba la regla, que el
hombre en cuestión era demasiado fértil y
que las ecografías confirmaban lo que ellas anhelaban: otro varón más a nacer.
Se dice que el hombre ha decidido
desde entonces tener más cuidado, que coge sus preservativos y los bota al
inodoro mientras jala la bomba para no correr los riesgos a los cuales se dio
cuenta estuvo expuesto durante ese año donde hizo el amor con todas las
veinteañeras que pudo, donde nada se le fue negado.
De su parar, nadie sabe hasta
ahora nada. Comentan que sigue escribiendo desde la soledad de su apartamento,
sin extrañar a nadie, sin necesitar del amor de ninguna mujer, sin ánimos de conversar con quien
fuera, que sus silencios son poemas o relatos donde relata sus memorias,
henchido de una felicidad inusual, calando sus tabacos mentolados y sorbiendo
de sus tazas con Kola Real mientras sigue escribiendo para los que han vencido,
para los que han hallado el sentido de la existencia a pesar que otras personas
comenten que todo lo ha sexualizado, que su pasado revolucionario son anécdotas
donde estaba peleado con el mundo, cuando alzó banderas sin saber que dentro de
él la simiente se desarrollaba para esas mujeres que llevan en su vientre bebés
que él nunca sabrá dónde están, bebés que entiende solo pueden ser criados por
mujeres potentadas que encontraron todo tipo de hombres en sus vidas, pero
jamás a alguien tan ardiente como él, un Poeta, un Escritor que le canta al
Amor y dura horas de horas en el lecho y dicen, eso lo ha convertido en un hombre sabio.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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