JÚPITER, EL UNICORNIO Y, ¿A QUIÉN LE IMPORTA SI AMSTRONG LLEGÓ A LA LUNA?






Que por qué me dicen Júpiter, pues es una larga historia que a lo mucho, arrastra a mi leyenda para el caso el que la veinteañera en mención en vez de recordar mi nombre, Mauricio, pronunciara: Júpiter.
A los pocos minutos, la puse en cuatro sobre la cama. Era una mujer excepcional, una mujer que disfrutaba al máximo con el sexo, una mujer sobre la cual al montarla, apoyé mi mano que sujetaba su larga cabellera, sobre la cama, para que descansaran mis 100 kilos de peso, mientras entraba y salía de ella por ambos lados. Ella solo gemía de placer, era una muchacha que superaba a todas las mujeres que conozco, una mujer que apenas era penetrada ya sentía orgasmos constantes, alguien a quien golpeaba con mi miembro viril en la vejiga para rematar en velocidades impredecibles martillazos furiosos contra ese útero que la declaraba mujer, hembra, alguien que me hizo entender que me importa un carajo si es que el hombre ha llegado a la Luna o si la Tierra es Plana.
Una hora de sexo con ella era pedirle poco a la vida y, la vida es ella, así no se dé cuenta.
¿Un unicornio?, no te entiendo, que soy bisexual, ya, no veo nada de malo en que una mujer sea bisexual, me parece saludable si es que lo disfrutas bien. Esas veces en que hice el amor con dos veinteañeras a la vez me hizo evocarla haciendo el amor con otra muchacha y su pareja. Lo decía con mucha naturalidad: ¿dónde conoces ese tipo de mujeres?, Mauricio, que son raras, escasas, por no decir que en este universo de personas que cohabitan en esta ciudad, las mujeres o son frígidas o vomitan cuando hacen un felatio. Así que eso significa “unicornio”, es decir, otra muchacha para tener relaciones en la intimidad con un hombre.
¿Sabes que a tus 20 años de edad les llevas una ventaja considerable a las demás mujeres de esta ciudad?, por qué, me preguntó ella, porque hace unos años atrás, una mujer muy bella, de 38 años me confesó que recién a esa edad lo había hecho, es decir, que con su esposo nunca se atrevió a succionársela, que cuando se separó de él, recién empezó a hacerlo con todos los hombres que conocía y que para ella el sexo era un goce donde ya todo estaba permitido. Y así son la mayoría de mujeres no solo en esta ciudad, sino en buena parte del mundo. Ésa es tu diferencia y excepcionalidad, no le temes a nada, eres multiorgásmica y te dá igual si soy yo u otro hombre el que te posea. Contemplaba ese derrier demasiado poderoso, sus senos en las plazas feministas habrían enloquecido a cualquier machista que habría caído rendido ante sus reclamos sin poder pensar algo siquiera.
No, lo pensé, no puedo presentarle a mis amigas para que una de ellas sea su unicornio, a no ser que ella quisiera hacer el amor conmigo y conmigo se estableciera esa relación que a mis 46 años donde ya había hecho tríos con muchas veinteañeras, recién me enteraba del significado de lo que canta Pablo Milanés: “Mi unicornio azul”
Le pedí que pusiera desde el celular los temas de Roberto Carlos para cantarle Cama y Mesa, Cóncavo y Convexo. Hacer el amor con ella es una experiencia propia de los que hemos llegado a otras latitudes donde podemos afirmar que eso es sabiduría, la Filosofía verdadera que los sodomitas tercamente porfían en erradamente enseñar cuando hablamos del conocimiento.
Yo que sé de cientos de mujeres, yo que las he tenido a mi regalada gana, no he conocido a mujer tan sexy, capaz de hacerme olvidar esos pensamientos malsanos donde dude de si el hombre llegó a la Luna o si acaso Dios hizo esta Tierra Plana. Hay algo que rescatar en todo esto: Júpiter era derrotado por una veinteañera a la cual mordía con locura, hundiéndole mis uñas en sus brazos, tratando de medirme en el daño que le podría ocasionar, perdiendo el control cuando comprendía que eso ella pedía al gemir como el placer demanda. Porque mis manos se estrellaban contra esas nalgas donde triunfaba, no sé si yo, o ella, o tal vez el amor, o lo que dure el amor, que aquí nada tienen que ver los sentimientos infantiles de los celos, que cuando ella reía porque le comentaba que de pura cólera, al hacer el amor con otra muchacha que no era sexy, eyaculé en 15  minutos  porque en realidad deseaba hacer el amor con ella, si acaso, el paraíso es hacerle el amor años de años sin cesar, sin nunca eyacular, sintiendo sus infinitos orgasmos mientras la hago mía.
No, no recibo nada de nadie, ni tabacos, ni bebidas, así sea agua, mucho menos comidas, así sea de alguna reina o princesa o la miss universo, lo siento, no puedo compartir contigo la botella de agua que pruebas. Volveré y lo sabes de la misma manera en que yo sé lo inútil que es preguntarse si Amstrong  pisó la Luna.
¿Me presentarás a una de tus amigas para que sea el unicornio de mi pareja y yo?
Ella sabía que lo escribiría. Que para el amor, las historias nunca acaban.

Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor

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Julio Mauricio Pacheco Polanco

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