LOS ESCRITORES SOMOS LOS ÚNICOS QUE NO TENEMOS LÍMITE DE EDAD PARA TRABAJAR
Pasada la medianoche luego de
darme una ducha caliente para sentarme frente a mi escritorio y escribir lo que
a continuación haré, solo corresponde a la constancia desde el discurso que
echa ecos para corroborarme que no soy el único que desea un mundo mejor.
Días de soledad y desamor, días
llenos del calor humano y de amores victoriosos, días donde tuve que apartarme
de amistades donde la bohemia me hacía pensar que en algo nos estábamos
equivocando los escritores de la ciudad y, días donde entendí que si uno es
correcto, La Ley estará presente y no te dejará en el desamparo cuando las
causas son justas.
Porque para mí, lo normal luego
de leer y escribir por las noches sobre mis vivencias, donde he perdido y
ganado sin ya importar cómo sea la balanza donde me encuentre cuando he querido
cada vez, en entrega total, mejorar la realidad que me rodea, digo, lo normal,
es levantarme para tomar sol en la puerta de mi apartamento y pensar en qué más
les puedo decir a mis lectores para que no pierdan la fe, compartiendo alegrías
con los vecinos que me ven pasar, tomando mi Kola Real o, calando mis tabacos,
a veces conversando con mi padre o, a veces conversando con señores de edad
avanzada, hablando siempre de los valores necesarios para nuestra sociedad
mientras veo pasar a las camionetas de la Policía varias veces por donde vivo
como de igual manera a Serenazgo en un barrio donde la prioridad son los niños
o las nuevas generaciones, porque a veces converso con personas que me dan su
testimonio cuando se me acercan y me dicen que nunca beba, que nunca ceda a las
garras del alcohol, que ellos darían cualquier cosa por ya no beber y que el
alcoholismo es el peor de los infiernos que en sus propias palabras, no lo
desean a nadie.
Porque sonreír no es malo, no es
coqueterío. Nadie sabe cómo es el día de cada persona y, a veces un buenos días
amable o una sonrisa cordial y respetuosa nos hace recordar que la juventud es
algo que se lleva por dentro y hace que las personas empiecen bien su día,
entendiendo que no todo es maldad dentro de este mundo, que hay personas que no
pedimos nada, que no tenemos ningún interés y que tras la coherencia entre lo
que escribimos y hacemos dentro de la ciudad, nos dice que cada quien desde su
lucha diaria, entendemos que ser mejores personas es una labor constante que
tiene que ver con el respeto y la armonía desde la cual sintamos la confianza
propia de un orden establecido que requiere aportes y soluciones para nuestro
estar.
Y por qué le puse el título al
escrito de esa forma, porque a mis 46 años he recibido una grata noticia que
me llena de entusiasmo a mi edad que en Perú es descartada para
trabajos donde además de tener experiencia y estudios especializados para
rigores donde tener 30 años ya es sentirse viejo, mucho más si es que no se
tiene las relaciones públicas necesarias para enterarse dónde hay plazas de
trabajo y qué oportunidades puede tener una persona de 30 años, si es que
reitero, a mis 46 años, como Escritor, puedo afirmar que este oficio, sin que
de pronto se vea parametrado por alguna línea editorial sugerida, es quizás el
único oficio en el que no se pregunta
por la edad sino más bien, se apela a la sabiduría y el aporte que pueda
brindar en este caso quien escribe.
Largas trayectorias donde las
décadas han sido libros de lectura obligada hasta los escritos, como en mi
caso, donde tomada la decisión de publicar gratuitamente desde mi Blogger en
bien de la humanidad y de aquellos jóvenes que piensan que la literatura es una
forma de lucrar con el conocimiento o la sabiduría, hasta ahora se preguntan
con qué libro empezar a leer, si acaso no logran entender plenamente lo que
dijo tal o cual escritor, desanimando de esa manera la espléndida y maravillosa
aventura de la lectura que sirve para informar, advertir y prevenir desaciertos
donde el autor ha recorrido un camino y, de manera abnegada insiste tercamente
desde sus escritos en querer salvar al mundo, usando no solo la palabra desde
sus escritos sino en el trajín diario donde uno se percata que la mejor moral
para enunciar cualquier discurso es estar distante de la corrupción y
perseverar en los valores que cada generación
necesita y algunas las pierden quizá porque este escrito como otros
muchos no llegaron para ser leídos si es que lo que quiero puntualizar es que a
los 46 años te pueden ofrecer trabajo y, de qué, pues de Escritor, como si
fuera poco, en la convergencia de propósitos donde los que nos unimos queremos
paz, sin ningún ánimo de afiliación política, o en todo caso se respete mi
cualidad de librepensador, como Escritor, unido a una gran comunidad
internacional que desea lo mismo que yo: un mundo mejor, desde la palabra
escrita y hablada.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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