ÉTICA DE UNA MASTER CANDY
¿La volverás a llamar? Sus ojos
estaban más claros que de costumbre. Dialogábamos luego de haber hecho el amor.
No. Sabes que no me gusta insistir, que quien quiere se dá tiempo sacándolo de
donde sea. Mauricio, pero en qué estabas pensando, tú no eres de esos hombres
que pierden el tiempo cortejando a una mujer, a ti se te para en segundos e
inmediatamente quieres hacer el amor, si no te hacen caso, siempre me llamas y,
no solo a mí, sino a todas las que te complacemos cada vez que alguna muchacha
se te hace la interesante. ¿Sí, no?, por eso las llamo siempre, qué será, al menos
no puedo quejarme que me falten atenciones. ¿Pero querido, cuándo vas a
entender que nosotras somos las únicas que nunca te diremos No? ¿Y de eso te
ríes?, te causa gracia mis desventuras en el amor, ¿no te apena verme afligido?
¡Ya, deja de hacerte la víctima que eso no te va! Cierto, mejor cuéntame esa
vez que quisiste tirarte a Guillermo Dávila, El Nacho. Ah, fue en Lima hace
años, pero no podía hacerlo a pesar de tener las bragas muy mojadas. Por qué. Porque
estaba saliendo con una amiga, cómo le iba a hacer eso a mi amiga. La verdad
que ni pude soportar la risa en ese momento, estaba haciendo el amor con una
master Candy y me resultó con clases de ética. La voltee para darle en
cucharita. Podía ver claramente sobre su piel muy blanca las marcas rojas de
mis uñas de hacía unas horas atrás cuando habíamos empezado a hacer el amor. Uno
de estos días a ver si no me desgracio al apretarle tanto el cráneo cuando la
penetro y se me revienta en mis manos su cabeza.
Eres un ingrato, solo me llamas
cuando te cansas de las otras muchachas. Bueno, es sabio variar de mujeres en
la cama, ¿no? Sí, pero eres un sinvergüenza, alguien incorregible, tú nunca te
enamorarás, mejor dicho, nunca sabrás lo que es el amor. En ese momento me puse
serio, me acomodé mejor detrás de ella y la penetré hasta el útero. Por qué lo
dices preguntaba intrigado. Porque Mauricio, tú solo quieres vaginas, nada más,
nunca se te ha cruzado por la mente si de pronto una tenga sentimientos. Bueno,
yo sí tengo sentimientos, si te refieres a eso, otra cosa es que éstos estén
muy escondidos dentro de mí, a que no me sientes como yo a ti, ¿sientes lo que
yo siento cuando te hago el amor? Solo siento tus 100 kg de peso sobre mí. Y no
te gusta. Si no me gustara no vendría. Por eso no demoraste nada esta vez.
¡Pero si eres un desesperado!, te conozco, si no estoy en 40 minutos tocándote
la puerta, llamas a otra o te sales en busca de amor con la primera que te diga
sí. Debo reconocer que esta vez llegaste más antes de lo que pensaba, siempre
demorabas unos 10 minutos, a veces más. Mauricio, a nadie le gusta que le dejen
con las ganas, ¿sabes que me has dejado con las ganas muchas veces? Tampoco te
quejes que no te falta nunca quien te complazca. Hice una pausa mientras la
acomodaba de manera invertida debajo de mí para que me hiciera el sexo oral
mientras hundía mi cabeza en esa belleza adorable: su vientre totalmente
blanco, libre de bellos, con un sexo rubio y un derrier que era sujetado con
mis manos mientras me preguntaba si había algo más hermoso en la vida que ello:
hacer el amor. La recosté boca abajo luego sobre el lecho mientras acariciaba
con ternura y con ganas sus piernas bien formadas y perfectas hasta llegar a
sus muslos y llenarme los ojos con su derrier azul, no blanco sino azul,
pensaba que se me había pasado la mano al darle palmotadas fuertes en ese
trasero blanco, mío. ¿Sabes que en eso nos parecemos? En qué, me preguntó ella,
complacida que me deleitara con su cuerpo tocándolo. En que ni tú ni yo ni las
demás nunca nos enamoraremos, que nacimos con esa diferencia, lo nuestra es
solo gula. ¿Entonces qué, no la llamarás? Ya me aburre hablar sobre ello, no
está en mi estadio de vida. ¿Y la otra? Ah, pues ella lo tomó con calma, no se
hizo problemas, mas nunca se sabe con las mujeres, si todo fluye de la manera
en que está fluyendo, pues encantado, pero si de pronto noto alguna negativa o
rechazo, sabes que para nada me complicaré la vida, que agarraré mi celular y
borraré su número y haré como que nada ha pasado. ¿Y por eso has borrado a la
otra pobre muchacha? Pues en esta semana he borrado a varias. ¡Qué será!, qué
será qué. Que qué será si es que un día te conviertes no en un Escritor famoso,
porque ya lo eres, sino, en un Escritor que empiece a vivir de sus escritos. Nos
reímos a la vez. La puse en cuatro sobre la cama mientras me ponía en pie para
penetrarla. Ya sabes, si eso ocurre, cada ciudad serán mínimo 20 muchachas para
ser feliz, ¿creo que de eso se trata la vida, no? Sí Mauricio, pero eso pocos
lo entienden.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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