EL ESCRITOR QUE NO MURIÓ Y QUE IBA A SER BEST SELLERS
Poderoso señor es Don Dinero, lo
compra todo, desde niñas violadas por gringos, hasta hijos escritores que
después de muertos, llenarían de dinero con sus derechos de autor y regalías a
sus herederos.
Esto no es nada extraño, pasa con
todos los escritores que no teniendo cabida en las Ferias de Libros, donde se
presentan autores que nada tienen qué decir, se convierten en éxitos literarios
luego de haber muerto en circunstancias que los conviertan en leyendas
propicias para barrer con el mercado de ventas; mejor dicho, ahora entiendo por
qué muchos escritores que conocí, quemaron en vida sus escritos, si acaso es lo
que más valora un autor, siendo su lucha o resistencia notable, si es que es
notable, contra un sistema donde su voz deja de ser aislada e incómoda, si es
que se ha enfrentado contra la corrupción, el consumo de alcohol y drogas, el
crimen organizado y, sus libros, predican una mejor sociedad.
Si es nihilista vital, mucho
mejor, que ya sabemos, un escritor muerto, no es peligroso, no puede ya
declarar y, su discurso puede ser asimilado para diferentes intereses mientras
se venden sus libros como pan caliente y enriquecen a los herederos.
Sentado en el taxi pensaba que se trataba de un secuestro, que al
momento de rescatar a ese familiar, iba a poder reconocer a los secuestradores
y que ello implicaría mi vida. Para ser preciso, era la Policía quien se había
comunicado conmigo y me ofrecía un trato para rescatar a un familiar que en su
defensa, saliendo de un Banco bien resguardado, había sido asaltado por dos
delincuentes armados que, además de haberle roto la cabeza a este familiar
cercano y causado heridas muy profundas en el brazo en un forcejeo, donde al
defenderse, agarró una piedra y al lanzarla, cayó en un transeúnte, mejor
dicho, una menor de edad que al llegar al hospital había muerto, se me pedía a
cambio de la libertad de dicho familiar cercano, la suma de S/ 10,000.00 para
arreglar el atestado policial que debía ser entregado ante un Fiscal, con el
fin de que el familiar cercano fuera declarado inocente y, la culpa recayera en
uno de los dos delincuentes que intentaron asaltarle.
¡No puede ser posible, en ese
Banco hay cámaras de vigilancia constante que son monitoreadas por ustedes que
son la Fuerza del Orden!, además hay un policía siempre y dos agentes de
seguridad, ¡llamaré a mi abogado que es muy influyente para defender a mi
familiar! No, no me entiende, yo solo quiero colaborar, evitar que su familiar
vaya preso, estoy tratando de ayudarle a expensas que me metan preso, soy
Policía y sé me muy bien a lo que me expongo, no entiende, le pasaré con su
familiar.
Era su voz, era su voz lo
reitero. Las personas hasta cuando lloran conservan su propia voz, acento, palabras,
trato, confianza, maneras rápidas de poder ser reconocidas. Y lloraba y me
pedía que le hiciera caso al policía, que iba a ir preso, que había matado a
una niña inocente, que por favor le hiciera caso al policía en todo lo que me
pidiera.
Pero es que debe tener algo de
dinero, entre a la casa de su familiar y busque algo de dinero, pida prestado a
quien sea, empeñe todo lo que tenga, mire que solo trato de ayudarle a su
familiar cercano, pueden meterme preso por este delito, solo quiero hacerle un
favor para que su familiar no caiga preso.
Mi relación con la policía había
sido intensa a tal punto de tener los celulares de los Comandantes de la
Comisaría donde vivo, de la DIRANDRO, de La División de Policía de Delitos Informáticos
por razones que se vincularon a serias denuncias por estafas, enfrentarme
contra el narcotráfico y demás mafias haciéndome reconocible la voz del Policía
que tras el celular, con una autenticidad de los hechos y autoridad, añadiendo
la voz del familiar cercano, en ningún momento me hizo dudar de lo acontecido,
porque la llamada fue a mi número de teléfono fijo, que está a mi nombre y que
solo los familiares de confianza lo tienen.
En el taxi al regresar del Banco
por no poder conseguir el dinero que se me pedía, no pensé que al empeñar los artefactos
de valor del familiar, pudiera ser denunciado como ratero, más aún si es que
sustraía dinero para pagarle al policía que me repetía que estaba contra el
tiempo, que el Fiscal le esperaba, que a mi familiar lo iban a condenar por
haber matado a una niña.
Sabía que me esperaba la muerte,
que al tenerlos frente a frente, podría reconocerlos, porque pensé que se
trataba más bien de un secuestro por parte de los delincuentes de la zona donde
vivo a los cuales había expulsado con el apoyo de Serenazgo esa misma
madrugada, luego de un escándalo donde hablaban de asesinatos y se daban
amenazas de muertes entre sí. Por supuesto que me refiero a la mafia que nadie
se atrevía a enfrentar y que hacía horas hacía lo que quería en la esquina de
la casa donde vivo, por haber sido expulsados de un pasaje donde tuvieron que
poner rejas ante la inseguridad a la que mantuvieron a los vecinos de la zona.
¡Es una vendetta!, fue lo que pensé. Estaba acostumbrado a enfrentarme a la
muerte cada vez que se requería poner los asuntos de interés local en orden,
cuando la justicia estaba ausente. No tuve miedo a la muerte, otra cosa sería
haber muerto por estos inescrupulosos policías y que mis escritos junto con
toda mi lucha por un mundo mejor, me hubiesen
convertido en un escritor de culto, alguien que luchó hasta el último aliento.
Era sin duda un nuevo best
sellers para las Ferias Internacionales de Libros donde se darían seminarios
sobre mi biografía, lucha por un mundo mejor y actitud de rechazo ante El
Crimen Organizado y El Narcotráfico desde la ciudad donde vivo.
Al regresar a casa por circunstancias
no previstas por estos policías ya que me faltaba la tarjeta original hacer el
préstamo en el Banco, tuve la sensación de entrar a otra vida al ver a mi
familiar como si nada hubiera ocurrido. Colgué la llamada de mi celular e
inmediatamente empecé a buscar este tipo de estafas por la web dándome con la
sorpresa que era una de las tantas modalidades que supuestamente, los presos
del penal, tienen para estafar a las personas a las cuales la Policía denomina
como: “los chicos superpoderosos”.
Las estafas iban desde llamadas
del Gerente de un Banco de la ciudad, con el mismo número verificable en la
web, hasta el premio de La Tinka o, expresidiarios que pedían dinero para no
matar a algún familiar por orden de alguien, pero por ser ellos buenas
personas, pedían a cambio un poco de dinero.
Toda esta literatura obviamente
no me la creí. Por qué razón, porque todo lo que he hecho hasta el momento
incomoda a algún alto mando Policial que no sabe cómo sacarme del camino por mantener
mi postura firme ante todo lo que he mencionado.
Esa noche medité sobre mis 7
libros escritos y las más de 4,000 páginas que estaban en mis Bloggers. Al parecer
el trato fue ese, pasar a la posteridad como un escritor cuya celebridad sería
reconocida después de muerto y, claro, mucho dinero por parte de las regalías o
derechos de autor, como así también, algún alto mando de la Policía que por fin
me había sacado del camino.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Comentarios