EL ESCRITOR QUE NO SE ENAMORÓ NUNCA
La modelo francesa no paraba de
llamarme a mi WhastApp, era muy bella, joven, de pocos veinte y algo más de
años. Otra llamada a mi celular sonó, el código no era de Perú, era de México,
una empresaria polaca me decía que estaba muy enamorada. Apagué el celular. Parece
que no entienden que el amor no me hace feliz, no digo del amor sexual sino del
amor donde se mezclan los sentimientos y uno termina por estar herido de
muerte, al menos eso es lo que me pasa a mí, quizá por eso no quiera amar, no
quiera ceder mis sentimientos a ninguna mujer.
Alguna vez sí quise amar, pero
eso fue hace muchas décadas cuando ignoraba qué es el amor. Después vendrían
proposiciones de matrimonio desde España, Rusia y Norteamérica. No me extrañaba
ello: escribo bastante sobre sexo y el amor y, mis escritos llegan a todo el
mundo desde la web. Decidí desde entonces no usar WhatsApp para no recibir video conferencias ni ser molestado. Alguna llamada
que fuera del extranjero no era contestada, ni lo es hasta ahora.
Es que no pienso dejar de
escribir ni perder la libertad que tengo para hacer el amor con todas las
muchachas que deseo, para terminar con una sola mujer con quien presumiblemente
tenga hijos y obligaciones para las cuales no estoy preparado. No, el amor no
está dentro de mis planes, ni lo estará jamás.
Alguna vez compuse una canción
que se convirtió en mi maldición: hablaba de alguien que dominaba una ciudad
solo por proteger a su amada del cortejo de otros hombres y, cuando viví esa
experiencia, me di cuenta de lo débil que soy ante el amor, que no puedo
enfrentarme contra un millón y medio de personas para retener a quien sea mi
amada y, conozco a las mujeres, sé cómo son. ¿Qué por esa razón me quedé con
las muchachas que no besan? Pues la respuesta es sí, a ellas no las puedo
celar, a pesar que la entrega sea total, naturalmente sé que no me pertenecen
ni yo a ellas, por lo tanto la relación es diferente, el corazón no necesita
ser fuerte, no hay nada qué perder y sí mucho qué disfrutar.
Aprendí con el tiempo a tomar
decisiones drásticas, cada vez que sentía que me estaba enamorando, sabía que
entraba en territorios que no quiero repetir y, sacaba de mi camino a las
mujeres que en vez de hacerme feliz, me perturban y quitan el sueño y los
pensamientos. Nunca el amor ha dado tiempo para que los escritores escribamos,
por ello, nunca he sido vulnerable ante las muchachas rubias de ojos claros
como las pelirrojas o las modelos. Mi soledad es placentera en la medida que mi
corazón me siga perteneciendo.
En otros años, cuando hacía el
amor con muchachas de estas características, percaté rápido que no eran diferentes
a las mujeres latinas, que su psicología era muy similar, como la forma en
retener mis pensamientos para que esté pendiente de ellas siempre.
Yo no he nacido para asumir
obligaciones ni para tener hijos, he nacido para disfrutar de todas las
muchachas que lo desee sin que tenga que trabajar para mantenerlas o ser su
terapeuta. Mi tiempo es solo para hacer el amor y escribir. ¿Es difícil
entender esto? No, cuando se ha recorrido todos los caminos del amor, uno ya
sabe qué es lo que le hace bien y qué no.
Calo mi tabaco mentolado mientras
bebo de mi vaso con KR negra. He borrado su número de celular de mi agenda y todo
vínculo de relación desde donde pueda ubicárseme. Debo haber sido criado de
otra manera pienso y, no es que desde niño nunca fuera aficionado a los
peluches y lo que esto significa para un niño, el tener alguien con quien
protegerse cuando estuviera solo en su cuna. En las noches verdaderas sé que no
estuvieron, como cuando rompiera mi agenda con más de 200 números telefónicos de
todas las muchachas que prometieron contestarme a la hora que fuera, así las
llamadas fueran en madrugada cualquier noche.
Los caminos que he recorrido han
sido muy difíciles, como las tardes en los manicomios donde todos recibían visitas
de sus amistades y amigas, menos yo, solo siendo acompañado por mi padre ante
mi silencio de no entender por qué ellas no aparecían. Meditaba en la Libertad
de Expresión por la cual luché y generó en consecuencia 5 internamientos y la
certeza que ellas no podían enfrentarse ante algo que yo sí pude y puedo. Rompí
entonces mi relación con el amor desde entonces. Nadie era tan fuerte como para
estar a mi lado en los momentos más difíciles. La certeza era que se marcharían
cuando lo imposible apareciera otra vez en mi vida sin que yo lo pidiese. Había
dejado bien en claro cuál sería mi
relación con las mujeres, había elegido a las muchachas que no besan, ellas
tenían el corazón de piedra, incapaces de pensar en el suicidio o en
embriagarse por amor. No tenía entonces por qué sentirme solo, tengo a mi lado
a las más fuertes, siempre una llamada será atendida a cualquiera hora de la
noche o del día.
Mas nadie se juraría amor ni
menos lo sentiría, a pesar de sabernos totalmente solos en el mundo, de saber que estamos prohibidos para entregar
nuestros sentimientos.
No estoy arrepentido de lo que he
hecho. En la hora de las pruebas verdaderas, solo ellas han estado siempre.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
EL ESCRITOR QUE NO SE ENAMORÓ
NUNCA
La modelo francesa no paraba de
llamarme a mi WhastApp, era muy bella, joven, de pocos veinte y algo más de
años. Otra llamada a mi celular sonó, el código no era de Perú, era de México,
una empresaria polaca me decía que estaba muy enamorada. Apagué el celular. Parece
que no entienden que el amor no me hace feliz, no digo del amor sexual sino del
amor donde se mezclan los sentimientos y uno termina por estar herido de
muerte, al menos eso es lo que me pasa a mí, quizá por eso no quiera amar, no
quiera ceder mis sentimientos a ninguna mujer.
Alguna vez sí quise amar, pero
eso fue hace muchas décadas cuando ignoraba qué es el amor. Después vendrían
proposiciones de matrimonio desde España, Rusia y Norteamérica. No me extrañaba
ello: escribo bastante sobre sexo y el amor y, mis escritos llegan a todo el
mundo desde la web. Decidí desde entonces no usar WhatsApp para no recibir video conferencias ni ser molestado. Alguna llamada
que fuera del extranjero no era contestada, ni lo es hasta ahora.
Es que no pienso dejar de
escribir ni perder la libertad que tengo para hacer el amor con todas las
muchachas que deseo, para terminar con una sola mujer con quien presumiblemente
tenga hijos y obligaciones para las cuales no estoy preparado. No, el amor no
está dentro de mis planes, ni lo estará jamás.
Alguna vez compuse una canción
que se convirtió en mi maldición: hablaba de alguien que dominaba una ciudad
solo por proteger a su amada del cortejo de otros hombres y, cuando viví esa
experiencia, me di cuenta de lo débil que soy ante el amor, que no puedo
enfrentarme contra un millón y medio de personas para retener a quien sea mi
amada y, conozco a las mujeres, sé cómo son. ¿Qué por esa razón me quedé con
las muchachas que no besan? Pues la respuesta es sí, a ellas no las puedo
celar, a pesar que la entrega sea total, naturalmente sé que no me pertenecen
ni yo a ellas, por lo tanto la relación es diferente, el corazón no necesita
ser fuerte, no hay nada qué perder y sí mucho qué disfrutar.
Aprendí con el tiempo a tomar
decisiones drásticas, cada vez que sentía que me estaba enamorando, sabía que
entraba en territorios que no quiero repetir y, sacaba de mi camino a las
mujeres que en vez de hacerme feliz, me perturban y quitan el sueño y los
pensamientos. Nunca el amor ha dado tiempo para que los escritores escribamos,
por ello, nunca he sido vulnerable ante las muchachas rubias de ojos claros
como las pelirrojas o las modelos. Mi soledad es placentera en la medida que mi
corazón me siga perteneciendo.
En otros años, cuando hacía el
amor con muchachas de estas características, percaté rápido que no eran diferentes
a las mujeres latinas, que su psicología era muy similar, como la forma en
retener mis pensamientos para que esté pendiente de ellas siempre.
Yo no he nacido para asumir
obligaciones ni para tener hijos, he nacido para disfrutar de todas las
muchachas que lo desee sin que tenga que trabajar para mantenerlas o ser su
terapeuta. Mi tiempo es solo para hacer el amor y escribir. ¿Es difícil
entender esto? No, cuando se ha recorrido todos los caminos del amor, uno ya
sabe qué es lo que le hace bien y qué no.
Calo mi tabaco mentolado mientras
bebo de mi vaso con KR negra. He borrado su número de celular mi agenda y todo
vínculo de relación desde donde pueda ubicárseme. Debo haber sido criado de
otra manera pienso y, no es que desde niño nunca fuera aficionado a los
peluches y lo que esto significa para un niño, el tener alguien con quien
protegerse cuando estuviera solo en su cuna. En las noches verdaderas sé que no
estuvieron, como cuando rompiera mi agenda con más de 200 números telefónicos de
todas las muchachas que prometieron contestarme a la hora que fuera, así las
llamadas fueran en madrugada cualquier noche.
Los caminos que he recorrido han
sido muy difíciles, como las tardes en los manicomios donde todos recibían visitas
de sus amistades y amigas, menos yo, solo siendo acompañado por mi padre ante
mi silencio de no entender por qué ellas no aparecían. Meditaba en la Libertad
de Expresión por la cual luché y generó en consecuencia 5 internamientos y la
certeza que ellas no podían enfrentarse ante algo que yo sí pude y puedo. Rompí
entonces mi relación con el amor desde entonces. Nadie era tan fuerte como para
estar a mi lado en los momentos más difíciles. La certeza era que se marcharían
cuando lo imposible apareciera otra vez en mi vida sin que yo lo pidiese. Había
dejado bien en claro cuál sería mi
relación con las mujeres, había elegido a las muchachas que no besan, ellas
tenían el corazón de piedra, incapaces de pensar en el suicidio o en
embriagarse por amor. No tenía entonces por qué sentirme solo, tengo a mi lado
a las más fuertes, siempre una llamada será atendida a cualquiera hora de la
noche o del día.
Mas nadie se juraría amor ni
menos lo sentiría, a pesar de sabernos totalmente solos en el mundo, de saber que estamos prohibidos para entregar
nuestros sentimientos.
No estoy arrepentido de lo que he
hecho. En la hora de las pruebas verdaderas, solo ellas han estado siempre.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
Todos los Derechos Reservados
para
Julio Mauricio Pacheco Polanco
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