LA BRÚJULA DEL ESCRITOR
Siempre que vas a salir con una
pelirroja de ojos verdes te pones a escribir como si solo de eso tratara la
vida. No lo pensé, en fracciones de segundo sabía que la vida se trata solo de
hacer el amor. ¿Sexo, no?, para ti todo es sexo. Bueno, puedo decir que sí, que
la respuesta es sí, pero cómo le hacía entender que todo lo demás es tedioso.
¿Entonces nunca formalizarás tu vida?, ¿es que no piensas alguna vez tener una
relación estable? ¡Eh!, esperaba más de ti, sabes que eso no existe, que 2,000
poses para hacer el amor, llegado su momento, también terminan por cansar. Vamos,
que no piensas pasarte la vida escribiendo sobre una y sobre otra, la vida no
es eso. Primeramente: nadie sabe qué es la vida, pero todos sabemos dónde está
la vida. ¿En la cama?, claro, porque luego ambos se cansaran el uno de la otra
y volverás tras tus pasos de soltero convencido, ¿es que los sentimientos no
cuentan? Hice una pausa a mis escritos y respondí ante tal juicio: los
sentimientos son algo que conciernen a una persona con muchas personas,
¿respondo así tu visión tonta del para siempre? No es que sea del para siempre,
pero hace tiempo que ya nadie te entiende, te has gastado todos los
preservativos de la farmacia de tu barrio y llevas una vida de sinvergüenza,
mírate bien, estás con el cabello casi blanco, 46 años es una edad para ser
abuelo, ¿no crees que deberías sentar cabeza de una vez y por todas? Calé mi
tabaco y di un sorbo a mi vaso con KR negra, de todas forma no le haría caso,
me conozco demasiado bien, hace años que no tengo una relación estable, lo cual
no quiera decir que estoy con una y con otra sin que de pronto alguien me
reclame algo, mira que no soy partidario de los odios y "no te soporto más", que
prefiero las largas conversaciones hasta el sueño que vence mientras se hace el
amor, creo que de allí salen las mejores historias para ser escritas que al fin
y al cabo eso me enseñó una muchacha hace muchos años: “nos gusta la ficción
sobre el amor, pero preferimos las lectoras esas historias de amor que terminan
cuando ambos son muy felices”. ¡Eso es enfermizo! ¡Bah!, enfermizo es pasar a
lo que precede: nunca la convivencia fue buena consejera para los que amamos la
soledad y decidimos compartirla con el sexo. Ya, veo que sigues tras tus pasos:
cazando historias. No, te equivocas, no cazo historias, hago algo totalmente
diferente: inmortalizo al amor. ¿Le llamas amor a revolcarte de 2,000 formas
diferentes con una muchacha hasta que la pasión se acabe?, ¿qué clase de amor
es ése? Calé otra vez mi tabaco, solo tenía pensamientos certeros de otros días
donde la tristeza me vencía, donde las muchachas perdían la habilidad en los
lechos o el tedio de las mismas historias me decían que el amor no es una sola
muchacha. Es que no es normal, las demás personas piden solo un amor, pero tú
ya has perdido la cuenta de las muchachas que han sido tuyas, ¿no crees que
algún día se terminarán por vengar? ¿Vengar de qué?, ésa es la razón del porqué
tú y yo nunca nos llevamos bien y, no es porque me des siempre la contraria
sino porque no me entiendes, ¿sabes que la peor de las prisiones es estar atado
a una sola mujer?, qué podría escribir entonces sino historias tristes donde
todo sería reiterativo, no, no he pensado volver al mismo malecón a ver morir
el sol entre las aguas del mar más bello con la misma mujer en cada estación de
verano. Ya, te veo sentado con tus 100 años, frente a tu ordenador, siempre
escribiendo vivencias cada vez más extrañas e incomprensibles para cualquier
tipo de lector, ¿no te arrepentirás en la hora de las ausencias? Esas ausencias
de las cuales me hablas las superé hace años escribiendo y, sí, en otras
estaciones, cuando el silencio me alcance definitivamente, quizá cuando tenga
tiempo para releer todo lo que he escrito, en esta brevedad donde nadie sabe
cuál es el norte ni mucho menos si es que existe un lugar para cada uno de
nosotros dentro de este mundo, sí, en esas estaciones, tal vez me ponga a leer
todo lo que he vivido y allí sí me animaría como lo propones, a reconocer el
amor que se me fue dado generosamente y, diría a tu poco entendimiento que la
vida fue muy buena, que valió la pena y, que después de cada acto de amor algo
a pesar de todo tuvo razón de ser, mucho más que lo escrito o lo que no escribiera,
hice una pausa y medité en quienes defendía con su voz severa y madura, creo
que se refería a los que se juran amor eterno, a los que le temen a la soledad,
a los que andan en busca de una compañera para sobrellevar el silencio y el no
tener con quién dialogar, filosofar, quejarse o maldecir a este mundo,
seguramente lo habría intentado con cada una de ellas, lo sé, pero de tanto
amar a una y otra, algo me quedó como saber: no es de hombres mentir en el amor
y, si para mí mentir es obligarme a quedarme con una sola muchacha para que
ella sea la amada, sería como condenarla a una infelicidad donde solo
terminaría por odiarme. A veces los recuerdos son más vida que los días
compartidos, una vez más no le hice caso a mi consciencia, esa debe ser una de
las mejores razones del porqué escribo, pensé y, escribí, como ahora lo hago.
Julio Mauricio Pacheco Polanco
Escritor
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Julio Mauricio Pacheco Polanco
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